Capítulo 37.

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Estoy conteniendo mi alegría y mi euforia con todas mis fuerzas. Quiero saltar sobre Elías y agradecerle que haya hecho esto, pero Mario sigue en el mismo sitio.

— Muchísimas gracias, de verdad — Está tan contento como yo — Y tú Julieta, si no hubiera sido por ti... — De repente me tiene entre sus brazos y me estrecha en ellos, y yo reconozco su perfume. Ese que me llegaba cada vez que me besaba y me susurraba cosas al oído. Algo en mi pecho se ablanda... pero no le devuelvo el abrazo, mis brazos se quedan inertes a ambos lados de mi cuerpo.

— Venga, Mario, no es para tanto — Logro zafarme de él — Solo demuestra lo que sabes hacer.

Asiente, vuelve a darnos las gracias como tres o cuatro veces más y se disculpa para ir con sus amigos, supongo que a darles la gran noticia... aunque no creo que todos se alegren, sobre todo Irene.

— Ha sido muy bonito por tu parte lo que acabas de hacer — Le digo, pasando el peso de un pie a otro, incómoda por tener que controlar cada acto hacia él.

— Tengo que trabajar eso de decirte que no alguna vez, ¿sabes? — Sonríe, alargando una mano para que sus dedos rocen mi brazo durante unos segundos.

Con cada roce suyo mi corazón se altera, tengo que respirar hondo al ver que él no se contiene, que él lo hace y ya está y yo sin embargo soy incapaz. Caigo en la cuenta de que quizá ese gesto no signifique lo mismo para ambos. Por eso lo hace.
Al fin y al cabo, nadie nada más que yo misma he decidido hacerme ese tipo de ilusiones respecto a Elías... y él es mi profesor.

— ¿Está todo bien? — Disipo mis pensamientos unos minutos para comprobar que sigue ahí, ahora mirándome con el ceño fruncido.

— Sí, claro — Intento sonreír. — Oye, ¿hay novedades acerca de Sonia? — Me sorprendo a mí misma mencionando su nombre.

— No por ahora — Mueve la cabeza a ambos lados rápidamente — El viernes vuelvo a verla, intentaré solucionarlo todo.

Lo que resta de tarde, que son un par de horas, lo pasamos ensayando mi canción aparte de gastarnos alguna que otra broma, o recibiendo alguno de sus roces que le salen de forma natural y con los que soy incapaz de reaccionar. Decidimos parar cuando es casi la hora de la cena.

— Es increíble, Julieta — Dice, levantándose mientras se mira el reloj — Haces que el tiempo pase volando.

— Eso dicen, ¿no? — Le sonrío, levantándome también y acomodándome la ropa. — Que cuando estás a gusto con alguien el tiempo parece desaparecer.

— Así es — Con una sonrisa empieza a recoger todo, amontona papeles y me mira por encima del hombro — Nos vemos mañana entonces, ¿no?

Asiento, quedándome en el mismo sitio, él se gira de nuevo para mirarme de forma divertida.

— A mí también me pasa, Julieta — Susurra — Algo, lo que sea, me retiene aquí contigo. Ojalá pudiéramos seguir en esta sala.

— Ya, pero no es posible — Arrugo la nariz — Nos vemos mañana, Elías.

Me despido con la mano y él hace lo mismo. Cuando salgo a la sala de juegos compruebo que ya no hay nadie, falta muy poco para la hora de la cena así que me dirijo al comedor, que sí está repleto. Me siento junto a mis tres amigos, que no tardan en mirarme en forma de reproche.

— ¿Qué pasa? — Termino preguntando cuando ninguno me quita los ojos de encima.

— ¿Dónde estabas? — Edgar es el primero en preguntar, inclinándose en la mesa hacia adelante.

— Ensayando — Me encojo de hombros, haciéndome la inocente tanto como puedo... aunque en cierto modo no les estoy mintiendo.

— Hemos visto salir a Mario de la sala de ensayo hace un rato — Habla ahora Fabio, en voz baja como siempre hace — No vamos a juzgarte, Julieta... pero no creemos que sea buena idea que vuelvas a involucrarte con él después de lo que te hizo.

— ¿Involucrarme con Mario? — Sus ocurrencias me pillan totalmente por sorpresa, pensaría cualquier otra cosa pero, ¿en serio, Mario? — Se nota que no tenéis muchas cosas que hacer, porque os estáis volviendo locos. No me estoy viendo con Mario a escondidas si es lo que pensáis.

— Entonces Juli... — Edgar entorna los ojos, como si de un interrogatorio se tratara, ¿cuándo hemos llegado a esto? — ¿Cómo explicas tantas horas ahí metida? — Señala hacia la sala de ensayo con la barbilla — ¿O tus escapadas nocturnas?

Me doy cuenta de que Diana no ha interferido para nada en la conversación, porque sabe la realidad, por supuesto, pero nadie más puede saber que con quien me veo es con Elías, ni siquiera mis mejores amigos... aunque confíe en ellos no sé por dónde pueden salir.

— Dejemos el tema — Bufo, mosqueada mientras me levanto para servirme la cena, que acaban de sacar y ya colocan sobre las muchas bandejas.

Antes de llegar a ellas, miro por encima del hombro para ver que mis dos amigos siguen cuchicheando en susurros mientras Diana les dice que se callen, lo escucho todo pero hago como que no.

Veo entonces a Elías entrar en el comedor, aunque no se dirige a ninguna de las mesas ya ocupadas, si no a la reservada para el personal, donde ya cenan Lola entre otros. Nuestra mirada coindice un segundo, lo justo para que me lance una sonrisa que hace que me tenga que sujetar porque mis piernas no paran de temblar, ¿siempre va a provocarme esas cosas sin ni siquiera saberlo?

De repente, una mano se posa sobre mi espalda, haciendo que me sobresalte, me había perdido de nuevo en Elías, ya era algo normal.

— Sería muy pesado si te diera de nuevo las gracias, ¿verdad? — Mario está a mi lado, sirviéndose también la cena.

— La verdad es que sí — Le sonrío de forma amable, removiéndome para que su mano pierda el contacto con mi espalda — Solo aprovecha esta oportunidad, Mario, y me doy por agradecida.

— Quizá pueda hacer algo más — Tuerce la boca y su famoso hoyuelo se acentúa sobe su barbilla — ¿Qué te parecería venir esta noche donde nos por primera vez? Podría estar bien pasar de nuevo tiempo juntos.

— No te lo tomes mal, Mario — Frunzo el ceño, alejándome un paso, estaba demasiado cerca — Pero algo que hiciste a la fuerza no está bien, nunca estará bien.

— Dejando atrás toda la estúpida apuesta, Julieta... me gustabas mucho — Echa el aire por la nariz e incluso parece sincero — Intentaré como sea que las cosas vuelvan a ser como eran entre nosotros.

— Me temo que eso ya... es imposible. Seremos amigos. — Me encojo de hombros con una pequeña sonrisa, termino de coger la bebida, que es lo último que me faltaba, y me giro para volver a mi mesa.

De camino entre las demás mesas, algo en mí me obliga a mirar hacia donde Elías se encuentra desde hace apenas unos minutos, pienso que estará inmerso en una de esas conversaciones de profesores, pero está serio, fuera de toda charla que puedan mantener en esa mesa ahora mismo, tiene ambos codos apoyados sobre el tablero ya su vez las manos apoyadas en sus manos mientras frunce el ceño... nada me dice que vaya a sonreírme en este momento.

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora