Capítulo 16.

1.7K 86 5
                                    

Katniss.

Madge  se mueve con pasos torpes en la oscuridad, y juguetea con unos cables. Cinco segundos después, se encienden las luces de la habitación.

 Madge respira, pero  por dentro está muerta. De su cabeza nacen dos gruesas cortinas de pelo lacio y polvoriento. Su color rubio ha adoptado un tono enfermizo, casi canoso, y los mechones están enredados. Sospecho que no ha lavado su pelo en varias semanas.

Su pelo, sin embargo, no es lo más descuidado en ella. En su rostro se le marcan muy notablemente los huesos de los pómulos. Es como si estuviera absorbida, como si estuviera al borde del llanto de forma continua. Sus ojos se han apagado, y ahora son sólo dos pozos en los que se atisba algo de agua en el fondo. Las ojeras que cuelgan de ellos han llegado a fundirse con su propias mejillas. Los labios, antes siempre torcidos dulcemente en una sonrisa tímida ahora lucen secos y agrietados, casi encerrados el uno con el otro. Me pregunto el tiempo que hace que no se separan para pronunciar una palabra.

Camina con dificultad, y da la sensación de que sus huesos se van a partir en dos en cualquier momento. Están débiles, frágiles, carcomidos por la oscuridad.

—Madge —murmuro.

— ¿Qué haces aquí? —inquiere ella, alterada.

No respondo de inmediato, y ella suelta una carcajada triste. Sus dientes están amarillentos.

—Si tuviera las fuerzas necesarias, te mataría —sisea, amenazante.

—¿Qué ha pasado, Madge?

Ella clava los ojos sin vida sobre mí, y por un momento veo un destello de miedo en ellos.

—Fueron los tuyos —murmura—. Se llevaron a mi padre, y también a mi madre—hace una pequeña pausa y desvía los ojos, antes de continuar—. Es gracioso, porque creéis que todos somos “los malos” simplemente por haber nacido en el lugar y el momento equivocado. ¿Crees que yo soy mala, Katniss? ¿Que me merezco esto?

—Yo no ordené la detención de tu padre, Madge.

—Pero fuiste tú la que declaró la guerra —replica ella—. Y en la guerra no hay buenos, ni tampoco malos. Sólo hay gente, algunos menos inocentes que otros, que, por las circunstancias que sean, están en un bando. Mucha de esa gente ha muerto por tu culpa. ¿Eres consciente de eso, Katniss? El bando revolucionario mata a inocentes todos los días.

—Yo solo pretendía poner fin a esto…

Madge no habla, y me invita a continuar.

—El fin de la guerra. Unos últimos juegos del hambre. Estoy viajando por el país para seleccionar a los mentores de los tributos. Con el último cañonazo, la venganza de todos los inocentes habrá caído por completo y podremos sentirnos satisfechos. Entonces, la guerra habrá acabado.

—La guerra estaba acabada cuando Snow murió. Sólo continúa porque tú lo quisiste, pequeña zorra sádica.

Alzo las cejas levemente y con sorpresa ante el insulto de Madge, y he de contenerme para no devolvérselo. Me muerdo la lengua, me trago las palabras que me pinchan como cuchillos para que diga todo. Que estoy de acuerdo con Madge. Que esto es un absoluto absurdo.

—Mataron a Prim —digo finalmente, intentando convencerme a mí misma de que lo que estoy haciendo en justificable con la muerte de mi hermana.

Veo relucir en sus ojos un pequeño atisbo de sorpresa, e incluso de lástima, pero enseguida se esfuma y el rostro de Madge vuelve a endurecerse.

—Es una guerra, Katniss —sisea—. En las guerras muere gente. Y si cada vez que una familia se empeñara en prolongarla por la muerte de uno de sus miembros, las guerras serían eternas —hace una pequeña pausa y se regodea en mi silencio—. De hecho, ¿no ha pensado tu brillante intelecto que puede haber represalias por el bando contrario ante los juegos? ¿A quién matarán entonces? ¿A Gale? ¿Montarás entonces “Los últimos juegos del hambre (esta vez de verdad)”?

Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora