Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?

Capítulo 43.

Katniss

Los nuevos prisioneros del trece no tardan en llegar. De ello me informa Peeta cuando está a punto de anochecer y viene a visitarme al dormitorio de Reak, donde he pasado sola todo el día. Me dice también que él no ha querido bajar a verlos, pero que le han contado que están muy asustados, a pesar de no tener ni idea de lo que les espera mañana. 

—Lo peor ha sido ver cómo uno de los mentores de los chicos ha descubierto que su hijo está en las celdas de abajo —suspira Peeta—. Ni siquiera le han dejado bajar a verlo. Es el mentor de Amélie y Franz, de hecho. 

Ese dato despierta mi interés, aunque no sé por qué. 

—Es terrible —prosigue Peeta, mirando al infinito—. Mañana los van a echar a la arena y ni siquiera se lo imaginan…

Yo solo puedo pensar en Amélie, sin embargo. Llevo horas pensando en una manera de detener los juegos y sacarla viva de ahí. En el Capitolio no están contentos y no creo que nos quede mucho tiempo hasta que decidan rebelarse de verdad, por mucho que Coin se niegue a admitirlo. Si llega a haber otra guerra y la gana el Capitolio…no tengo ninguna duda de que reinstaurarían los juegos del hambre anuales en menos de lo que dura un pestañeo. La única oportunidad que tenemos es la de construir a Amélie como un icono. Sacarla y que ella les convenza de que somos los buenos. 

—¿En qué piensas? —pregunta él, preocupado. 

—En Prim. En cómo es probable que cientos de niñas como ella mueran en los juegos si el Capitolio se rebela contra nosotros y se alzan con el poder. 

Peeta se revuelve, incómodo. 

—No te tortures más, Katniss…Hemos pensado en todo y no hay ningún método por el que podamos sacar a Amélie de la arena y que la jugada nos salga bien. 

—¿Y qué debemos hacer, entonces? ¿Rendirnos?  Solo hemos hablado del tema un par de veces, así es normal que no se nos ocurra nada. 

—Te escucho —replica él, alzando las manos—. Muéstrame la manera. 

Cierro los ojos y dejo que las palabras se deslicen entre mis labios. 

—Nuestro principal objetivo es frenar la rebeldía que se está alzando en el Capitolio. Para ello, debemos demostrar que la culpable de estos juegos, es una sola mujer, Coin, y no el cuerpo de rebeldía que los destronó. Sin embargo, estarán tan enfurecidos, que no nos escucharán si intentamos explicárselo. Eso, sin tener en cuenta que Coin jamás nos dejará ponernos frente a una cámara de televisión y la destapemos. 

«Es por ello por lo que necesitamos a Amélie en nuestro bando, pero antes hay que convertirla en un símbolo, en el sinsajo del Capitolio. Cuando sea una imagen pública, con suerte, ella sabrá convencer a la rebeldía y los detendrá. Antes de ello, claro, hay que salvarle la vida. Y ese es el problema. No podemos coger un aerodeslizador: antes de bajar la escalerilla un misil habrá impactado contra nosotros. La única otra salida son los tubos, pero, ¿cómo subirlos sin que Coin se dé cuenta de lo que planeamos? ¿Cómo se va a dar cuenta Amélie de que los tubos están ahí para ella si no tenemos manera de comunicarnos con ella?

No hay salida.»

—Quizás si la haya —murmura Peeta, construyendo cada palabra con sumo cuidado, como si tuviera miedo de que se rompieran. 

—¿Qué quieres decir?

—Tenemos que llamar a Reak —masculla sin prestarme atención. Se levanta y me mira con sorpresa—. Tenemos que llamar a todos. Tengo un plan. 

***

Toda ayuda es necesaria para el plan de Peeta, y desvelar nuestro plan a la gente de confianza merece la pena. Según él. Estamos todos reunidos en la sala principal; hemos aprovechado que Coin está de viaje durante la tarde de hoy y he convocado una reunión de urgencia para “mis personas de confianza”. Hemos dejado fuera así a los vigilantes que Coin colocó y que están a sus órdenes. Tras comprobar que todos los dispositivos (cámaras, micrófonos, ordenadores…) están desconectados, comienzo a hablar.