Cuando no tenemos exámenes o trabajos que entregar a corto plazo, los fines de semana son los mejores días en el orfanato. En invierno podemos disfrutar del chocolate caliente junto a la chimenea, o podemos salir fuera a hacer el tonto con la nieve, ya que no hay año que no veamos el famoso paisaje cubierto de blanco. En verano salimos a tomar el sol, o simplemente a dar paseos de noche a la luz de la luna.
Ahora el tiempo es intermedio, aun así, el sábado aunque yo suelo despertarme por mí misma, me alegra que no suene el timbre de cada mañana. Dejo a Diana durmiendo en la habitación cuando veo que a las once todavía no da señales de vida y me dirijo a las duchas. Se nota que es fin de semana, ya que apenas me cruzo con un par de compañeras hasta que bajo a desayunar.
Allí me reúno con Fabio y Edgar, que hoy y siempre son más madrugadores que Diana. Saludo con la mano mientras voy a servirme el desayuno y después me siento junto a ellos.
— ¿Sabes lo primero que he hecho esta mañana? — Me pregunta Edgar mirándome fijamente. Niego con la cabeza, ya que tengo la boca llena — Me he apuntado a las pruebas para el campeonato.
— ¡Bien! — Intento tragar como puedo y estoy a punto de atragantarme — Ojalá nos cojan, sería... increíble.
— Venga ya, Juli — Pone los ojos en blanco antes de mirar a Fabio — No me digas que en serio crees que Elías no te escogerá la primera y como solista. ¡Si cada vez que cantas parece que se le vaya a desencajar la mandíbula!
Le pego un golpe en el hombro mientras bajo la cabeza y me concentro ahora en darle vueltas a mis cereales. Ellos hablan de otras cosas mientras yo pienso en las pruebas. Apenas quedan dos días y no tengo claro que sea tan fácil. Es cierto que a Elías le parece gustar mi estilo, pero tanto como el de otros alumnos suyos. Además, tengo como principal competidora a Irene, que ni por asomo se va a dar por vencida a las primeras de cambio.
Son más de las doce cuando Diana aparece en la sala de juegos con su peculiar cara de sueño. Creo que para ella duerma las horas que duerma, nunca va a ser suficiente.
— ¡Eh, pero si es la bella durmiente! — Fabio la ve incluso antes que yo. Edgar y yo siempre hemos pensado que está colado el uno por el otro, pero nunca he visto dos personas tan diferentes la una a la otra.
— Es Sábado — Se deja caer en el sofá junto a mí — El problema es vuestro si no aprovecháis los pocos días que tenemos para no levantarnos de la cama.
— Me temo que tu blandita y cómoda amiga va a tener que esperar para tu regreso — Me levanto y la espero cruzada de brazos — Acompáñame, anda...
— ¿En serio? — Frunce el ceño dispuesta a negarse, pero ahí estoy yo con mis pucheros para convencerla, así que termina por levantarse también y seguirme a la sala de ensayo — Te prometo que algún día te diré que no, tu obsesión por este sitio empieza a darme miedo.
Pero ya no la escucho, sonrío mientras escucho sus pasos arrastrándose detrás de mí hasta llegar al escenario. No sé si es una obsesión como dice mi amiga, pero simplemente quiero pensar que siento devoción por este sitio, por cantar.
— Tenemos que pasar las pruebas — Le digo poniéndome seria — Faltan dos días y necesito ensayar, y de paso también ensayas tú. Tenemos que ir los tres a ese campeonato, Diana. Tú, Edgar y yo.
— Ya sabes que ir o no, no es algo que me quite el sueño — Se encoge de hombros, llegando a su querida batería y ocupando su puesto. — ¿Con qué quieres empezar hoy?
— Lo dejo a tu elección — Sonrío, acercándome a ella y dejándole su tiempo para que comience.
Pasamos ahí cerca de hora y media, hasta que Diana decide que tiene hambre y que es suficiente por hoy. Yo le digo que voy más tarde, todavía queda un rato para la hora de la comida y no creo que haya nada mejor que hacer que quedarme aquí.
Como los instrumentos no son lo mío, me quedo probando voces y tonos de algunas de las canciones que tengo más recientes, imaginándome las melodías en mi cabeza.
— Mi alumna más aplicada aquí de nuevo — Elías aparece por la puerta de la sala con las manos metidas en sus vaqueros y las cejas alzadas — Que raro, ¿no?
— Lo... siento — Muerdo mi labio inferior mientras bajo la cabeza avergonzada. No sé porqué, pero las pocas veces que estoy a solas con él soy incapaz de mirarle a los ojos o decir cuatro palabras seguidas. — Me voy enseguida.
— ¡Oh! Que no sea porque he llegado yo... — Se disculpa, subiendo al escenario y mostrándome su más encantadora sonrisa — Me encanta trasmitir lo que siento por la música aunque sea a una sola persona, no hace falta que te vayas.
— No bueno... es la hora de comer — Me aclaro la garganta, intentando colocar las hojas de las canciones que tenía esparcidas sobre el piano.
— Está bien — Asiente lentamente mientras entorna los ojos y me observa — Haces bien ensayando, pero lo tuyo es natural, Julieta. Lo haces bien porque te sale de dentro.
— Gracias — Por fin consigo tener todas las hojas apiladas y puedo salir de ahí. Debería ser una situación normal y corriente, lo sé, pero mi estado de nervios aumenta cada segundo — Adiós.
— Te veo en las pruebas — Es lo último que dice, aunque apenas lo oigo.
Cuando doblo la esquina y sé que no me ve, acelero el paso hasta darme cuenta de que estoy casi corriendo por el pasillo que me lleva de vuelta al salón de juegos, donde escucho voces. Decido serenarme y respirar hondo para entrar.
Saludo a unos cuantos compañeros con la mano mientras cruzo toda la habitación viendo que ninguno de mis amigos está ahí. Sí los veo en el comedor, los tres sentados en una mesa aunque sin comer todavía. No sé porque se empeñan en estar aquí los primeros si hasta las dos en punto no sirven nada.
— ¿Dónde te habías metido? — Edgar inclina la cabeza al preguntarme y algunos rizos se le posan sobre su frente.
— Creo que esa es la pregunta más estúpida del mundo — Diana suelta una carcajada mientras le lanza una mirada cómplice a Fabio.
Les saco la lengua a ambos, después les cuento, aunque ya lo saben de sobra, que he estado ensayando para preparar las pruebas. Edgar se ofrece a ir esta misma tarde un par de horas para cantar juntos y yo acepto encantada. Diana seguramente quiera dormir más y más, y Fabio se pondrá a estudiar para adelantar trabajo... o quién sabe. Suele andar por aquí y por allá todo el día.
La comida, como siempre, está buenísima... y más si comes en buena compañía como la que suelo tener yo cada día. Cuando ya hemos acabado y recogemos nuestras cosas para colocarlas en las bandejas, es el turno de que coman los profesores y demás. Al ver cruzar a Elías la puerta del comedor, los nervios hacen que de nuevo sienta como si algo se me acogiera en el estómago. No suelen gustarme los cumplidos de nadie, pero si vienen de él, un profesor que sabe más que nadie acerca de todo ese mundo, me resulta más complicado todavía aceptarlo.
Bajo la cabeza de nuevo y disimulo cogiéndome un mechón de pelo y enrollándomelo en el dedo cuando vamos a pasar junto a él. Voy tan despistada que me choco con la espalda de Diana, que va delante de mí.
— ¿Qué te pasa, qué haces? — Me mira por encima del hombro quedándose parada. Por fin levanto la cabeza, consciente de que estoy colorada como un tomate.
— Diana, me está pasando algo muy extraño.
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¡¡Hooooli!!♡♡
Bueno, pues aquí os dejo el tercer capítulo. Como podéis ver, la historia va creciendo poco a poco, solo espero que os esté gustando.
Todo mejorará y se pondrá interesante, prometido.
Quiero aprovechar para felicitar por su cumpleaños a mi bruji favorita @ConiiOjeda♡
¡Os leo siempre!♡
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El sueño de Julieta.
Roman d'amourJulieta es una adolescente que toda su vida ha vivido en orfanatos, pero es la chica más feliz del mundo haciendo lo que más le gusta: cantar. Cada noche sueña con ello, con cantar junto a una persona que aparece cada noche en su mente, aunque todav...