XXXII

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Mini Maratón.
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XXXII.Luz.







El príncipe me mira con curiosidad mientras yo juego nerviosa con mis dedos.

-¿Y por qué debería hacerte caso? -Cuestiona como si no pudiera creerse del todo que le hubiese pedido semejante cosa.

-Por favor. -Rogué, alzando mis ojos para encontrarse con los suyos.

El príncipe se puso de pie negando repetitivamente, rodeó el escritorio hasta que quedó frente a este y se recargó cruzando ambos brazos sobre su pecho.

-Digamos que accedo, ¿que beneficio obtendría yo? Porque si somos honestos a mí no me interesan en lo más mínimo tus problemas.

Suspiré en derrota, claramente no obtendría lo que estaba buscando.

-Perdón por hacerle perder el tiempo. Con su permiso, su alteza.

Hice una reverencia y me marché, al menos lo había intentado.








⚔️⚜️⚔️









El siguiente día fue una historia completamente distinta, o al menos lo fue para mí.

Fue como ver un maldito rayo de luz en medio de toda la oscuridad.

Me desperté a la misma hora de siempre, lo único diferente que hice en mi rutina mañanera fue agregar varias capas de maquillaje sobre las marcas esparcidas en mi cuello. Esta vez hice un buen trabajo en ocultarlas por completo.

Salí de mi habitación y llegué a la cocina topándome con Sky que me miraba con acusación, no habíamos vuelto a hablar desde ayer, y eso era mi culpa, trataba de esquivarla lo más que podía.

-Buenos días. -Dije saludando a los presentes y de entre las respuestas pude apreciar el bufido de Sky.

Mi nana me ofreció el desayuno y al sentirme sin apetito lo rechacé.

-¿Quieres que te ayude en algo antes de que le lleve el desayuno al príncipe? -Le pregunté y ella negó.

-Estoy bien mi niña.

Mordí mi labio inferior asintiendo, decidí alejarme del lugar para continuar evitando a la rubia de ojos verdes.

Faltaba un poco menos de una hora para que tuviera que subir el desayuno a la alcoba del heredero así que decidí regresar a mi habitación para recostarme por un rato.

Abro la puerta y me sobresalto al notar a Nash recostado en mi cama, tal y como lo había estado la vez que entró en mi recámara mientras me daba un baño.

-¿Que haces aquí? -Preguntó incorporándose quedando sentado en la cama, lucía sorprendido, como si de todos los lugares este fuera el último en el que esperaba encontrarme, lo cual resultaba irónico, esta era mi habitación.

-Esta es mi recámara, la pregunta es; ¿qué haces tú aquí? -Dije cerrando la puerta detrás de mi.

Nash me miró por unos largos segundos en los que pareció pensar en una respuesta, sus ojos azules por primera vez encontraron los míos y suspiró luciendo cansado.

Se puso de pie dando unos cuantos pasos hasta que quedó frente a mi.

El silencio se mantuvo entre nosotros y cuando yo estaba a punto de hablar él se me adelantó.

-No tienes que darme ninguna explicación, cariño, después de todo nunca fuimos nada, al parecer yo era el único que había imaginado lo contrario. -Una de sus manos acarició mi mejilla, cerré los ojos ante su tacto, sentía como lentamente me estaba derrumbando ante él.

-Te hice una promesa Nash, y yo... lo siento tanto.

Sus ojos azules parecieron apagarse y sonrió con tristeza.

-Quizá algunas promesas son demasiado pesadas como para cargarlas por siempre. -Susurró como si le doliera demasiado el decirlas.

Me sentía la peor persona en toda la faz de la tierra, un ser tan hermoso como lo es Nash no se merecía que lo hubiera tratado de la manera en la que lo hice.

-Te voy a estar esperando en el jardín a la media noche, me gustaría mostrarte algo, ¿está bien? -Asentí sin la necesidad de pensármelo más de dos veces.

Sentí sus labios posarse sobre mi frente y sin más se marchó.

Me quedé ahí parada abrazándome a mí misma, me estaba metiendo en un juego peligroso, y como mi abuela decía; el que juega con fuego, eventualmente se quemará.

Y sentía que yo ya me había quemado.

La vida en el castillo se me estaba yendo de las manos, jamás imaginé que cuando mi nana me pidió ayuda acabaría en esta situación, de haberlo sabido, jamás hubiera aceptado.

Pasé 17 años sin querer saber absolutamente nada de la monarquía, para que en casi medio año terminara siendo seducida por un futuro rey, y lo que es peor, con sentimientos por otro príncipe.

Regreso a la cocina para después subir con el desayuno del príncipe, golpeo la puerta exactamente dos veces antes de que escuche la voz del heredero diciendo que pase.

En cuanto entro lo primero que veo es a la Duquesa Sophia con el rostro completamente rojo, hubiera pensado que estaba pasando algo entre ella y el príncipe de no haber sido porque nos miraba como si quisiera arrancarnos la cabeza a ambos.

Desvíe mi mirada de ella y la posé en el heredero quien parecía harto de la situación, me apresuré a dejar el desayuno en la mesita y traté de marcharme lo más rápido posible de ahí.

-¡Tú! -Sophia me señaló haciendo que me detuviera. -Pensaba que eras diferente, pero resultó que eres igual o peor que Sean.

-¿Quieres callarte ya? Me estás dando dolor de cabeza. -La Duquesa lo miró casi con llamas en sus ojos.

-Este es el último favor que te hago. -Soltó con odio y salió de la habitación hecha una furia.

Pensé en imitar su acción y marcharme, pero una vez más me detuvieron.

-Necesito que busques a Enzo, el tiene indicaciones que darte. -Mi ceño se frunció con confusión, pero aún así asentí.

-Con su permiso, su alteza.

Salí de su alcoba en busca de Enzo, pero por más que preguntaba por él parecía que nadie lo había visto en toda la mañana.

Decidí ir a la cocina, quizá mi nana sabía algo, pero cuando entré en esta noté que mi abuela no se encontraba ahí.

-¿Y mi nana? -Pregunté por lo alto a nadie en específico.

-Está en la entrada del castillo junto a Enzo. -Respondió una de las ayuntes.

Aún más confundida que antes agradecí y salí en busca de Enzo, al menos ya sabía dónde se encontraba pero lo que no entendía era que hacía mi nana con él.

En cuanto abro la puerta que da hacia la entrada del castillo me paralizo.

Por primera vez en todo el tiempo que llevo en el palacio siento que todo va a estar bien.

Porque mis padres siempre han sido el rayo de luz en toda la maldita oscuridad.



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