Capítulo 36.

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A ver si ahora se ve :/

¡Hola a todos!

Por fin empiezan los juegos. Eso supone que, desde ahora, la mayoría de los capítulos serán desde el punto de vista de Amélie, ya veís que este correspondería a Katniss, pero bueno, he pensado que el enfoque de los juegos es más interesante desde una primera persona. Sin embargo, eso no conlleva que también haya más capítulos desde el punto de vista de Katniss, claro. Solo que ahora no habrá un orden como antes de Katniss-Amélie-Katniss, sino que puede haber perfectamente tres capítulos seguidos de Amélie, o dos de Katniss, o lo que necesite la historia. 

Espero que este pequeño cambio no os suponga ningún inconveniente. 

En fin, eso es todo por mi parte. Espero que estéis bien y que estéis disfrutando de vuestras vacaciones. Besos y gracias a todos por leer y comentar. 

Amélie.

Mi abuelo solía observarme mientras jugaba a las muñecas. Solía hablarme, aunque yo simplemente fingía escuchar, con toda mi atención volcada en los mundos que creaba y en los que podía sumergirme completamente. Mi abuelo estaba orgulloso de mí. No paraba de repetirlo. Al igual que mi madre, y Ares. Cuando estoy de pie en la plataforma, con demasiado miedo para abrir los ojos y con el viento de mentira coqueteando con mi piel, me doy cuenta de que todo se trata de las personas. Daría cualquier cosa por estar con ellos ahora mismo. Renunciaría a todo. Nos preocupamos más por cosas materiales que en realidad no valen nada. Volcamos nuestra atención en ellas y descuidamos a las personas que están a nuestro alrededor. Creo que eso es algo que solo entendemos en dos situaciones: cuando una de esas personas se muere, o somos nosotros los que vamos a morir. 

Espero que realmente haya algo ahí arriba que me lleve con mi abuelo. No espero castillos hechos con nubes, ni tampoco unicornios. Solo espero algo que me haga sentir que no he tirado mi vida a la basura. 

Cuando abro los ojos, sé que exactamente así se sintió Dostoievski. Es como…es un puente. Veinticuatro puentes, en realidad. Veinticuatro puentes colgantes, como los típicos de una película de piratas, de madera, inestables, con cuerdas. Y con un vendaval que no para de balancearlos de un lado a otro, como niños alegres que bailan. Cierro los ojos y respiro. Cuando los vuelvo a abrir, me concentro en mirar y descubrir la Cornucopia como realmente es. El cielo es gris. No gris que anuncie tormenta, sino gris, gris limpio y artificial, sin nubes. La temperatura es fresca, y un fuerte silbido de viento corretea alrededor del círculo que forman las veinticuatro plataformas. Del extremo de cada plataforma nace el puente del que antes hablaba, un puente que bien podría haber encontrado en un parque infantil de uno de los distritos más pobres. Endeble, trémulo a causa del viento y construido a base de unir tablas de madera carcomida pobremente unidas por cuerdas que parecen estar a punto de soltarse. Es largo, como de cien metros aproximadamente. Cada uno de esos puentes conduce hasta la Cornucopia, tan amorfa y gris como siempre, rodeada de mochilas y todo tipo de artilugios….pero, ¿y el resto? Es entonces cuando miro abajo por primera vez y descubro que bajo nuestros pies, como a cien metros de altura, hay una… ¿laguna? Parece como un lago circular, aunque sin embargo hay un fuerte oleaje. Sin embargo es solo una circunferencia de gran radio, el agua del lado no se extiende más allá. Está rodeada por bosque. La base sobre la que está la Cornucopia nace directamente del lago, como si fuera el tronco de un gran árbol cuyas raíces están bajo el agua. 

El sonido que anuncia que comienzan los juegos me impide pensar el cómo acceder al resto de la arena, si estamos a tanta altura. La Cornucopia no tiene salida…

Pongo el primer pie sobre el puente, que tiembla bajo mi peso. Es entonces cuando me doy cuenta de que bastará con que los vigilantes que hayan preparado la arena hayan aflojado las cuerdas para que el puente se desmorone. Demasiado obvio, quizás, pero efectivo, a fin de cuentas. Tampoco puedo pasarme los juegos enteros en mi plataforma, así que pongo los dos pies sobre el primer trozo de madera, que aunque gime quejoso, no se rompe. Avanzo poco a poco, solo mirando hacia arriba para buscar la melena de Dani entre las decenas de siluetas que se van acercando sin miedo y con peligrosidad hacia la Cornucopia. 

Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora