Capítulo 28.

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Los pocos del grupo que tenían conocimiento de la apuesta, se quedan tan mudos como Mario. Diana por fin se acerca a nosotros, es su hora y no hay quien le haga cambiar de idea.

— Parece que no siempre salen las cosas tan bien como uno planea, ¿verdad, Irene? — Ahora todos los ojos van a ella, que frunce el ceño.

Para mi sorpresa, es ahora Edgar el que da un paso al frente, adelantando a Irene y poniéndose frente a Mario.

— ¿Es cierto lo que dicen? — Pregunta más enfadado de lo que he podido verle nunca — ¿Has sido capaz de aprovecharte de ella, de utilizarla? — Mario como respuesta suspira pesadamente, bajando la cabeza — Es la chica con mejor corazón del orfanato y... tú, tú estás metida en esto — Ahora mira a Irene.

— La culpa es vuestra por ser tan estúpidos — Escupe ella, mirándonos con gesto asqueado — ¿Cómo íbamos a fijarnos Mario y yo en alguien como vosotros? ¡Qué locura! — Suelta una carcajada y Diana va directa hacia ella, está a punto de abofetearla cuando una mano agarra su muñeca, deteniéndola.

— Todo eso me ha pillado desprevenido — Elías interviene, se nota que está desconcertado — Haremos una cosa, vamos a esperar los resultados, saldremos ahí con una sonrisa nos digan lo que nos digan y después, hablaremos y arreglaremos esto como es debido.

***

Los cinco grupos esperamos por fin el resultado sobre el escenario, primero dirán los eliminados y mi corazón quiere salir por mi boca, respiro hondo cuando ninguno de los dos nombres que dicen es el nuestro, estamos entre los tres primeros y eso solo significa que nuestro camino continúa. Que mi sueño no empieza y acaba aquí, sino que seguirá todo el tiempo que sea capaz de mantenerlo, ahora estoy más que preparada.

Aunque ya lo sabíamos, cuando nos nombran como uno de los clasificados, estallamos en gritos, lloros, saltos, abrazos... recibo y doy a todo el que se me acerca, aunque sí esquivo a Mario e a Irene ni siquiera la veo por ahí.

Cuando, tras tomar un aperitivo y relajar los ánimos, tenemos que volver al autobús que nos lleve de vuelta al orfanato, esperamos sentados mientras observamos por la ventana que Elías charla con Mario e Irene. Supongo que echándoles una reprimenda, no se merecen menos y me temo que no serán los únicos. Diana, Edgar y yo también tenemos culpa del espectáculo del final.

— Siento mucho todo esto — Edgar se nos acerca a mí y a Irene — ¿Vais a poder perdonar algún día que haya sido tan estúpido?

— ¿Bromeas? — Río, dándole un abrazo que tenía muchas ganas de darle hace tanto tiempo — Eres nuestro mejor amigo, Edgar. Eso no va a cambiarlo ninguna chica.

— Bueno... yo todavía tengo que pensarlo... — Dice Diana, pero una sonrisilla asoma en su boca, delatándola — Está bien, pero ya sabes que a quien tienes que pedirle disculpas en cuanto lleguemos al orfanato es a Fabio.

— Lo haré, de verdad — Arruga la nariz, dejando que varios rizos tapen su frente. No puedo evitar cogerlos para colocarlos en su sitio. — Echaba de menos eso.

— Nosotros te echábamos de menos a ti.

Pero cuando Elías entra en el autocar acompañado de Mario e Irene, toda nuestra atención va a ellos, que por la cara que llevan, no creo que la conversación haya sido muy agradable.

Parece que han pasado años desde que salimos del orfanato esta misma mañana, han cambiado tantas cosas que es casi imposible de asimilar. Estamos clasificados, que es lo más importante, pero además hemos recuperado a Edgar y nos hemos librado de Mario e Irene, las cosas no pueden ir mejor ahora mismo salvo una excepción que tiene que ver con una boda y que en este momento me niego pensar.

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora