♡17

111 18 0
                                    

Tenía pensado correr hasta llegar a la recepción. Quizás de esa forma Jackson no se sentiría tan mal, ni continuaría desconfiando de mí. Había hecho todo el viaje a su lado y me merecía una explicación ante los sucesos que estábamos viviendo. Después de todo, yo también tenía que ver en aquella historia. Pero no, antes de entrar por la puerta me detuvo. Me pidió con calma (pero con agobio escondido) que me quedase fuera esperando noticias nuevas, y que después de que las tuviesen, vendría a buscarme. Y cómo tantas veces en aquel lugar ocurrió, continuaba paseando sola en el párking del hospital.
Mientras la lluvia empapaba tanto mi ropa, cómo mi rostro y mi cabello. Pateaba los charcos que se habían quedado fijos decorando el asfalto después de la lluvia, aunque no se había detenido todavía. Y yo no esperaba que lo hiciese todavía. Me había acostumbrado tanto tiempo a pasear en días cómo aquellos por la calle, que me había dejado de importar completamente el hecho de sentirme mojada. Y podía quedarme durante horas de pie observando el cielo de aquellos días. El denso color que teñía cada esquina de Seúl, la áspera niebla que conseguía enrojecer mis mejillas y nariz por el frío y por su puesto los retorcidos paraguas de colores que adornaban a altas horas de la noche las calles. Pero todo eso sólo eran recuerdos, porque ahora estaba completamente sola. 

Me recogí el cabello en una cola alta con mis manos cansadas y castigadas. Tanto la oscuridad cómo estos días grisáceos, absorbían hasta la última gota de mi energía. Pero de tantos pájaros en mi cabeza, ninguno sabía volar. Porque los problemas, no tienen alas y no desaparecen por sí solos. Lo había aprendido con el tiempo, ya que no había cambiado sólo físicamente en estos meses. Porque el color negro de mi cabello, no era lo único que estaba diferente en mí. También mis pensamientos y, joder. Ya no era la misma.
Y no iba a culpar a nadie por lo que me había pasado. Después de todo, agradecía el no ser una niñata inmadura que vivía en un cuento feliz toda su vida. Agradecía haber cruzado caminos con los chicos, con Jin, Namjoon, Jimin, incluso con Yoongi. No podía estar más feliz de haber conocido a esos idiotas que cambiaron mi vida del día a la noche. Porque por muchos baches que hubiésemos pasado, todo se había solucionado. Absolutamente todo. Quizás las cosas pudieron haber ido mejor. Sin llegar a separarme de Suga, o sin llegar a aceptar los sentimientos de Jimin. Pero el pasado no se podía cambiar, y ahora tenía que aceptar mi presente. Mi presente con un estúpido peliazul al que amaba con locura, y con un niño creciendo en mi interior cada vez más con el paso de los días. 

Porque esa era otra. Yoongi podía aceptar a la criatura delante mío, pero en su interior la rabia le consumía. Ya que aquel niño no era suyo, ni podía serlo. Por no sumarle el hecho de que tener a un pequeño Jimin todos los días en casa, le mataba por dentro. Pero el lo aceptaba aunque no quisiese. Porque podía odiar al resto del mundo y lo que pudiese pasar fuera de sus mismas cuatro paredes de siempre. Pero no podía odiarme a mí, ni a aquellos sentimientos que le hicieron perderse conmigo en aquel laberinto.
Pero el miedo de ser madre tan joven, no se desvanecía. Incluso había llegado a pensar que la mejor opción sería abortar. Aún no era tarde para hacerlo y Suga estaría más que encantado. Me lo podía imaginar a la perfección y no sabría decir si me hacía reír, o me dolía. 

Una gota de lluvia cayó directamente en mi mejilla, podía simular perfectamente una lágrima.  Y si no fuese porque yo ya sabía que no lo era, habría engañado a cualquiera. Me la quité con mi dedo índice y suspiré entre un largo silencio. Que después de una hora en soledad, no había sido interrumpido hasta entonces. Pude ver cómo una cegadora luz pasaba justo por delante mío, parecía una motocicleta. Y así era, una completamente vestida de negro que se detuvo instantes después. Aquella persona que la llevaba, miraba en mi dirección. Llevaba un casco del mismo color que su vehículo y vestía una cómoda y ancha camiseta blanca. Me parecía haberla visto en algún otro sitio, pero no estaba segura. Continuaba algo aturdida por mis pensamientos recurrentes una vez más.
Aquel individuo caminó unos pasos más hasta llegar hasta mí, mientras se quitaba el casco con lentitud. Dejándome ver de una vez por todas, aquel tan reconocido rostro. Jaebum era la persona a la que menos me apetecía ver entre toda mi larga lista de conocidos. Pero no podía engañar al destino y ahí mismo me lo había dejado. Nada más y nada menos que delante de mis ojos. Sin pronunciar palabra alguna y con una mirada agresiva, que juzgando por el gran brillo de sus ojos no buscaban pelea. Si no, todo lo contrario. 

Dejó el casco en el suelo y peinó su cabello con ambas manos, sin dejar de mirarme fijamente con aquellos ojos marrones tan profundos. Dejó escapar un suspiró de angustia, y acto seguido se lanzó a mis brazos. Sin previo aviso y sin importar el hecho de que estuviese empapada de pies a cabeza. Él me abrazó con todas sus fuerzas y dejó su cabeza apoyada en mi hombro. Yo inconscientemente correspondí a su abrazo, y con mi mano derecha acaricie su también mojado cabello. Si hubiese querido, hubiese roto a llorar ahí mismo. Porque notaba cómo su pecho quería explotar de una vez por todas. Pero no, su orgullo le impedía seguramente hacerlo. Aunque supiese que yo iba a estar ahí para consolarle si hacía falta, él no iba a rendirse en un lugar cómo aquel.
Y así continuó durante varios minutos más, sin importarle nada más que los lentos y pausados latidos de mi corazón y el abrazo que conseguía derretirle junto a mí cuerpo. De un segundo a otro, él se separó de mí con seguridad. Volvió con aquella cruel mirada, cómo si aquello que acababa de pasar fuese una mentira. Y cogió el casco del suelo. Vi cómo se alejaba para dejarlo atado a su moto y se quedaba parado delante de esta. Tardé un poco en imaginarme que se trataba de que me estaba esperando, pero corrí hacia el en cuanto capté aquella indirecta. Ya había tratado con una persona así antes, y continuaba haciendo reír el hecho de aquella personalidad tan avergonzada.

-Gracias por haberme esperado.-Musité mirando el suelo con atención. Nuestros pasos se habían sincronizado y no podía dejar de observarlo.

-No iba a dejarte cómo un perro tirado en la calle.

-Gran comparación.- Sonreí. Pero él ni si quiera mostró algún tipo de reacción. Tan sólo continuó caminando con la vista al frente.

El silencio había vuelto. Aunque ahora también podía escuchar la agresiva lluvia chocar contra los coches y sus ventanillas. Estaba tan distraída mirando a mí alrededor, que no me di cuenta de que Jaebum se había detenido por completo y me choqué contra él. Él tan sólo miró el cartel del hospital, cómo si le doliese más que a nadie estar ahí mismo. Por alguna razón, pude sentir cómo si realmente le costase dar un paso hacia delante.
Así que me adelante con confianza y le tendí la mano para que entrara conmigo a aquel lugar. Él acabó aceptando y entró, aunque seguía dudando sobre lo que debería haber hecho.

-Gracias.-Susurró y soltó mi mano.

-De nada, ya sabes. No iba a dejarte cómo un perro tirado en la calle.

-No, no por eso.-Giró la mirada hacia las grandes ventanas de cristal del hospital y se volvió a peinar su cabello mojado. -Gracias por haber venido a ver a Namjoon.


𝑂𝑛𝑙𝑦 𝐹𝑜𝑜𝑙𝑠 𝐹𝑎𝑙𝑙 𝐹𝑜𝑟 𝑌𝑜𝑢 ──𝐌𝐢𝐧 𝐘𝐨𝐨𝐧𝐠𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora