Epílogo.

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Dos semanas más tarde.

Por fin hemos terminado los exámenes. No es que haya sacado las mejores notas del mundo, ni las más altas, pero sí he conseguido aprobar cada asignatura, algunas con más esfuerzo, otras con menos, pero ahora que todo ha terminado, en ciertos aspectos estoy contenta por haberme centrado en lo que debería.

Quedan todavía unas semanas de clase, pero el agobio ya no ronda nuestras cabezas, ahora simplemente asistimos para ver qué llegará después, en nuestro último curso aquí. A veces parece mentira que el tiempo pase tan rápido.

Sin embargo, ha pasado muy poco tiempo desde su marcha, tan poco que todavía duele como aquel día que me desperté y supe que se había ido. No quiero pensar en ello, de hecho, la caja sigue en el mismo sitio, en el fondo del armario junto a los zapatos, olvidada. Lo peor es que no todo es tan fácil como dejarlo escondido en cualquier lugar, con los sentimiento es imposible hacer eso aunque lo intentemos o deseemos con todas nuestras fuerzas.

— Venga Juli, intenta animarte un poco — Diana y yo estamos en nuestra habitación, poniéndonos el uniforme para uno de los últimos días de clase — Ahora te costará, pero tienes que pasar página.

— No es tan sencillo, Diana — Suspiro, dejándome caer boca arriba en la cama — ¿Cómo pasas página sabiendo que la otra persona se ha ido por tu bien, que a pesar de todo solo quiere tu felicidad?

— Es que siempre ha sido un poco raro, como tú — No menciona su nombre, aunque afectaría de la misma manera — Pero es lo que él quiere, que vuestra historia termine.

No contesto, porque no sé si eso es cierto. Está claro que lo nuestro estaba destinado a no ser... pero leyendo la carta tantas veces como lo he hecho, he comprobado que él me quiere, y que lo hace por encima de todas las cosas. Que no sucederá nada más entre nosotros pero sí ha sucedido, que hay sentimiento, y eso lo complica todo.

Nos dirigimos a clase, por desgracia, tengo que seguir con mi vida, esté o no Elías en ella.

***

En la comida observo a Fabio junto a Diana, tan bien juntos, tan cómodos, tan felices... ojalá algún día encontrara a alguien con quien todo fuera fácil.

— ¿Quieres que vayamos esta tarde a la sala de ensayo? — Pregunta Edgar, sentado a mi lado — Y cantamos algo, lo que sea.

— No me apetece — Contesto arrugando la nariz. Lo cierto es que nunca he pasado más de unas horas sin cantar, en cambio ahora llevo dos semanas sin hacerlo — Podemos ir a la sala de juegos.

— Claro, lo que tú quieras — Me sonríe, cogiendo mi mano y acariciándola con ternura.

— Oye, Edgar, no hagas eso — Retiro mi mano enfadada.

— ¿Hacer qué? — Frunce el ceño, mirándome a los ojos.

— Compadecerte de mí, sentir pena — Contesto enfurecida — Estoy mal y creo que es normal que lo esté, pero todo pasará y tú eres mi mejor amigo, necesito que seas como siempre has sido y no como estás siendo.

— Está bien, tienes razón — Se excusa, negando con la cabeza — No sé cómo actuar contigo. No sé cómo vas a reaccionar... pero no lo haré más. Solo estaré aquí siempre que lo necesites.

— De eso estoy segura — Apoyo ahora mi cabeza en su hombro, calmando los ánimos.

Tal y como hemos acordado, por la tarde nos sentamos en la sala de juegos y echamos una partida a las damas. No es lo más divertido del mundo, menos con la tarde soleada que hace fuera y que podríamos estar disfrutando, pero me cuesta tanto salir...

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora