Capítulo 9.

453 51 17
                                    

Ahora lo único que podemos hacer es esperar. El escenario se queda vacío cuando acaba nuestra actuación, la última de las pruebas.

Salgo junto a mis tres amigos, Diana me enseña sus dedos y se queja de que le van a salir cayos de agarrar las baquetas. Fabio se burla de algunos detalles como algún gesto raro que hayamos hecho, es muy observador.

— Julieta, ¿puedes quedarte un segundo? — Cuando Elías habla, todos nos volvemos, aunque solo me haya llamado a mí.

— Claro — Asiento, quedándome parada — Ahora voy — Les digo a mis amigos, que salen por la puerta dejándonos solos... lo que hace que un nudo se me instale en la garganta. Es tan distinto todo ahora, que ojalá pudiera volver atrás y no sentir nada.

— Quería hablarte sobre lo que te sucedió ayer — Cruzado de brazos, se sienta en el escenario. — Siento si te hice sentirte incómoda, pero hacía mucho que no cantaba esa canción y...

— No pasa nada — Lo interrumpo — Me encantó cantar esa canción... — Me ahorro decirle que me encantó cantarla con él — No sé exactamente que pasó, me emocioné como nunca antes.

— Es curioso — Sonríe, pero intenta ocultar esa sonrisa mordiéndose el labio inferior, y yo tengo que apretar la parte de debajo de mi jersey por lo que me produce ese gesto — Me ocurrió lo mismo la primera vez que la canté. Supongo que la letra y la melodía producen más cosas de las que pensamos.

— Eso parece — Soy incapaz de mantener su mirada de ojos verdes durante más de dos segundos, así que bajo la cabeza.

— Has estado muy bien hoy en ambas canciones — Dice — Yo que tú no me preocuparía demasiado por los resultados... se nota lo que Edgar y tú sentís y trasmitís encima del escenario, con cosas como esas tenéis todo ganado.

— Muchas gracias, Elías — Miro la puerta, ¿puedo estar más incómoda ahora mismo? Lo dudo — Ahora tengo que irme a... bueno, tengo que irme — Señalo hacia afuera.

— Oh, claro — Se incorpora y lo siento muy cerca a la vez que me llega el olor de su perfume — No te entretengo más, esta noche mismo colgaré en la sala de juegos la lista definitiva.

Asiento, le muestro una pequeña sonrisa y me despido con la mano mientras a pasos torpes y creyendo que voy a tropezarme con mis propios pies, salgo de ahí. Mis amigos están jugando al parchís, más bien esperándome para poder empezar, me siento en el suelo, cogiendo el cubilete de color amarillo, que es el que han dejado libre.

— ¿Qué te ha dicho? — Edgar me observa desde el otro lado de la mesa con el ceño fruncido.

— Solo quería felicitarme por lo que hemos hecho — Una parte es verdad, la otra prefiero callármela y guardármela para mí. Nadie tiene que saber que ayer cantamos juntos aunque no sea tan raro... o sí lo sea. — Le hemos encantado.

Alza ambos puños en alto y después choca la mano alegre con Fabio mientras Diana da pequeños saltitos rebotando en el sofá.

— ¡Oye! — Decido desviar el tema — Me habéis vuelto a dejar el color amarillo, sabéis que no me gusta... da mala suerte.

— Eres toda una maniática — Diana mueve la cabeza a ambos lados poniendo los ojos en blanco — Pero venga, cambiemos si quieres.

Acepto con gusto el color rojo. Hace tiempo oí que vestir de color amarillo sobre el escenario daba mala suerte, de verdad, y... desde ese día lo evito todo lo que puedo, incluso alguna ropa de ese color lleva abandonada en mi armario desde entonces. Quizá sea una maniática, como dice mi amiga, pero no puedo evitarlo.

Como siempre, gana Fabio. Ya estamos acostumbrados a que lo haga pero normalmente nos gusta pasar momentos juntos. Edgar se va cuando terminamos la primera partida y me fijo en la mirada de nuestro otro amigo.

— Va otra vez con ellos — Murmura cuando tiene la seguridad de que Edgar ya no puede escucharlo.

— ¿Y qué tiene de malo? — Pregunta Diana, que ahora se entretiene pasando los dados de un cubilete a otro — Porque nosotros no nos relacionemos con otras personas, no quiere decir que él no pueda hacerlo.

— No es eso... solo que cambia su forma de ser cuando está con ese otro grupo — Mueve la cabeza a ambos lados.

— Oye, Fabio — Llamo su atención para que mire hacia donde estoy — No nos va a dejar tirados por muy bien que le caigan ellos. Somos nosotros, y tú eres su mejor amigo.

Susurra algo que no entiendo, decidimos empezar otra partida, pero cuando apenas llevamos unos minutos Fabio ya tiene dos fichas en casa y sabemos cómo va a terminar, por lo que perdemos un poco el interés.

— No es divertido si siempre ganas tú, ¿sabes? — Con una mueca de desagrado, Diana deja el cubilete sobre la mesa y se echa hacia atrás en el sofá.

— Yo no tengo la culpa si no sabéis hacer estrategias — Fabio se encoge de hombros mientras se coloca las gafas que casi estaban en la punta de su nariz.

— ¿Estrategias en el parchís? ¡Esa sí que es buena!

Comienza una de sus interminables discusiones en las que nunca entro porque no suelen llevar a ningún sitio.

Me distraigo mirando a otro grupo jugando a la diana, uno de ellos no acierta ni una y los demás se mofan diciendo que tiene que pagar la apuesta que han hecho, sea la que sea. Me fijo en que uno de los que se burlan es Mario, el chico que antes ha cantado con Irene y que lo ha hecho bastante bien. Lo había escuchado alguna vez, pero su voz siempre había estado a la sombra, hoy se podría decir que incluso me ha sorprendido, aunque claro está, Edgar es mejor.

Después de las palabras de Elías, tengo la confianza de que nosotros dos seamos los elegidos, pero me obligo a no convencerme de algo que todavía no ha pasado si al final no quiero que la decepción sea peor y la caída desde más alto.

— ¡Eh, Juli, mira! — Vuelvo la vista a la mesa, donde mis dos amigos parecen haber parado de discutir por una razón. Diana me señala el otro extremo de la sala, donde Elías aparece con la hoja entre sus manos.

Me incorporo dándome cuenta de que la mayoría de ojos, incluidos los míos, están puestos ahora mismo en nuestro profesor de música. Esperamos impacientes a que cuelgue la hoja y una vez que se aleja, nos amontonamos sobre ella.

La altura no es algo que me sobre, así que varias cabezas tapan todo mi campo de visión en unos segundos, Diana no está mucho mejor que yo, así que agarra el brazo de Fabio para meterlo en el grupo, nuestro amigo enseguida mira por encima del hombro con una sonrisa.

— Acabo de ver tu nombre, Diana — Se hace oír entre los demás.

Mi amiga pega un grito de emoción al que acompañamos de varios saltos haciéndonos todo el hueco posible entre el tumulto de alumnos.

— ¿Y Juli y Edgar, los ves? — Pregunta ahora — Dinos que están en la lista.

— Creo que... ¡sí, ahí están! — Los gritos son más sonoros si cabe, Fabio sale de entre la gente con dificultad y por fin se reúne a nosotras. — Pero hay una cosa que no entiendo, si tú y Edgar os habéis presentado como solistas, ¿por qué también están ahí Irene y Mario?

_________________

¡¡Hooola!!♡♡

¿Os va gustando la historia? ¡Eso espero! 

¡¡Os leo siempre!!♡

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora