Capítulo 17.

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Tras muchas insistencias por parte de bastantes alumnos del orfanato, Lola cedió a que este mismo fin de semana, el sábado, salgamos a pasar el día a la ciudad... siempre con uno o dos mayores acompañándonos, claro.

Ella es una de las que se ofrece a venir con nosotros.

A mí la verdad es que no me importaba salir o quedarme aquí, pero Diana está empeñada en comprarse algo de ropa nueva para los campeonatos... así que ha terminado convenciéndome, quizá necesite despejarme de toda esta semana de trabajo sin parar.
Cada tarde, durante dos horas, hemos estado ensayando una canción tras otra de la lista. Las que salen bien o decentes, las dejamos para más adelante, así haciendo hincapié en las más difíciles y, por lo tanto, las que más nos cuestan en general.
Aunque eso sí, todavía no hemos empezado con los duetos.

Mi gran problema hasta ahora ha sido el otro solo que me ha sido asignado: quédate conmigo. La canción es preciosa y emociona a cualquiera, pero me cuesta un mundo cambiar de tono tan brusco como pide la canción. Estoy demasiado obsesionada con el tema, hasta yo misma me doy cuenta, así que he aceptado a salir este sábado.

En estos cuantos días que han pasado, es poco o nada lo que ha cambiado nuestra relación con Edgar y, la del propio Edgar con Irene. Al parecer su noviazgo se consolida, o al menos eso intentan aparentar frente a todos los demás. Cada vez que ensayamos, se pegan uno al otro tanto, que incluso Elías ha tenido que intervenir un par de veces. No es que quiera dar por finalizada mi amistad con Edgar, pero cada vez veo más difícil que vaya a volver a ser el mismo.

— Julieta, es tu turno — Escucho la voz de Elías cerca, así que me levanto de los asientos para subir al escenario y reunirme con los músicos que interpretan la melodía de mi canción.

Empiezo bien con ella, he conseguido cogerle el tono bajo... pero es tan sumamente bajo que después me cuesta subirlo tan de golpe y me quedo a un par de notas de llegar.
Me sale algo mejor que antes, pero ni mucho menos me acerco a como debe ser.

Cuando acaba la clase y aunque no quiera hacerlo, me acerco a Elías.
Está de espaldas, encorvado sobre el piano, y tengo que aclararme la garganta para que me mire.

— ¿Algún problema? — Alza una ceja, observándome atentamente.

— ¿Cabe la posibilidad de que... pueda cambiar de canción? — Le pido, hablando lentamente.

— Si hablamos de ti, por supuesto que no — Dice, rotundo. — No me pidas algo como eso cuando sé que puedes hacerlo con creces, por favor. — Está muy serio, ¿por qué razón?

— Llevamos días con esa canción y has visto tan bien como yo que no llego a esa nota — Intento explicarme.

— Llegarás — Es todo lo que le escucho decir antes de que se vuelva a dar la vuelta.

— Que no tenga opción a nada más y me obligues a hacer algo con lo que no me siento a gusto, creo que no me ayuda demasiado — Me arrepiento al segundo de pronunciar esas palabras. A veces no me doy cuenta de que Elías es mi profesor y por supuesto, está por encima de mí siempre.

Se gira de nuevo hacia mí y puedo ver su enfado en que ambos orificios de la nariz está inflados y sus ojos demuestran dureza. Se dirige hacia la puerta tan rápido que pienso en que se va a ir de la sala dejándome sola, pero sin embargo la cierra, quedándose dentro conmigo.

— Así que piensas que no llegas a esa nota, ¿verdad? — Habla atropellado, aun así, me atrevo a asentir — Bien, pues vas a cantarla una vez más, y si es cierto y no puedes hacerlo, la quitaremos de la actuación.

Vale, ahora además de presión, tengo miedo. Nunca había visto a Elías de esta manera.

— Venga, Julieta — Me había quedado en el mismo sitio. Al escuchar su voz, reacciono de golpe y automáticamente avanzo hasta el piano, donde él ya está sentado.

Cuando toco con las yemas de mis dedos la tapa del instrumento, un escalofrío me recorre todo el cuerpo y esa imagen me viene a la cabeza, al igual que mi sueño.
Pero esta vez es un recuerdo reciente, de apenas hace unas semanas, cuando Elías estaba justo donde ahora está, y yo estaba donde ahora mismo estoy. Fue entonces cuando sonó just a dream y ambos cantamos. Después tuve que irme de aquí.

Tenía los ojos cerrados y los abro lentamente. Observo a Elías, que sigue con ellos cerrados mientras respira hondo, ¿es su manera de concentrarse, o qué es lo que está haciendo? No me atrevo a interrumpirle así que me mantengo en silencio, mordiéndome el labio inferior.

— Lo siento — Susurra al fin, apartando su mirada y llevándola a sus dedos — Empecemos.

Asiento, intentando quitarme de la cabeza todo, absolutamente todo. Quedándome en blanco para así solo recordar la letra de la canción cuando sea el momento apropiado.

Elías comienza a tocar la melodía, con tanta perfección como siempre lo hace, me encanta escucharle tanto como observarle, con esa delicadeza tan propia de él. Cuando no está cerca, pienso que mis sentimiento por él han disminuido, pero sin embargo en momentos como este... no sé qué demonios pensar.

Levanta la cabeza y ahora sus ojos verdes se suavizan al mirarme, me indica que es la hora y comienzo con la canción. Es curioso, pensaba que la presión podría conmigo y sin embargo, me siento más segura que las otras veces, con toda la clase pendiente de lo que hago. Ahora solo estamos Elías y yo y ni siquiera tengo la necesidad de cerrar los ojos como siempre hago.

Le mantengo la mirada mientras la canción sigue, y cuando llega la parte que suele atragantárseme, él, con gestos, me pide que esté tranquila. Cojo aire y lo suelto al compás de la letra, cada vez con un poco más de fuerza hasta que... sin casi esforzarme llego, mi voz da con la nota e incluso consigo mantenerla.

— ¿Has visto eso? — Sonríe cuando la canción termina, yo me tomo unos segundos para descansar y después, por supuesto, correspondo a su perfecta sonrisa.

— Gracias de nuevo — Susurro.

Tengo ambas manos apoyadas sobre la tapa del piano y de repente noto un roce en una de ellas, cuando bajo la cabeza compruebo que es la mano de Elías.

— Eres simplemente increíble, Julieta — Pega un pequeño apretón en la mano que tiene cogida, pero dura poco porque enseguida me suelta — Con tu voz puedes hacer lo que quieras y cuando quieras, que no se te olvide.

— A veces es difícil... — Contesto incómoda por ese tipo de elogios, y más viniendo de él.

— ¿Eso piensas? — Se levanta y rodea el piano para ponerse frente a mí, esta vez no me toca, pero puedo sentir el olor de su perfume con su cercanía — Entonces estaré ahí, día tras día, para que si se te olvida... recordarte que eres la mejor.

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¡¡Hooola!!

Bueno, ¿qué tal? La cosa parece que avanza, ¿no?

Espero que os esté gustando.

¡Os leo!

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora