Hola a todos! Siento haber tardado tanto en actualizar. En cualquier caso, aquí está el capítulo; corto, pero intenso. Espero que os guste. Besos! :)
Katniss
—Ha estado cerca —murmura Reak, pasándose las manos por el pelo.
Los dos caminamos de vuelta al Distrito 13 en una mañana notablemente calurosa para el mes de Octubre. El cielo está coloreado de un azul limpio más propio de verano que de otoño y el viento corre en la nada, en el árido terreno de tonos rojizos y amarillentos. Miro a Reak y le transmito a través de mis ojos el mal rato que he pasado viendo cómo unos mutos casi le quitaban la vida a nuestro caballo ganador.
—Vamos, ¿y esa cara? —pregunta, con aire divertido.
—Hemos tenido que intervenir para que no la mataran el primer día, Reak. ¿Cómo diablos vamos a conseguir que aguante hasta que se nos ocurra la manera de sacarla de ahí?
Reak me toma de la mano mientras caminamos.
—Novios, ¿recuerdas? —me dice esbozando una sonrisa pequeña, como respuesta a mi mirada confusa—. No te preocupes, Katniss. Franz nos ha dado en bandeja una excusa por la que mantener viva a Amélie tanto tiempo como podamos.
Reak tiene razón, aunque Franz no tanto. El chico de los ojos de mentira cree que salvamos a Amélie por miedo a la rebeldía capitolense –si es que realmente se está formando una- cuando en realidad el argumento que convenció a Coin para detener a las sirenas es que ese tipo de muerte, un mordisco de nada, no era lo suficientemente cruel. Se me ocurrió de la nada, en el último segundo, y tuve que insistirle mucho a Coin de que morir a manos de una sirena sería demasiado ‘light’ para alguien como la nieta del presidente Snow. Solo eso, la contemplación de una muerte más lenta y dolorosa, fue lo que hizo que Coin ordenara que detuviésemos a las sirenas.
—No creo que Coin se trague durante demasiado tiempo eso de hacer aún más cruel la muerte de Amélie…—comento.
—Entonces tendremos que darnos prisa en pensar una manera de sacarla de ahí. Sacarla de ahí y acabar con todo.
Cuando llegamos al distrito trece, los pasillos están vacíos. Es más tarde de medianoche y reina un silencio más que absoluto. Reak y yo mantenemos el mismo silencio mientras nos dirigimos a nuestros dormitorios.
Hasta que él me agarra de la mano con más fuerza.
Hasta que se detiene y su mirada se cruza con la mía. La mía parada; la suya a doscientos kilómetros por hora. A la misma velocidad su mano me acaricia con fiereza la mejilla y la otra pasa de mi mano a mi pelo y sus labios a los míos y en medio pestañeo nos estamos besando.
No solo eso.
Nos estamos devorando.
Como si él bebiera de mí tras meses en un desierto. Con la furia de una bestia. Su lengua inspecciona cada centímetro de mi boca a una velocidad vertiginosa solo para repetir. Repetir, repetir, repetir y repetir. Cada vez más rápido. Cada vez más salvaje.
Y algo dentro de mí chilla que debería detenerlo pero ahora sus dientes están marcando una fina línea sobre mi cuello y no es el momento para detener nada que no sea el resto del mundo.
Caminamos sin darme cuenta hasta que estamos en la puerta de su habitación y su velocidad se ha multiplicado y es intenso, intenso, tan intenso que he de agarrarme a algo que impida que salga despedida. Y, casualmente, la cosa más cercana a la que puedo agarrarme es el cuello de su camisa, el que rodeo con ansia y con fuerza, como si mi vida dependiera de ello.
Y es que de repente estamos dentro de su habitación: la puerta cerrada, su boca en la mía y mis pensamientos se disuelven por la magia del momento. Pierdo todo el sentido cuando me doy cuenta de que mis dedos desabotonan su camisa y sus manos están en mi espalda.
Y es que corremos a demasiada velocidad. Tanta, que, sin darnos cuenta, hemos llegado a un lugar con el que jamás estuve con Peeta.
Peeta.
Peeta.
Peeta.
Cada recuerdo, cada vez que su nombre aparece en mi mente como pinchazos, como fuegos artificiales, hace que mis dedos y mis manos reduzcan su velocidad hasta que el motor se apaga completamente.
Reak no tarda en darse cuenta y se detiene también. Me observa, y yo miro su camisa a medio abrochar, siento mi pelo despeinado y su tacto recorriendo mi piel y la culpabilidad se clava en cada centímetro de piel que él ha acariciado como cuchillos, cuchillos, cuchillos.
—¿Qué estamos haciendo? —susurro, intentando ordenar mi pelo y rehuyendo su mirada.
—Había alguien en el pasillo, yo…solo interpretaba. Y…mira, Katniss yo solo…
—La tensión del día, tan solo —justifico yo, tirando de mis mejillas para que sonrían.
Reak corresponde con otra sonrisa casi tan falsa como la mía.
—Deberíamos…¿hablarlo? —pregunto, esforzándome por no mirarle directamente mientras vuelve a abrocharse la camisa—. La fiesta, hoy…
—Bueno, no se puede negar que tenemos…química.
Asiento con la cabeza; desde luego, no puedo negar que no me haya gustado besarlo.
—¿Y qué significa eso? —pregunta Reak— ¿Es solamente química o…algo más?
Me encojo de hombros.
—Quiero a Peeta —farfullo, como si no estuviera segura; a pesar de estarlo al cien por cien—. Mientras me besabas era él lo único en lo que podía pensar. No todo el rato, pero…Sé que suena horrible, pero así es. Es lo que me ha hecho parar. Cada letra de su nombre se clavaba en mí y me impedía seguir.
Reak se acerca a mí y me coloca un par de mechones aún descolocados.
—Entonces está claro. Pero no puedes negar que ha sido divertido —añade, guiñando un ojo.
No puedo evitar sonreír. Él entonces se gira y se dirige hacia la puerta.
—¿Dónde vas?
—A despejarme —responde, esbozando una sonrisa no muy convencida.
No da ninguna explicación más, y no veo otra que quedarme a dormir en su habitación, no sería la primera vez. A pesar de que hay mil cosas que me preocupan, caigo hasta el fondo en un sueño sin sueños. Me despierta la caricia de unas manos suaves sobre mi cabeza, alguien jugando con mi pelo, tal como él hacía…pero es imposible. Me dispongo a regañar a Reak y a repetirle que es Peeta al que quiero cuando me giro y sus ojos.
Sus
Ojos.
Esboza una débil sonrisa, de labios cerrados y rostro relajado.
—Reak ha pensado que ya era hora de que lo supiera —dice, y sus palabras por primera vez en mucho tiempo no están cargadas de resentimiento ni indiferencia, sino que tienen dentro cariño, están unidas por amor y…creo que me derrito—. Vino a buscarme ayer y me lo contó todo, Kat. Y no sé cómo disculparme…
—Pero Peeta…—murmuro, y siento como si no supiera hablar; las palabras se me amontonan en los labios y no sé cómo rescatar ninguna que tenga sentido—. Coin…te matará.
—Shhh —replica, acercándome a él—. Coin no se enterará. Todo está bien, Katniss. Todo saldrá bien.
Pero todo está mal, todo se viene abajo, pero cuando Peeta besa mis labios con dulzura después de tantísimo tiempo, realmente llego a creer sus palabras. Todo está bien. Todo saldrá bien.
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Sinsajo. ¿Qué pasaría si...?
FanficCon la guerra ganada y el Presidente Snow muerto, todo el poder de Panem recae directamente sobre la rebeldía encabezada por el Distrito 13, que, a modo de venganza final, decidirá organizar unos últimos juegos del hambre en el que participarán los...