Capítulo 33.

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NARRA ELÍAS.

Conduzco como cada viernes al terminar los ensayos del grupo hacia la salida del orfanato, del que ya es mi hogar aunque tenga casa propia en la ciudad.

Estos cuatro muros se han convertido en eso en los últimos tres años que he pasado aquí como profesor y, de hecho, ya era mi hogar cuando de joven y adolescente viví aquí y fui un alumno más, con Lola primero como instructora y segunda madre, y ahora como una gran amiga y compañera.

Cuando terminé la carrera y me ofreció trabajar aquí, reconozco que tuve que pensarlo. Había conocido a Sonia en la universidad y la cosa parecía ir en serio con ella. Incluso habíamos hablado de compartir piso una vez acabados nuestros estudios. Pero esa oferta lo cambiaba todo radicalmente, tenía que pensarlo.

Ahora que voy camino a terminar la historia que empezó hace ya cuatro años, recuerdo perfectamente, incluso como si fuera ayer, el momento en que le dije que quería trabajar en el orfanato. Cuando llevábamos todo un año juntos y habíamos mirado algún que otro piso, aunque de momento hubiéramos conseguido uno de alquiler. Solo nos quedaba el último curso para concluir por completo nuestras carreras y una vez hecho recibí la llamada.

Estaba con ella, en una de nuestras muchas cenas que celebrábamos sin tener nada que celebrar, éramos felices por entonces.

No reconocí el número, era desconocido, pero aun así descolgué... quizá fuera simple cosa del destino, nunca suelo coger ese tipo de llamadas.
Reconocí su voz al instante, en mis cuatro años en la universidad apenas habíamos contactado un par de veces.

— ¿Lola? ¿Eres tú? — Pregunté con una sonrisa de oreja a oreja mientras Sonia me miraba extrañada. Le había hablado de ella varias veces y seguro que la recordaba.

— ¡Qué alegría oírte de nuevo, Elías! — Exclamó ella por el auricular — ¿Es cierto lo que dicen? ¿Tienes en tus manos la licenciatura de música?

— Así es — Contesto — No podría haber estudiado otra cosa después de todo lo que viví en el orfanato.

— Tengo grandes noticias para ti — Se la escuchaba emocionada — ¿Qué te parece si vienes un día a visitar el orfanato?

— Oh... claro — Tenía tiempo libre, al menos hasta encontrar un trabajo que ocupara mis días. — ¿Mañana estaría bien?

Quedamos en eso, Sonia me acompañaría a media tarde. Incluso me hacía ilusión enseñarle a la chica con la que quizá compartiría mi futuro cómo fue mi pasado allí.

El orfanato está a unos tres cuartos de hora en coche de la ciudad donde había estudiado, nos pusimos en marcha una vez que habíamos comido en el restaurante de comida rápida de cada día. Sonia me preguntaba cosas sin parar, desconocía mi etapa de adolescente, apenas le había contado un par de detalles.

— ¿Entonces... estuviste ahí desde los quince hasta los dieciocho años? — Quiso saber.

— Eso es, hasta que supe lo que quería estudiar — Le expliqué — Ahí dentro todo mi mundo era la música, vivía por y para el coro. Me preparaba cada día para los campeonatos. Incluso quedamos terceros en mi último año, y en serio, Sonia... es una experiencia que jamás voy a poder olvidar.

— Me alegra verte tan feliz volviendo a la que fue tu casa — Sonreía alegre, demostrándome sus palabras. Ahora pienso en cómo han cambiado las cosas.

Cuando llegamos al orfanato y aparqué en la entrada, comprobé que Lola ya nos esperaba junto a su marido en la puerta. Cogí la mano de Sonia para ir a su encuentro, hacía tiempo que no nos veíamos y su abrazo me demostró cuánto me echaba de menos.
Entramos al comedor, donde nos servimos café y unas pastas.

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora