Amélie.
La guerra está perdida.
Cuatro palabras, una oración simple que lo ha cambiado absolutamente todo, que le ha dado la vuelta al mundo tal como lo conocía. En estos días en los que la guerra finalmente ha llegado a su fin, el Capitolio no parece el mismo. La gente corre ajetreada de un lugar a otro, y se habla en un tono de voz exageradamente elevado. Las palabras salen trémulas, temerosas y nerviosas de gargantas que han conocido gritos de angustia y dolor por primera vez. Las cenizas bañan hasta el último rincón de las calles, y casi se puede respirar la pólvora reseca. Siento que todos contenemos la respiración, conscientes de que las consecuencias están al caer. Caminamos por calles grises y cenicientas, bajo la atenta mirada de Katniss Everdeen en los carteles de guerra que aún cuelgan en los establecimientos.
Mi casa es de las pocas que aún se mantiene en pie. Los jardines están secos; algún cristal, roto; las paredes, moteadas con restos de pintadas…pero está en pie.
Ares, el nuevo vigilante, y uno de mis mejores amigos, abre los labios en una sonrisa al verme llegar.
-Buenas mañanas, Amélie -saluda, cordial-. ¿alguna novedad ahí fuera?
Me encojo de hombros y le muestro la portada del periódico que mi madre me ha mandado ir a comprar, en la que aparece una feroz Katniss Everdeen ataviada en uniforme de guerra. El titular reza “Everdeen gana. El Capitolio tiembla.”
Ares tuerce el gesto. Él, como Katniss, también viste de un uniforme demasiado elegante y serio como para mostrar el aire divertido que siempre suele acompañarle fielmente. El rostro de Ares tiene las facciones demasiado finas y una sonrisa demasiado dulce para ser soldado, pero no le queda otra si quiere ayudar a su familia, que ha cedido tras el persistente empujo de la guerra. Su pelo, rabiosamente moreno, se insinúa en forma de mechón liso aprisionado en el casco oficial, y en sus ojos castaños cruza una expresión de terror.
-Esto no nos incumbe a gente como nosotros. Además, no creo que todo ese rollo de las repercusiones ya acabada la guerra vaya en serio -declaro, observando la portada del periódico-. No hay nada de qué preocuparse.
Ares no se convence, su rostro sigue curvo.
-Por nuestro bien, eso espero, Mel.
-Eres un llorón -declaro yo, riendo ligeramente. El rostro de Ares se relaja.
-Eh, Mel -replica él-. Será mejor que entres, no quiero que tu madre se preocupe: ya sabes cómo es.
Pongo los ojos en blanco, y los labios de Ares tejen una risa musical.
-¿Te veo luego, cuando termine tu turno?
-Cuenta con ello -contesta él, y uno de sus ojos se guiña bajo sus finas gafas de cristal.
Mamá bebe té en el salón. Viste un vestido primaveral, y su pelo dorado está pulcramente recogido en un moño. Su mirada está distraída, fijada en un punto muerto de la habitación. No es consciente de que estoy en la habitación hasta que le tiendo el periódico y me siento en el sillón contiguo al suyo.
-Amélie, cariño -murmura con ternura, cogiendo el periódico-. ¿Te ha dado alguien algún recado para mí?
-No, no me he encontrado con nadie conocido. Y, si ha sido así, ni él ni yo nos hemos dado cuenta: todo el mundo anda loco con el fin de la guerra…
Mi madre asiente con la cabeza, aunque toda su atención está volcada sobre el periódico. Tuerce el gesto de la misma manera que Ares cuando lee el titular.
-No es para menos, cariño –masculla-. No es para menos.
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Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?
FanfictionCon la guerra ganada y el Presidente Snow muerto, todo el poder de Panem recae directamente sobre la rebeldía encabezada por el Distrito 13, que, a modo de venganza final, decidirá organizar unos últimos juegos del hambre en el que participarán los...