Katniss
— ¿Visteis su cara de loca? —pregunta Peeta en un murmullo. Sus ojos estaban aún asustados e impresionados.
—Solo le faltaba relamerse los labios, sí —coincide Haymitch.
Los tres, como en los viejos tiempos en los que éramos los mentores de Gale, estamos reunidos en la habitación de Peeta. Los dormitorios del distrito trece son sencillos: una cama de madera, una mesilla de noche a conjunto, y un pequeño escritorio. Sin embargo, la habitación de Peeta es la más hogareña. Sus paredes están vestidas de sus alegres pinturas, y también tiene fotos en las que sale conmigo, o con sus hermanos. Haymitch está sentado frente a él en la silla que acompaña al escritorio, y Peeta está en su cama. Yo estoy sentada contra la pared.
Haymitch nos ha reunido para hablar sobre los planes de Coin. Los dos dialogan e intercambian impresiones sobre la salud mental de la presidenta, pero yo me limito a asentir de vez en cuando. La sonrisa de la nieta de Snow no se va de mi cabeza.
— ¿Sabes qué, Katniss? —pregunta Peeta, sacándome de mi ensimismamiento— Puedes sentarte aquí —señala la derecha de su cama—, no muerdo. A no ser que quieras, claro.
Guiña un ojo divertido y no me queda otra que sonreír y sentarme a su vera, aunque manteniendo una distancia prudente.
— ¿Y tú qué opinas, preciosa? —pregunta Haymitch.
No respondo de inmediato, planteándome qué decir. Finalmente, cuando la mirada de Peeta me insta a replicar, decido ser sincera.
—Al principio no me parecía una idea tan descabellada —admito—: unos últimos juegos del hambre es la única forma que tenemos de devolver algo del dolor, dolor de verdad, que nos ha hecho pasar el Capitolio durante décadas. Pero…al ver la sonrisa de esa chica, la nieta de Snow…el estómago se me ha encogido.
Peeta asiente con la cabeza, y me da la sensación de que quiere acercarse a mí, ya que sus manos y su cuerpo está trémulo por un instante, pero finalmente se queda en su sitio.
—Tenemos que detener estos juegos —afirma Peeta—. Unos juegos solo aumentarán el enfado de esa gente, y, si están enfadados, pueden montar un cuerpo de rebeldía. ¡Quién sabe la cantidad de depósitos secretos de armas que aún tienen y que nosotros desconocemos! Y, con un cuerpo de rebeldía, pueden reinstaurar una dictadura, y restablecer los juegos, esta vez más duros. No podemos arriesgarnos.
—Por otra parte, Coin lleva razón en lo referente a un aspecto: no podemos quedarnos sin hacer nada. Es cierto que debemos mostrarnos como un gobierno fuerte, pero, desde luego, unos juegos del hambre con los adolescentes del Capitolio no es la solución —dice Haymitch.
—Esta conversación no sirve de nada, lo sabéis, ¿verdad? —intervengo—. Coin va a hacer lo que le venga en gana, nos guste, o no.
—Preciosa, no actúes como si esto no fuera contigo. El Sinsajo tiene voz, y es muy decisiva. Maldita sea, ¡Coin quiere que seas la vigilante jefe! ¡La maldita vigilante jefe! ¿Es eso lo que quieres? ¿Diseñar escenarios gore, terribles y morbosos en los que niños se maten entre ellos?
No respondo. Me limito a enterrar la mirada entre mis manos.
—Coin no puede obligarte a hacer algo que no quieras, Kat —murmura Peeta suavemente, y finalmente decide acercarse y situarse justo a mi lado.
—El problema es…—digo, midiendo mis palabras—…que no sé si quiero hacerlo o no.
—No quieres hacerlo —dice rápidamente Haymitch, y me da la sensación de que sus tres palabras no admiten discusión.
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Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?
FanfictionCon la guerra ganada y el Presidente Snow muerto, todo el poder de Panem recae directamente sobre la rebeldía encabezada por el Distrito 13, que, a modo de venganza final, decidirá organizar unos últimos juegos del hambre en el que participarán los...