Katniss
La supervivencia de Amélie contra todo pronóstico avivó cuatro cosas: los actos de rebeldía desarrollados en el Capitolio, el enfado de Coin, la emoción de los juegos y, finalmente, el orgullo maternalista que había empezado a sentir por la chica desde que me plató cara en el desfile de tributos. Casi le cuesta la vida, pero Amélie lo había conseguido: había conseguido escapar de las garras de la muerte cuando esta la tenía apresada completamente.
El enfado de Coin fue mayúsculo. Nos ordenó que enviáramos más mutos, pero los que no habían quedado destruidos, no sabían adónde ir: Amélie se había arrancado el chip localizador, y sus amigos, también. No había forma de localizarlos, exceptuando las cámaras. El ver cómo sangraban las heridas de los chicos mermó mínimamente el enfado de Coin; seguramente pensaría que, si sus mutos no habían conseguido matarlos, una infección sí que lo hiciera. Sin embargo, justo en ese momento de esperanza silenciosa que invadió la sala, aterrizó el paracaídas salvador. Juraría que oí cómo rugía, a pesar de que Coin se sentó muy recta, en absoluto silencio. Los gritos que había vociferado hacía apenas unos minutos no eran nada acordes a su gesto sereno, a su postura elegante y, desde luego, a sus andares tranquilos al abandonar la sala de control en absoluto silencio.
Aguardamos en ese mismo silencio durante minutos, sin olvidar su amenza: si Amélie no estaba muerta durante esta noche, lo estaríamos nosotros. Solo había que ver la sonrisa alegre de la chica para darse cuenta de que no podía estar más viva.
Cuando Ares manifestó la necesidad de revelarles algo a sus compañeros, sin embargo, toda la preocupación por una inminente muerte a manos de una Coin enfurecida desapareció. Volví a ser esa doble espía, y manipulé cámaras y micrófonos para cortar la escena. Todos se dieron cuenta, por supuesto, pero los que no estaban ya en el ajo de nuestro plan no contaban con el rango suficiente para cuestionar las decisiones de la vigilante jefe, así que simplemente callaron.
Sin embargo, esperamos aún más. A los cincuenta minutos de ausencia de Coin, los que estábamos allí coincidimos mediante un rápido gesto cómplice que, al menos durante esta noche, no moriríamos. Exhalé profundamente, dejando escapar un aire que creí estar reteniendo durante horas, por muy imposible que parezca. Establecimos turnos de descanso y vigilancia, y yo opté por el primero de descanso.
Casi corrí para abandonar la sala. Sin nadie, solo yo y mis pensamientos, mis miedos, mis ganas de explotar. Mis pesadillas y mis demonios, mis gritos de infierno silencioso.
Y aquí estoy, caminando a pasos que corren desesperados por ser libres. Atravieso la primera puerta con la que me topo y que resulta dar a una pequeña huerta exterior que está desierta. Es de noche y el cielo está limpio, coloreado de un tono puro y continuo, sin más matices que el negro infinito salpicado de diminutas estrellas. Es una noche bonita, pero no me da tiempo a apreciarla. Me pongo de cuclillas, respiro una vez más, y rompo a llorar.
***
Cuando camino de vuelta a la sala de control, me encuentro con Peeta, que justo sale de ella.
—Eh, tú —murmura sonriente, acercándose a mí. Enseguida detecta los restos de lágrimas en mis ojos, en mi forma de moverme, en mi forma de mirarle—. ¿Estás bien?
Asiento, y, por primera vez en mucho tiempo, soy sincera:
—Sí. Expectante; algo nerviosa. Pero bien.
—Me alegra saberlo.
Nos sentamos en el suelo, ante la puerta de la sala de control.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —dice Peeta, con una sonrisa a medias en los labios. Asiento—. ¿Después, qué?
—¿Qué quieres decir?
—Mañana, cuando saquemos a Amélie…
—Si sacamos a Amélie. Aún no sabemos si lo vamos a conseguir.
—Vale, imagina que sacamos a Amélie, matamos a Coin y conseguimos la paz en Panem. Por muy idílico que suene, imagínalo. ¿Después, qué?
Sonrío un poco.
—Todo eso no es un futuro tan inmediato. Debes tener en cuenta que el proceso de negociación con el Capitolio para llegar a un acuerdo puede extenderse años. Y no va a ser nada sencillo: voy a tener que estar muy implicada. Y, si lo conseguimos, creo que también tendré un papel importante en la rehabilitación de Panem: la destrucción inunda los distritos.
—Después de todo eso. ¿Qué pasa después, Katniss?
—Pero Peeta, ¿estás siendo consciente de todo el tiempo que puede suponer eso? ¡Años, lustros…!
—Me da igual si son tres décadas —interrumpe él, sonriente—. Lo que quiero saber es qué pasa después.
—¿Qué quieres tú que pase después?
—¿No es obvio? Lo que he querido desde que mencioné tu nombre en esa estúpida entrevista la noche antes de entrar a los juegos. Lo que he querido siempre: ser parte de tu vida.
Sus palabras me quitan las mías. Si no acabara de llorar tanto, sé que las lágrimas se derramarían por mis mejillas.
—Pero es mucho tiempo —insisto—; y no sé si mientras reconstruyo Panem trocito a trocito…siempre va a haber espacio para ti, Peeta, pero no sé si tú considerarías suficientes ese espacio, ese tiempo que te dedicaría durante ese proceso. Me condené a arreglar todo esto en el momento en el que inflige el primer corte, cuando saqué esas bayas.
Peeta se encoge de hombros.
—Una vez te hablé de cómo nuestra historia era un libro, ¿recuerdas? Te hablé de pasar páginas, de escribir finales inesperados. Para que un final feliz de un libro sea plausible, los protagonistas deben haber atravesado mil y un penurias. Y me da igual si ya hemos pasado mil o solo estamos empezando, voy a pasar esas mil y una contigo. Porque ese final feliz, nuestro final feliz, merece la pena.
Una sonrisa por parte de ambos sella nuestro plan. Nos quedamos los dos sentados envueltos en un silencio dulce, sonriendo por dentro.
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Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?
FanficCon la guerra ganada y el Presidente Snow muerto, todo el poder de Panem recae directamente sobre la rebeldía encabezada por el Distrito 13, que, a modo de venganza final, decidirá organizar unos últimos juegos del hambre en el que participarán los...