XXIV

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XXIV. Mejor Que Un Rey.




¿Tenía que contestar? ¿Se supone que debería estar agradecida con él?

Ante mi silencio el príncipe se adentró en la habitación cerrando la puerta detrás de él. Con pasos lentos llegó hasta donde me encontraba que era en la entrada del baño.

Sonrió de lado antes de tomarme del brazo y jalarme hacia él con bruteza.

-¿Quieres que te diga un secreto, Thea? -Habló suavizando su agarre en mi piel. -Te di esta habitación porque es la más cercana a la mía.

Me quedé callada mientras el heredero colocaba ambas manos en mi cadera apretando la piel sobre la tela, di un respingo ocasionado por la misma acción.

-Te lo voy a repetir una última vez Thea, solo yo puedo entrar en esta habitación, nadie más. -Su agarre se hizo más firme, por lo que puse ambas manos sobre su pecho tratando de mantener un poco de espacio entre nosotros. -No quiero enterarme que Nash respiró siquiera cerca de aquí, créeme, no te van a gustar las consecuencias.

El príncipe comenzó a avanzar hacia atrás jalándome con él. Se estaba dirigiendo a la cama. Cuando llegó al borde de esta se sentó quedando conmigo parada entre sus piernas.

-No me voy a acostar contigo, al menos no hoy. -Dijo como si hubiese leído mi mente. -Pero eso no significa que no quiera hacerte otras cosas.

Lo estaba escuchando hablar, pero mis pensamientos estaban en la promesa que le había hecho a Nash apenas hace unas pocas horas.

El príncipe pasó sus manos por mis piernas acariciándolas antes de ponerlas detrás de estas e incitarme a que me sentara a horcajadas sobre él.

Mi rostro quedó a la altura del suyo, mis manos que se sentían sudorosas descansaron sobre sus hombros, mientras que las suyas continuaban acariciando mis piernas las cuales se encontraban a sus costados. Debido a la posición en la que estaba mi falda se había subido por lo que el príncipe no tardó en comenzar a jugar con el elástico de mi ropa interior.

-Quiero que te muevas para mi, Thea.

Mi garganta se había secado, sus manos subieron a mi cadera y comenzó a guiarme de manera que me movía de adelante hacia atrás sobre él.

El príncipe me sostuvo la mirada mientras continuaba con mis movimientos, sus labios se abrieron ligeramente y sentí su erección contra mi entrepierna.

La necesidad de que algo más pasara se instaló en mi, y por lo visto el príncipe sentía lo mismo, su respiración se estaba volviendo pesada al igual que la mía, sus labios...

-¿Su alteza?

Alguien habló detrás de la puerta.

Me detuve en seco y el príncipe gruñó con frustración.

-¡Largo de aquí Enzo! -Respondió con su voz sonando más ronca de lo normal.

-Es de suma importancia, su majestad.

El heredero echó su cabeza hacia atrás dando una profunda respiración, por sorprendente que suene, el príncipe me hizo a un lado con cuidado, de manera que quedé sentada en la cama.

Me puse de pie al mismo tiempo que él acomodando mi falda, no pude dejar pasar desapercibido el bulto que se alzaba en sus pantalones.

El príncipe caminó hasta la puerta y la abrió solo un poco. -¿Qué es lo que quieres? -Dijo con dureza.

-Los miembros de El Consejo del Rey han llegado inesperadamente, al parecer su padre los ha citado, pensé que le importaría saberlo. -Escuché que Enzo dijo.

-Hiciste bien en venir a avisarme. -Dijo el heredero. -Puedes retirarte, yo me encargo del resto. -Y con eso cerró la puerta.

Lo miré sintiéndome incómoda, no podía huir de esta situación.

-Estaré ocupado el resto del día, no te necesitaré, puedes tomarte un descanso, pero sin salir del castillo. -Dijo y dejándome ahí parada salió de la habitación.

Me quise golpear en el instante en el que mi mente procesó con lentitud todo lo que había sucedido, ¿por qué caía ante él tan fácil?

No quería pensar más en el asunto, aprovecharía que el príncipe me había dado "el día libre" para descansar y poder dormir, Dios sabía que lo necesitaba.



Sean


Acomodé mi pantalón antes de entrar en el despacho de mi padre.

-¿Que hace El Consejo aquí? -Pregunté llamando su atención. -¿Tú los mandaste a traer?

-No, si El Consejo se encuentra aquí es por tu culpa. -Contestó, fruncí mi ceño en confusión.

-¿Mi culpa? -Cuestioné, a mi no me convenía que esos ancianos estuvieran en mi contra.

-Así es, se enteraron de tu comportamiento en el baile de anoche donde se suponía que tendrías que elegir a una potencial esposa, y en su lugar te desapareciste. -Riñó. -El Consejo está al tanto de mi salud y lo sabes, tú eres el futuro rey y necesitas una esposa para concebir herederos.  Ellos están aquí para discutir ese tema.

Resoplé ante sus palabras. -No pienso casarme ni hoy, ni mañana, ni nunca. Yo no necesito de una esposa, ¿cuando lo van a entender? Me niego a unirme a una mujer ignorante, tonta e ilusa, que lo único que le importe sean los vestidos caros y usar una corona que no le corresponde y ni siquiera merece.

-¿Y si encuentras a alguien inteligente que si lo merezca? -Bufé.

-Entiéndelo padre, yo necesito herederos, no una esposa. -Repetí como por milésima vez desde que tenía dieciocho años.

-Tú eres el que necesita entender, no puedes reinar sin tener a alguien que reine a tu lado y El Consejo está aquí para decírtelo.

-Eso ya lo veremos.

-Sean... -Mi padre habló con advertencia. -Te he tolerado ya muchas cosas, pero es momento de que empieces a actuar como lo haría un rey.

Oh no, no había dicho eso.

-¿Comenzar a actuar como un rey? ¿De que estás hablando? SI DINAMARCA ESTÁ DE PIE ES GRACIAS A MI, ¿O ACASO YA OLVIDASTE QUIEN FUE El QUE  SALVÓ EL REINO DE UNA INEVITABLE CAÍDA? FUI YO, NO TÚ. SI DINAMARCA ES LO QUE ES, ES POR MI, PORQUÉ ESTOY ACTUANDO MEJOR QUE UN REY, MEJOR QUE TÚ.

Tres guardias irrumpieron en el despacho amenazando con sacar sus espadas en protección al rey. Podía ser su hijo, el príncipe, pero no se me era permitido gritarle u ofender de otra manera al actual dueño de la corona.

No era el rey, no todavía.

-No voy a casarme.

Finalicé y salí azotando la puerta.

Lo necesitaba muerto cuanto antes.



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