Capítulo 27.

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Hola a todos! Aquí os dejo el nuevo capítulo, espero que os guste. Besos!!! ^_^

Amélie.

La imagen de Cinna a través del espejo se construye a través de un vago recuerdo hecho de palabras, de gritos de mi abuelo, de intentos de calmarlo de mi madre y de murmullos de la gente sobre lo provocativos que resultaban todos sus diseños. Pero sobre todo, su imagen, mientras se acerca hacia mí sujetando en los labios una sonrisa tranquila, se construye con palabras de polvo que hacían sonreír a mi abuelo; “Está muerto, no hay que preocuparse.”

No encuentro las fuerzas para dar la vuelta a mi silla, así que la primera mirada que compartimos es a través del espejo. Ya lo había visto en persona más de una vez, pero el odio hacia él por parte de mi abuelo, el pensar que estaba muerto y los años se habían llevado un recuerdo que ahora resurge con fuerza: Cinna es un ciudadano del Capitolio, así lo señalan sus ojos minuciosamente maquillados y su oreja llena de pendientes; pero no cabe duda que su corazón ya no pertenece al imperio que consiguió levantar mi abuelo. Sus ojos, a pesar de ser negrísimos, se han dulcificado en una mirada que, en vez de observar todo con sospecha y envidia, tal como lo haría alguien del Capitolio, contempla aquello que ve sin prisas, tranquila. Sus labios gruesos se curvan en una pequeña sonrisa cuando contempla mi rostro; es entonces cuando me doy cuenta de que lo miro exactamente como si fuera un fantasma.

—Hola, Amélie —saluda. Su voz es suave, aunque no tan ligera como la efímera caricia de una pluma; sino como el permanente tacto de una mano cálida y fuerte—. Soy Cinna, y voy a ser tu diseñador.

Asiento con la cabeza, pasmada, y él aviva su sonrisa. Tuerce la cabeza y es como si pudiera ver claramente cómo dentro de él se activa  un pequeño interruptor que despierta al Cinna diseñador. Sus ojos examinan mi físico. Yo, sin poder hacer otra cosa, le imito. Hacía días desde que no contemplaba mi reflejo en el espejo minuciosamente. El pelo está más largo, y ya solo insinúa unos rizos que antes solían estar definidos y cuidados. Ahora los rizos se mezclan entre ellos sin orden ni concierto, formando una masa dorada reluciente de gran volumen. Debajo de mis ojos, irritados e inyectados en sangre, se han asentado definitivamente unas grandes ojeras, y los pómulos se agarran fieramente a los huesos.

—Tarde o temprano tendremos que mirarnos a los ojos y no a través de un espejo, ¿sabes? —dice entonces Cinna, sonriendo. Vuelve a ser alguien cercano y no un diseñador que me examina.

Sonriendo por primera vez, doy la vuelta a mi silla. Estamos en una de las incontables habitaciones del Distrito 13, que, inconcebiblemente, según Dani, es donde estamos: el distrito trece. Esta habitación la han adaptado para que sea algo así como un centro de estética, ya que hay espejos por todas partes, grandes armarios, encimeras con maquillaje, camillas, y todavía más espejos.

Cinna se arrodilla ante mí, mirándome a los ojos, y sonríe.

—Así mejor.

Asiento con la cabeza. De repente siento la necesidad de preguntarle por qué nos ha traicionado. Él nació en el Capitolio, ¿no? Entonces, ¿por qué ahora está participando en unos juegos del hambre para acabar con los adolescentes de su lugar natal? Es entonces cuando caigo en la cuenta de que fue en su lugar natal quien intentó asesinarlo. No puedo reprocharle el estar en el bando de Everdeen, quien probablemente lo salvara de la sentencia de muerte de mi abuelo.

—Bueno, cuéntame, Amélie —dice Cinna, situando una silla frente a la mía y sentándose en ella.

—¿Qué quieres que te cuente?

—Quién eres.

Me encojo de hombros.

—Creí que íbamos a hablar de mi diseño para el desfile…

Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora