I

155K 10K 4.1K
                                    




I. El Castillo.





Thea




-Tu abuela llamó. -Escuché a mi madre decir desde la cocina.

-¿Y que fue lo que dijo? -Contesté desde la sala sin mostrar mucho interés, no es que no me importase mi nana, pero estaba en un punto decisivo en el juego de ajedrez que sostenía con mi padre, si hacía una mala jugada perdería, por tercera vez.

-Necesita que vayas a ayudarle al castillo. -Y entonces perdí el juego.

-Jaque-mate. -Mi padre alardeó contento.

-¿Qué? -Pregunté esta vez levantándome de mi asiento para arrastrar mis pies hasta la cocina donde mi madre preparaba la cena.

-Realmente necesita tu ayuda. -Aclaró mientras picaba zanahorias.

-¿Tengo que ir? -Sabía la respuesta, y aún así formulé la pregunta.

-Tu abuela no lo pediría si no fuese una urgencia, así que si, tienes que ir.

-¿Sabes que ha pasado? -Cuestioné.

-A estas alturas deberías de saber que tu abuela jamás diría algo de lo que ocurre en el castillo, no por nada es una de las trabajadoras de más confianza.

Dejé salir un suspiro conformista. Mi abuela había nacido en el castillo siendo hija de una de las cocineras en este mismo, se crió y creció siguiendo la misma profesión de su madre en ese lugar. El castillo la vio convertirse en una mujer hecha y derecha, que incluso al casarse y concebir una hija siempre encontraba su camino de regreso a la cocina real, es por eso que era considerada la mujer más leal a la realeza.

Afortunadamente mi madre no siguió sus pasos, a los 20 años contrajo matrimonio con mi padre, quien ciertamente tenía una buena posición económica, no me atrevería a decir que solo se casó con él por interés, pues me queda muy claro que mis padres se aman en una forma no tan común en estos días, el punto es que mi madre dejó el castillo en cuanto tuvo oportunidad, y lo agradecía en una gran manera.

Odiaba el castillo, respetaba a mi rey y a la realeza en general, pero no soportaba la idea de vivir en una nación donde el destino de su gente está en manos de lo que se le ocurra a un hombre, donde la población no tiene voz y es sometida a los deseos del rey.

El castillo representaba casi todo lo que aborrecía.

-Mañana por la mañana tu padre te irá a dejar a las afueras del palacio donde tu abuela te recogerá.  -Indicó mi madre e inmediatamente escuché a mi padre quejarse.

-¿Qué? ¿Por qué yo? ¿Acaso Ofelia no puede venir por Thea?

-Harold... -Advirtió mi madre.

-Bien, no me queda de otra. -Escuché sus pasos acercarse hasta donde nos encontrábamos nosotras. Mi madre sonrió y mi padre la miró con adoración.

-No Harold, no te queda de otra.

-No me gusta ir al castillo. -Solté recordándoles mi presencia.

-Lo sé cariño, pero ya te he dicho que tu abuela te necesita, además ya has ido a ayudarla antes, no es tan malo ¿verdad?

Anteriormente había ido con mi abuela por las mismas razones, cada vez que se quedaban sin ayuda en un área de manera inesperada me mandaba a traer para que ofreciese mis servicios, no cualquiera podía entrar al castillo, solo gente en las cuales se tuviese confianza, al ser nieta de "doña Ofelia" calificaba automáticamente. Normalmente no duraba más de dos días en ese lugar, casi siempre encontraban a alguien rápidamente para ocupar el lugar vacante que habían dejado.

En mis cortas y contadas estadías en el palacio solo una vez había visto al rey en persona, por unos cuantos segundos en los que lo miré atravesar uno de los salones principales que en ese momento me encontraba sacudiendo. Por otra parte jamás había visto al heredero al trono, hasta donde se por algunos rumores es que casi siempre se encontraba fuera del castillo, en una de las casonas a las afueras del norte del reino, pero una vez más solo eran rumores.

La única verdad era que nadie sabía a ciencia cierta algo sobre el príncipe.

Era un misterio real.


⚔️⚜️⚔️



Contemplé a mi nana bajar de la pequeña carroza, pasó sus manos sobre el delantal limpiándolas, lo cual era algo que hacía de manera común, casi como un tic.

-¡Cada vez te pones más guapa! -Dijo mientras me daba un fuerte abrazo. -Hola, Harold. -Saludó a mi padre quién se encontraba detrás de mi.

-Hola Ofelia.

-No te preocupes que Thea se queda en buenas manos, les haré saber cuando tengan que venir a recogerla. -Mi padre asintió, se despidió dándome un beso en la frente y con eso se fue.

-Vamos hija, que no hay tiempo que perder.

Y sin más nos montamos en la carroza recorriendo el corto viaje que nos quedaba hasta la entrada del castillo.

Al ser parte de la servidumbre no entrábamos por la reja principal, teníamos que rodear el castillo a las partes traseras donde varios guardias custodiaban la entrada. Luego de pasar por una pequeña inspección al fin nos adentrábamos al castillo, sentí mi estómago quejarse, siempre era así.

-Toma tus cosas y baja, supongo que ya sabes que hacer, ¿no es así? -Asentí. -Bien. Ve, en un momento te alcanzo.

No dije más y obedeciendo tomé el pequeño bolso que traía conmigo, no necesitaba de muchas cosas pues no pasaba mucho tiempo aquí, solo requería de cambios de ropa interior y poca ropa civil, pues como es de suponerse la mayor parte de mi estadía la pasaba en un uniforme.

Me adentré en el castillo, cada vez que lo hacía era como si me trasladase a otra época, pues aunque viviésemos en pleno siglo XXI la construcción del lugar te hacía creer que aún seguías en los años 1400s, o quizá antes.

Atravesé el almacén de comida para así llegar a uno de los tantos pasillos del palacio, hice mi recorrido el cual sabía de memoria hasta el área donde se encontraban los dormitorios de las empleadas, saludé a las personas que me encontraba a mi paso, la mayoría me conocía. Busqué el pequeño cuarto que siempre ocupaba en mis estadías en la fortaleza real, justo al lado del de mi nana.

Abrí la puerta encontrándome todo exactamente a como lo había visto la última vez, acomodé las pocas pertenencias que cargaba para después sacar del closet uno de los uniformes que siempre colgaban dentro de este, cambié mis ropas rápidamente y me aseguré de que mi cabello estuviera recogido en orden en un moño alto.

-¿Se puede? -Escuché a mi nana llamar a la puerta luego de unos minutos.

Me acerqué a remover el seguro y mi nana entró en el pequeño cuarto.

-Me alegra que ya estés lista. Son las 6:00am, vamos a desayunar para así comenzar con nuestras labores, ¿de acuerdo? -Asentí.

-¿Que ha pasado esta vez, nana? -Me atreví a preguntar.

Mi nana dudó unos instantes antes de hablar;

-El rey ha caído en cama.

Y sin decirme nada más salió de la habitación, seguí sus pasos con cautela, no pude evitar rodar los ojos sin que se diera cuenta, cada vez que al rey le daba un simple resfriado el palacio entero se hundía en drama y desesperanza, exagerando completamente la situación.

Como si no supieran que un rey es casi imposible de matar.


Hola, hola. Aquí el primer capítulo. Muchísimas gracias por leer, por darle una oportunidad a esta historia, significa demasiado para mi. Por favor no olviden votar y comentar, sería el mundo para mi. Los amo y que Dios me los bendiga. ¡MUUUA! ⚡️

K I N G  #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora