Capítulo 10.

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¡Recordad que hoy he subido dos capítulos! Aseguraos de haber leído el nueve antes de este ;-)

Katniss.

Un rato después de la marcha de Peeta, me cuelo entre pasillos grises hasta llegar al despacho de Coin. Los guardias que protegen su puerta me sonríen cuando me ven llegar e informan a la presidenta de mi llegada. Coin me permite entrar dos minutos después.

—Katniss, qué agradable sorpresa —murmura, indicándome con un ademán que me siente frente a ella.

Así lo hago. El despacho de Alma Coin es, sin duda, la habitación más trabajada y elaborada del distrito trece. Las paredes, que en el resto de salas son grises, en su despacho están forradas en madera, y un enorme escritorio con aire presidencial gobierna en el centro. Las paredes están decoradas con fotos de Coin con los presidentes del resto de distritos, con una copia del documento oficial de rendición por parte del Capitolio, una tabla con las leyes y derechos del distrito, etc. Dentro del despacho hay un par de escritorios más, sofás de cuero e interminables estanterías repletas de libros.

—¿Cuál es el motivo de su visita? —pregunta, entornando algo la cabeza, de manera que su pelo cano cae sobre su mirada.

Me encojo de hombros.

—No…n…—balbuceo—. No estoy muy segura de querer ser la vigilante jefe de los juegos.

Coin no parece sorprendida. Esboza una sonrisa con aire de reconocimiento, como si esperara que esas fueran mis palabras exactas.

—En realidad…me gustaría desvincularme completamente del cuerpo de rebeldía —digo, y noto cómo una losa de plomo desciende de mi espalda.

Coin inclina aún más su cabeza, sopesando mis palabras. Su sonrisa, pequeña, diminuta, casi imperceptible, se me antoja llena de veneno.

— ¿Es que no va a decir nada? —pregunto, con nerviosismo.

La sonrisa de Coin se ensancha.

—Creo que no es consciente de muchas cosas, Katniss Everdeen.

— ¿A qué se refiere?

—Al poder que tiene en sus manos. Es usted una heroína, un personaje que pasará a la historia de la humanidad. Usted representa para muchas personas el liderazgo, el espíritu de superación, de oponerse a las cosas injustas. No le quiero quitar mérito, pero, realmente, desde aquella noche de coronación en el Coliseo de Las Estrellas, dígame: ¿Qué es lo que ha hecho usted por la rebeldía? Ni siquiera fue usted la que mató a Snow. Usted…se ha limitado a posar para campañas publicitarias, a viajar a un par de sitios y a matar a los malos con sus arco, sí, pero: ¿Quién es la que ha ordenado las bombas que han acabado con miles de personas, quién ha diseñado la estructura de la guerra, quién ha tenido que tomar las decisiones más difíciles? Dígamelo, Katniss. ¿Quién ha llevado realmente el peso de la guerra

—Usted. Usted lo ha hecho —murmuro.

Coin asiente, conforme con mi respuesta.

—Y, dígame, ¿quién es la que se ha llevado todo el mérito?

—Yo…

Otro asentimiento.

—Usted se ha apropiado de mis méritos, señorita Everdeen —abro la boca para protestar, pero Coin me detiene alzando su mano—. Ya, ya sé que no ha sido intencionadamente, y es algo que apoyo, ya que, sin usted, mis esfuerzos hubieran sido en vano. Es muy curiosa esta situación, Katniss. Si yo alzo el grito de “últimos juegos del hambre como venganza”, nadie se inmutará, a pesar de haber conseguido todo lo que he conseguido; mientras, que, si es usted la que dice esas exactas palabras, ya tendrá centenares de personas pujando por sus tributos favoritos. A veces me asusta lo fácil que es manipular a un grupo tan sumamente grande de gente.

—No entiendo lo que pretende con todo esto, presidenta Coin.

—Mi intención es que entiendas, Katniss, por qué estás dentro de la rebeldía, por qué eres su corazón. Por qué no te queda otra que aceptar el rol de vigilante jefe. Sin ti, sin tu imagen, nada de esto funcionará. Eres el Sinsajo, te guste o no.

—No puede obligarme a hacer algo que no quiero —afirmo, con más seguridad de la que en realidad tengo.

Coin abre los labios a una risa musical.

—Ya lo creo que puedo —repone, sonriendo triunfalmente—. Ambas somos fuertes, Katniss. Ambas somos valientes, ambas somos grandes mujeres. Aun así, hay algo que nos distingue, y es que usted tiene un talón de Aquiles que se puede ver a kilómetros. Un talón de Aquiles que tiene nombre propio: Peeta Mellark y Gale Hawtrhone.

Siento mi estómago entero en los labios.

—Seré franca, Katniss: o colaboras, o Peeta y Gale mueren. Vamos a pasar mucho tiempo juntas a partir de ahora, y no me gustaría repetírtelo, ya sabe, para que el ambiente sea más distendido —hace una pequeña pausa, en la que observa mi expresión casi con diversión—. Esto es lo que va a suceder: va a salir de este despacho contenta. Va a asistir a las reuniones de los juegos de buena gana, va a ser participativa en el diseño, va a obedecer todas mis órdenes sin rechistar, va a ser el Sinsajo, sin, por supuesto, hablar de nuestras condiciones con nadie. Debe tener en cuenta que presido sobre el distrito 13, y puedo poner micrófonos y cámaras allá donde quiera, además de poder encargar a alguien que la vigile las veinticuatro horas del día. Si alerta a alguien sobre esto, a cualquiera, tenga por hecho que lo sabré. Va a estar observada y escuchada a todas horas. Y si le habla a alguien de esto, será a Haymitch Abernathy al que liquidaré, además de a sus dos chicos —abro la boca de nuevo, pero Coin me detiene otra vez—. Sin embargo, Katniss, en un acto de bondad apabullante, le ofreceré algo. Lo que usted desea, es, si no me equivoco, desvincularse del distrito 13, de la guerra, de todo, ¿no es cierto? —asiento con la cabeza—. Bien. No me gusta tener a mi gente trabajando a disgusto, Katniss, por lo que este es mi trato: usted trabaja conmigo en la preparación y desarrollo de estos juegos, y, cuando finalicen, la dejo marchar. Sin más. Se puede quitar el rol del sinsajo, dejarlo atrás, y volver a ser la chica joven del montón que era en un primer momento. Este trato, sin embargo, lleva una condición. Ha usted de trabajar con ahínco, con dedicación, con pasión incluso, en la preparación de este proyecto. Tendrá que dedicarle su cuerpo y su alma, ya que, si los juegos no salen bien, no hay trato. Si los juegos van mal, usted estará encadenada a mí y a la rebeldía de por vida, si quiere que Peeta y Gale no mueran. Ese es el trato, Katniss. Ese es el precio de su libertad. ¿Está dispuesta a pagarlo?

No respondo de inmediato. Sostengo la mirada de Coin con fuerza heroica. Contengo mis deseos de saltar de mi sillón y de matarla con mis propias manos. Contengo las lágrimas, contengo la pena, contengo el dolor de corazón. Contengo mi parte humana, mi talón de Aquiles, como ella misma ha dicho. Contengo al universo y asiento con la cabeza. 

Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora