XII

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XII. Laberinto.




»Porque todos vivimos en un laberinto, cariño, solo que mientras unos encuentran la salida, otros se pierden en el camino.«

-KING.





16 años y medio atrás.


Los reyes de Netherlands habían visitado el reino de Dinamarca con el fin de conocer a la nueva integrante de la familia real, la recién nacida princesa, después de todo eran familia.

Si bien el dulce príncipe Sean adoraba a su hermanita, podría decirse con facilidad que adoraba aún más pasar tiempo con su primo, el único niño de su edad con el que le permitían jugar.

El príncipe Nash Geen, segundo en la línea hereditaria a la corona de Netherlands, el segundo Geen de tres hermanos. Un encantador príncipe de ojos azules quién no intentaba ocultar su emoción cada vez que iban a visitar a sus tíos, era su lugar favorito, en especial por ese enorme laberinto que tanto llamaba su atención, aún nunca se hubiese adentrado en este.

-Mamá dijo que podemos salir al jardín a jugar. -Sean le dijo a su primo.

-¿Podemos jugar en el laberinto? -Preguntó Nash con entusiasmo.

-Mamá no dijo que no, así que creo que sí. -Contestó Sean. -¿No te da miedo perderte? -Cuestionó frunciendo sus cejas.

-Tú te sabes el camino, así que no. -Respondió seguro.

Ambos príncipes se dirigieron hasta el laberinto entre risas y empujones, Nash era el más entusiasmado de ambos, al fin entraría en esos enormes muros creados por gruesas paredes cubiertas con arbustos y flores.

Se detuvieron en la entrada de la fascinante construcción como si estuviesen contemplando si deberían entrar o no. Se miraron el uno al otro, era como si se pudiesen comunicar sin palabras, los pequeños no eran solo primos, eran mejores amigos. Eso era lo bello de todo.

-No te alejes mucho, ¿okay? -Nash asintió.

Empezaron a caminar dentro de esas paredes, Sean lucia bastante confiado de si mismo, y eso fue algo que Nash siempre admiró en secreto, aún cuando a su temprana edad no tuviese la menor idea de lo que eso significaba.

Caminaron por un largo rato, el ojo azul comenzaba lentamente a impacientarse al no ver rastros de la salida.

Por otro lado Sean estaba totalmente calmado, conocía el camino de memoria.

Tenían que pasar exactamente dos salidas a la derecha para llegar al centro del laberinto, donde se encontraba una enorme fuente rodeada por tulipanes.

-¡Pensé que ya habíamos llegado a la salida! -Nash se quejó.

Sean se burló. -Apenas llegamos a la mitad.

Nash suspiró con cansancio y decepción, pensaba que el laberinto sería más divertido.

-Hay que salir de aquí, mejor vamos a jugar en los pasadizos secretos. -Sean asintió en acuerdo.

K I N G  #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora