Capítulo 46.

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A pesar de que nos quede una semana entera de vacaciones, trabajo más que nunca, y no estudiado ni nada que se le parezca, no. Dedico esos días al piano, la canción ya me sale bastante bien, Elías ha conseguido que acople mi voz a ella, y el único problema ahora es tocarla.

He mejorado, sería una estupidez decir lo contrario, pero sé que nunca tocaré con la fluidez que él lo hace, es imposible en tan poco tiempo. Lo bueno de todo esto es que los dedos se han medio acostumbrado a estar todo el día en completo movimiento, ya no los siento tan doloridos.

— Esto es un desastre — Me bajo de la banqueta para tirarme al suelo, agotada. Es el último día de vacaciones, mañana empiezan las clases y siento que no he avanzado nada con el piano — Hay que cambiar de planes, Elías. Cualquier compañero puede tocar mientras yo canto, como tantas otras veces.

— De eso nada — Me mira desde arriba mientras arruga la nariz — Siempre he pensado que te exiges demasiado y, admito que eso te ayuda a ser tan buena como eres, pero a veces solo te perjudica. — Ahora se cruza de brazos, algo serio — Ojalá yo hubiera aprendido tan rápido como tú lo has hecho, o cualquiera.

— No mientas — Me incorporo, dejando mi peso sobre mis antebrazos sin poder evitar sonreír debido a sus palabras — No necesito que me digas que lo hago bien cuando no es así, quiero que siempre seas sincero conmigo.

— Te equivocas — Ahora también sonríe — Tienes algo, llámalo don, luz... como quieras, pero algo que no tiene casi nadie, y es que sabes hacer este tipo de cosas sin apenas esfuerzo.

***

Esa noche me cuesta dormir, no quiero que empiecen las clases de nuevo, ni mucho menos en último trimestre del curso que me quitará tiempo de la música. Diana, como no, ya se ha quedado dormida hace rato, yo me quedo con los ojos abiertos, pensando en la canción, en la melodía del piano, pensando también en Elías.

Cuando suena el dichoso timbre siento que no ha pasado nada de tiempo, es una de esas veces que no sabes si has dormido o no, pero que igualmente tienes que levantarte. Como cada mañana tengo que ser pesada con Diana y, a pesar de eso, somos las últimas en llegar a desayunar y, por supuesto, a clase. Todos, incluida la profesora de Historia, ya están en el aula cuando nosotras entramos pero, es tan normal, que nadie nos recrimina nada.

Las clases pasan una tras otra, a cual más aburrida que la anterior. Menos mal que solo me quedan estos últimos tres meses y el año que viene para acabar, para poder hacer lo que me gusta. Nunca he pensado demasiado en un futuro, pero sé que quiero que esté ligado a la música, es de las pocas cosas de las que estoy segura.

Si la semana anterior fue de lo más extraña viendo cómo actuaban Diana y Fabio, ahora es mucho peor. No sé si ya están juntos, pero tiene toda la pinta. Le pregunto a mi amiga cada día, pero una de dos, o me ignora o cambia de tema, no sé si es que no quiere hablar de ello, le da vergüenza, o es algo que ni siquiera ellos, los implicados, tienen claro.

Debido a eso, paso mucho más tiempo con Edgar, ya sea charlando, jugando a cualquier cosa o cantando, a veces también paso momentos con Mario, que se comporta como antes. Ambos me enseñaron sus canciones y son bonitas. También canto una con cada uno de ellos, que por supuesto me encantan.

Dado que está mucho más avanzado mi dueto con Edgar, Something Stupid, esa tarde en el ensayo dedicamos más tiempo a la que canto con Mario: When i look at you. A pesar de que su parte es en español, no conocía la canción y le cuesta más de lo esperado.

— En el estribillo tienes que mantenerte por abajo — Le explica Elías ese día, mientras él atiende yo me quedo absorta en sus ojos verdes, en el perfil perfecto que tiene. Debería no ser tan guapo y tan adorable, de verdad, así es muy difícil olvidarte de lo que sientes. — Si intentas ponerte a su altura, la melodía descuadra, ¿lo entiendes?

Esta vez lo hace mejor, con las indicaciones de Elías todo es más fácil y parece que no solo para mí. Tenemos que preparar tres canciones en tan solo dos semanas y lo hace más sencillo de lo que cualquiera podría imaginar.

Al final queda bastante decente, aunque tenemos que quedarnos más tiempo del que dura la clase. Mario me lo pide como favor y no puedo decirle que no. Nos quedamos a solas, cosa que no me gusta demasiado.

— Esta vez ha estado bastante bien — Le digo, desperezándome y levantándome — Seguiremos mañana si te parece bien.

Asiente, aunque no muy convencido, y me sigue hacia afuera, allí nos despedimos, yéndose él con sus amigos y yo con los míos, guardando así toda distancia posible entre nosotros. Ese día están jugando al trivial, no tengo que ver mucho para saber que, por supuesto, gana Fabio.

— ¿Qué tal lleváis la canción Mario y tú? — Me pregunta Edgar cuando la nueva parejita comienza con sus bromas.

— Mucho mejor — Sonrío, aunque pensando en lo mucho que nos está costando, creo que debido a las circunstancias — Ojalá fuera tan fácil como lo es contigo.

— Oh, Juli... — Pone los ojos en blanco mientras se pasa la mano por sus rizos — Eso es imposible, lo que tenemos tú y yo no lo tiene nadie.

Le pego un empujón a modo de broma, pero sé que es cierto. Nuestra amistad nos hace conocernos el uno al otro muchísimo, tanto fuera como sobre el escenario, y eso es algo que nos ayuda mucho a ambos.

Pasamos la tarde ahí, hasta la hora de cenar. Una vez terminado y cuando cada uno se va a hacer lo que sea que les apetezca, yo me escabullo a la sala de ensayo, sé que está Elías aunque ya no quedemos en vernos ahí como antes, algunas cosas cambian irremediablemente.

Está sentado en la banqueta del piano y me tomo unos segundo para observarlo o bueno, admirarlo. Sí, a veces siento verdadera admiración de tantas cosas que sabe hacer y, sobre todo, porque sepa compartir todas y cada una de ellas.

Descubro que está tocando la melodía de mi canción y guardo silencio. Rodeo el piano y me pongo frente a él, sin dejar de mirarlo, mordiéndome el labio mientras lo hago. ¿Se puede estar cada día más enamorada de alguien con el que nunca vas a poder llegar a nada? Si, esa es la respuesta.

— Estaba pensando en tu canción... — Susurra, tocando las últimas notas — Y la letra es algo triste, ¿no crees?

— No diría triste — Pienso, frunciendo el ceño — Yo la veo como... no sé, frustrada, impotente — Me encojo de hombros — Como sabiendo que algo que está escrito nunca va a suceder.

— Ya — Chasquea la lengua, mirando para otro lado — Quizá haya cosas que aunque estén escritas, aunque estén hechas para pasar, no pueden hacerlo. Llega un punto que te impide seguir avanzando.

— Lo sé — Trago saliva, y con ella el nudo que se me había instalado en la garganta, después sonrío — Aun así, supongo que la canción me gustaba y ya está, por eso la elegí.

Me mira con el verde de sus ojos apagado, queriéndome decir cosas que sin embargo, calla. Siento rabia, me gustaría preguntarle el porqué, las razones de no dar ese dichoso paso, a pesar de que ya las sepa.

Me siento a su lado y ensayamos, hacemos como siempre, como si no sintiéramos el uno por el otro y solo fuéramos alumna y profesor, incluso como dos amigos que disfrutan juntos y de la música.

No sé si es debido a la rabia dicha antes, o a qué, pero la canción me sale como nunca, la toco del tirón y la canto sintiéndola desde lo más dentro, mientras aguanto las lágrimas y siento la mirada fija de Elías a mi lado, sin tener que corregirme, solo absorto en lo que hago.

— Cualquiera que te hubiera oído ahora mismo, nunca diría que tienes diecisiete años, ni mucho menos que apenas llevas dos semanas tocando el piano — Dice con un hilo de voz — Brillas con luz propia, Julieta. 

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora