Capítulo 36.

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NARRA ELÍAS

Creo que he hecho bien al ser sincero con Julieta. En realidad no sé porqué quiero serlo, pero si estoy seguro de que todo con ella tiene que ser claro como el agua. Que sepa en cada momento lo que hago con mi vida pues, sin darme cuenta, ella ha interferido en ella de una manera que ni me imaginaba.

El paso que debo dar ahora está claro, y es terminar mi relación con Sonia aunque eso nos cueste a ambos, aunque me temo que más a ella. Recuerdo con pena su expresión de la otra noche.

— Debemos hablar — Le dije al llegar a casa. Me dirigí al sofá y le indiqué con la barbilla que me acompañara.

— ¿Ha ocurrido algo? — Pregunta, con los ojos muy abiertos.

— Bueno... ya sabes que hace tiempo ocurre algo entre nosotros, o más bien no ocurre — Expliqué con las mejores palabras que encontraba. — Tenemos que solucionar esto de la mejor manera para los dos.

— Si, es cierto — Asiente, tragando saliva y haciéndome respirar tranquilo por un momento, ella también sabe lo que debemos hacer. — Siempre nos hemos entendido, sabemos cómo volver a hacerlo, ¿verdad?

El mundo se me cae encima, esa es una de las razones, que no nos entendemos, nada es igual ya, todo ha cambiado. Pero al mirarla a los ojos castaños y tristes compruebo que no va a darse por vencida, yo la convencí hace años de que no lo hiciera... ¿cómo iba a saber yo esto? ¿Cómo saber que iba a aparecer una persona que me hiciera ver otro mundo distinto a lo que tengo?

— Pero Sonia, ¿no crees que llevamos demasiado tiempo nadando a contracorriente? — No tengo ni idea de cómo seguir con esto — Durante tres años hemos intentando que esto siga para adelante y no ha funcionado.

— Solo necesitamos tiempo, Elías — Suena desesperada y siento un golpe tras otro en el estómago por tener que hacerle esto — ¿De acuerdo? Confía en mí, en esto. Lo solucionaremos como hemos hecho siempre, tú lo dijiste.

***

Tuve que darle la noticia a Julieta, tuve que ser sincero con ella, y lo cierto es que lo mío con Sonia no ha terminado, queda mucho por hacer. Primero y principalmente, hacer que ella entienda que esta vez no habrá solución. No sé si Julieta tiene algo que ver con esta decisión, espero que no, pero sí sé que ha sido la gota que ha colmado el vaso.

Desde que la he descubierto, ha sido como el mejor soplo de aire frío. Con ella me siento completamente pleno aunque sé que no debo, pero es que solo puedo mantenerme cerca de ella aunque debería estar alejado. Solo a mí se me ocurre proponerle un sitio donde seguir viéndonos, pero ver la ilusión en sus ojos me hace feliz. Sé que quizá ella sienta cosas pero, ¿y yo? ¿Las siento? No puedo sentirlas, lo nuestro no puede estar escrito por nuestra situación.

Camino ese día a la sala de ensayo pensando en los pocos días que quedan para la final del campeonato provincial. He sabido jugar las cartas, más bien la carta ganadora: Julieta.

Como casi siempre, es la primera en llegar. Desprende alegría con su pelo castaño al viento, moviéndose sobre su espalda, sus pies parecen levitar por el suelo y su sonrisa ilumina cada parte del escenario.

— Hola Elías — Saluda, con sus ojos tan atentos como siempre.

— Buenas tardes, Julieta — Le sonrío — Has llegado muy pronto.

— Eso no es nada nuevo — Se encoge de hombros — ¿Has pensado en lo que te dije sobre Mario?

Frunzo el ceño, no sé qué hacer al respecto, lo que sí sé es que no quiero que nadie vuelva a hacerle daño, no lo merece. Cuando me enteré de lo que habían planeado sobre ella tuve que controlarme y solo expulsarlos del grupo. Si fuera por mí ni siquiera estarían viviendo bajo el mismo techo que ella.

— ¿Estás segura de eso, Julieta? — Pregunto cauto — No sé si es buena idea que Mario vuelva, quizá te reabra viejas heridas, al fin y al cabo fue el primer chico con el que experimentaste algo relacionado al amor — Bajo la cabeza incómodo al decir eso.

— No me enamoré de Mario — Protesta, haciendo movimientos exagerados con los brazos, tan expresiva como siempre — ¿Tan difícil es entender para todos algo así? Sé lo que es enamorarse de alguien, Elías... y no era eso, no tenía nada que ver.

Tengo que contener la respiración cuando sus ojos se ponen sobre los míos. El color varía entre negro y gris y me quedo hipnotizado mientras la observo. Sabe lo que es enamorarse... esas palabras se repiten en mi cabeza.

Voy a contestarle, pero de repente un grupo de alumnos entra en tropel a la sala y me obligo a dejar sus ojos y no prestarles atención saludando amablemente a los demás.

Enseguida nos ponemos manos a la obra, voy de alumno en alumno perfeccionando cada pequeño fallo que veo, aunque cada vez lo hacen mejor, me sorprenden día a día cada uno de ellos, aunque por encima de todo está por supuesto ella. Si supiera lo buena que es en lo que hace...

La observo desde la parte de atrás interpretar Undo, y compruebo que le sale impresionante, desprende magia cada vez que abre la boca, haciendo que no pueda apartar la vista de ella, ¿por qué siento algo como eso?

Cuando acaba la clase espero paciente, como cada día, a que todo se despeje para que nos quedemos a solas. Siempre he observado que se quedaba, que cuando todos se iban ella seguía aquí sin descansos, sin pausas... me encanta que se entregue de esa manera.

— ¿Sabes que es imposible ensayar más tiempo del que tú lo haces? — Me acerco a ella, que está sentada sobre el suelo del escenario con la letra de su canción a su lado.

— Es una pequeña final, Elías — Alza la cabeza, mirándome a los ojos. Recuerdo que antes no lo hacía, hasta le costaba hablar conmigo, sin embargo ahora... incluso le brillan cuando los cruza con los míos — Hay que darlo todo, al menos eso es lo que tú siempre dices.

— Y es cierto... — Le sonrío, agradecido por lo que hace — Pero debes tener tu propio tiempo libre.

— Lo tengo, es este — Se encoge de hombros — Lo paso en mi sitio favorito y... bueno, con la persona con la que me siento bien — Se ruboriza al decirlo, y casi que yo también, pero tengo que mantener la compostura y aclarándome la garganta disimulo acercándome al piano.

Toco unas cuantas notas al azar mientras ella me observa desde el mismo sitio mientras respira hondo y cierra los ojos.

— ¿Hola? — Una voz nos sobresalta a ambos, que miramos a la puerta, donde Mario está parado. — Elías, ¿puedo hablar contigo?

Asiento, lanzándole una rápida mirada a Julieta, que parece pedirme con los ojos que haga lo que me ha pedido. Mario se acerca al escenario dubitativo, con las manos en los bolsillos y la cabeza baja.

— Me gustaría volver al coro — Susurra — Me arrepiento de todo lo que hice y prometo que no volverá a suceder nunca algo como eso.

— Hiciste algo grave a una compañera, Mario — Aprieto los dientes con desagrado — No puedo dejar pasar cosas como esas, ¿qué ejemplo daría entonces a los demás?

— Elías, por favor — Julieta se levanta de donde estaba, mordiéndose el labio inferior y acercándose a mí — Yo ya lo he superado, le he perdonado. Pienso que... hay que darle una segunda oportunidad. Creo que Mario nos ayudará a ganar.

La miro durante unos segundos eternos, y no quiero dejar de hacerlo, pero Mario está ahí, y también la mira con una sonrisa de agradecimiento. No hay que ser estúpido para acertar lo que sus ojos muestran al observarla... le gusta, siente cosas por ella y puedo apreciarlo. Quizá ella también por él, al fin y al cabo el primer amor no se olvida.

Observo a ambos, primero a uno, luego al otro...

— Está bien... — Accedo, a Julieta no puedo negarle nada, está comprobado — Pero será la última oportunidad, Mario. Si la desperdicias, no habrá nada que hacer. 

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora