Capítulo 59

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Amélie

La sonrisa de bienvenida de Cinna me reconforta, y su fuerte abrazo me hace sentir tranquila.

— No sabes cuánto me alegro de que estés aquí —murmura, cuando me abraza.

Suspiro y, cuando nos separamos, fuerzo una sonrisa.

— ¿Estás nerviosa?

— Atacada. No sé si he tomado la decisión correcta.

Cinna se arrodilla ante mí, como la primera vez que nos vimos. Me toma de la mano, con cariño.

— Eres una chica lista. Estoy seguro de que la opción que hayas tomado tendrá sus razones y, por tanto, será la correcta.

— Gracias, Cinna.

— De nada —sonríe y me acaricia la mejilla—. ¿Nos ponemos manos a la obra?

Unos segundos después nos encontramos en la misma posición que la primera vez que nos vimos. Yo estoy sentada en una butaca, frente a un espejo a través del cual miro a Cinna. Esta vez, sin embargo, no es una mirada de extrañeza o incluso de miedo, sino que es de complicidad y de cariño. Con una última sonrisa, Cinna empieza a desenredarme el pelo.

***

— Espera aquí —me indica amablemente una de las operarias del sistema de televisión—. No tardaremos en llamarte.

Después, se marcha corriendo. Me deja en medio de un pasillo a oscuras y lleno de cables. Doy por hecho que al final de él está la sala desde la que tengo que dar mi comunicado. Hay operarios por todas partes, pero nadie casi ninguno repara en mi presencia. Visto una simple pero elegante camisa negra con pantalones vaqueros. El pelo lo llevo suelto, al igual que en la arena, para que sea reconocible, solo que esta vez está cuidado, sin enredos, sin hojas pegadas y sin tierra. También llevo la rosa blanca en el pecho, a la altura de mi corazón.

Casi sin que me dé cuenta, Katniss Everdeen atraviesa el pasillo y pasa por mi lado, sin reparar en mí. Sin ser consciente de ello, la llamo, y ella se gira, sorprendida.

— Amélie —saluda, con una sonrisa sorprendida. Se acerca a mí, mirando a su alrededor, confusa—. Bueno... ¿cómo te sientes?

Me encojo de hombros. La situación es evidentemente incómoda. Katniss va vestida como siempre, con el pelo suelto. Me llama la atención la profundidad de sus ojeras y su rostro cansado.

— Veo que no llevas chuletas —comenta, mirando mis manos vacías—, así que seguro que lo tienes muy bien preparado —se levanta un silencio largo—. Por mí no te preocupes: no tengo nada más que decirte. Solo quiero desearte suerte ahí fuera. Es la primera vez que sales tú sola en televisión, ¿no? Quitando los juegos, claro —añade, con una sonrisa incómoda. Yo asiento—. ¿Me permites un par de consejillos? —ante mi silencio, prosigue—. No hables demasiado rápido. Recuerda que nadie del otro lado te va a juzgar; de hecho, la mayoría te adora. Mantiene contacto visual siempre con la cámara, y no te toques demasiado el pelo: si lo haces, parecerá que te lo has aprendido de memoria y que estás nerviosa. Y... bueno, eso es todo por mi parte.

— Gracias. Lo tendré en cuenta —replico, neutra.

— Mucha suerte, Amélie. Nos vemos ahí fuera.

Se dispone a marcharse, pero me mira fijamente un segundo más. Después, sonríe suavemente, una sonrisa sincera.

— ¿Me permites una última cosa? —asiento de nuevo— La flor —señala—. Está un poco torcida.

Miro a la rosa blanca y, en efecto, está algo torcida. Sin embargo, no hago nada. Ante ello, Katniss, con una educada sonrisa, la coloca. Se despide de forma definitiva con una sonrisa y un asentimiento de cabeza.

Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora