Capítulo 10.

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Es algo que me sorprende y que podría decirse que incluso me incomoda. Cuando se ha despejado completamente la sala puedo ver yo misma que somos cuatro solistas, ¿cómo es eso posible? Tenían que ser dos, y posiblemente Edgar y yo, los que cantáramos los duetos, pero sin embargo hay cuatro nombres.

No lo entiendo y en cierto modo me da igual, porque a la vez sé que estoy ahí y que voy a viajar a varias ciudades cantando, es mi sueño, lo que quería hacer desde que entré por primera vez al orfanato y Lola me enseño la sala de ensayo con su espectacular escenario.

Al primero que quiero dar la gran noticia es a Edgar, pero no lo encuentro por ninguno de los sitios donde no me está prohibido ir. Ni hablar de la planta de los chicos, por supuesto. Así que viendo que ni en el comedor, ni en el patio trasero, solo me queda el patio de la parte delantera, no lo veo a simple vista, pero sí lo reconozco a lo lejos... ¿es él? Eso parece. Pero me quedo parada cuando compruebo que no está solo, si no acompañado por una chica, entrecierro los ojos para ver con claridad que es... ¡Irene! ¿Qué hace Edgar con Irene? Nunca antes los había visto juntos, aunque desde luego, eso no quiere decir que ahora mismo atónita observe cómo se besan apasionadamente, como si de la película más romántica del mundo se tratara.

Me alejo de ahí sin palabras, le iba a dar yo una noticia y acabo alejándome con otra aún mejor. Edgar e Irene, nunca me lo habría imaginado.

Por la noche se organiza una especie de fiesta, de esas light que se celebran cada dos por tres en el orfanato para celebrar cualquier cosa. Tras cenar, mi amiga y yo decidimos cambiarnos la ropa diaria por algo un poco más decente, si la fiesta en parte es por nosotras, no podemos hacer menos.

Estoy haciéndome la raya del ojo mientras aconsejo a Diana qué vestido sí y cual no, saca como seis o siete antes de decidirse por fin.

— Ese es perfecto — Le digo cuando sale con uno de color azul oscuro — Seguro que a Fabio le encantará.

— ¿Quién te ha dicho a ti que quiero que le guste a Fabio? — Pregunta de mala gana y con los brazos en jarras.

— Eso no hace falta decirlo, se ve — Le sonrío — Esas discusiones vuestras que pueden durar horas... ¡venga ya! Tiene que haber algo detrás de eso, os gusta discutir y tienes que admitirlo.

Me saca la lengua antes de darse la vuelta, seguramente que para que no vea que se ha ruborizado. No sé cuándo va a reconocer que siente algo por Fabio, pero yo siempre intento darle un pequeño empujón.

— Pero, ¿y tú? — Una vez pasado el bochorno, vuelve a la carga — ¿Para quién te pones así si se puede saber? ¡Ah, no, pero si ya lo sé! ¿Crees que me he olvidado de tu confesión de sentimientos?

— No digas tonterías... — Bufo, negando repetidas veces con la cabeza — Diste por sentado que me gusta Edgar cuando en realidad no es así. Además, se nota que no te has enterado de la última del orfanato.

Se acerca a mí y se me queda mirando con el semblante serio, sin mover ni uno de los músculos de la cara, tengo que ahogar una sonrisa, quiere que le cuente todo y esa es su extraña forma de interrogarme.

— Edgar está con Irene — Suelto — Bueno, no sé si es oficial o uno de esos rollos pasajeros, pero desde luego algo tienen, lo he visto con mis propios ojos.

— No pegan ni lo más mínimo — Hace gestos como que le dan ahorcadas y suelto una carcajada — No te preocupes, no creo que duren mucho.

— Créeme, Diana, que Edgar esté con Irene no me supone ninguna preocupación.

Quiero hacerla entrar en razón pero no hay manera, así que me doy por vencida y la arrastro hacia abajo, llevamos preparándonos tanto tiempo, que no sé si la fiesta seguirá. Mañana es día de clase y tenemos como toque de queda las doce, apenas nos queda una hora.

Fabio, Edgar y todos o casi todos los demás, ya llenan al completo el comedor. Hay música, aunque a volumen bajo, puesta por la sala y algunas bebidas sin alcohol, solo faltaría.

Nos reunimos con nuestros amigos y observo que Diana va directamente a Edgar, me muerdo el labio inferior mientras deseo con todas mis fuerzas que no lo haga, que por favor no haga lo que temo que acabará haciendo.

— Así que estás con Irene — Dice, sin ni siquiera saludar. Yo miro al suelo, ella fijamente a Edgar, que no sabe dónde meterse, y Fabio observa a ambos con la boca abierta, ¿es que no lo sabía?

— Veo que las noticias vuelan... — Susurra, rascándose la nuca incómodo.

— ¿Estás con Irene? — Ahora todos nos fijamos en Fabio, que parece molesto y no le culpo. Se supone que los mejores amigos son los primeros en enterarse de las novedades — Pero, ¿cómo? ¿Desde cuándo?

— Yo tampoco lo esperaba... pero hoy después de la actuación se me ha acercado, hemos hablado y bueno, supongo que ha surgido la chispa. — Explica con lentitud.

— La chispa, seguro — Diana chasquea la lengua cruzada de brazos — De un día para otro han surgido entre vosotros fuegos artificiales, claro que sí.

Edgar abre la boca para replicar a la vez que me mira a mí, supongo que para que lo respalde, pero yo lo único que hago es mover la cabeza a ambos lados, deseando que deje el tema. No sé qué demonios le pasa a Diana, pero si quiere estar con Irene que lo haga y ya está, cada uno es libre de tomar sus propias decisiones.

Hablando de ella y como si la hubiéramos llamado, Irene se acerca a nuestro grupo por primera vez en años que llevamos juntos en el orfanato.

— ¿Qué tal, chicos? — Saluda amable. Devolvemos el saludo tan real como podemos aparentar, ella se agarra al brazo de Edgar. — ¿Bailamos? — Pregunta a él, que asiente y se despide con la mano mientras se mete con ella entre un grupo de gente que ya baila al ritmo de la música.

— No me lo puedo creer — Diana pone los ojos en blanco mientras los tres nos quedamos observando a la nueva pareja. — ¿Es que acaso no os dais cuenta?

Fabio y yo nos lanzamos una mirada cómplice, ¿de qué se supone que tenemos que darnos cuenta y... por qué no estamos disfrutando de la fiesta?

— Veo que no — Hace aspavientos con los brazos — ¡Trama algo! Venga ya, ¿por qué justo ahora que han sido las audiciones y vamos a ir al campeonato se pega a Edgar? No me huele bien...

Me quedo pensando, ¿puede tener razón? Pero si es así, ¿qué quiere Irene de Edgar? Ella ya tiene pareja de canto, Mario. También lo hace bien, aunque no tanto como mi amigo... ¿tiene eso algo que ver?

Pero todo pensamiento se disipa cuando Elías aparece por la puerta. Ocurre algo extraño a mi alrededor, como si se volviese borroso todo cuanto hay porque él está ahí. 

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¡¡Hoooli!!♡

Bueno, pues aquí os dejo un nuevo capítulo, ¡espero que os guste!

¡Os leo como siempre!♡

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora