e p i l o g u e ♡

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Las mañanas en Navidades eran la época más difícil en nuestras vidas. Todo parecía resumirse en silencios incómodos, noticias inesperadas y alguna que otra lágrima de despedida. 
Habían pasado 3 años y aún costaba asimilar la realidad de nuestras vidas. En el fondo, parecía que tan sólo éramos tres concretas personas las que habíamos sufrido durante este tiempo. Las vidas de los demás continuaban con su camino asegurado y preciso, acompañado de pinceladas de destino y quién sabe, algunas otras de casualidad. Pero Seokjin, aún destrozado por la muerte de Namjoon, había meses que prefería desaparecer de la faz de la tierra y fingir que no existía hasta que volviese a encontrarse mejor. 
¿Y luego? Luego nos encontrábamos Jaebum y yo, en una extraña relación afectuosa que nos había atado durante este tiempo. Sabía que el chico estaba loco por mí, pero que siempre, respetaba a su hermano. Y yo, yo no era capaz de sentir. Quizás por qué cada vez que decía ser madre soltera, los hombres se esfumaban de mi alrededor como pequeños copos de nieve al chocar contra el suelo. Y ni el cariño de Jaebum, ni la confianza con Jungkook, habían conseguido nada. Podía estar con ellos, sí. Me habían gustado, también. Pero el simple hecho de tocarles, besarles o incluso hacer cualquier otra cosa con ellos, me hacía sentir vacía. 
Porque lo había intentado, y no era capaz de rehacer mi vida con otra persona. Por ello decidí rehacerla conmigo misma.

Llegó el día en que me sentía preparada mentalmente lo suficiente como para alejarme de todo y de todos. Cogí mis cosas y las de la pequeña Minah, y me despedí de Jaebum. Él no se negó, ni me suplicó, ni nada. Simplemente aceptó que me marchase y me ofreció volver cuando quisiese. Agradecí el hecho de que hubiésemos madurado tanto como para empezar a actuar como personas y no como aquellos críos que sólo sabían mirar por sus propios beneficios y necesidades.  Me fui, a un piso alejado del centro pero tampoco en la intemperie. Debía dejar de intentar borrar el dolor que me ocasionaba la pérdida de Yoongi a base de tratar de encontrar a cualquier otra persona para reemplazarle. Porque nadie puede ser remplazado por nadie, jamás. Y menos una persona como Yoongi. 

Los primeros días eran duros. Estaba acostumbrado a tener la ayuda de Jaebum siempre, y ahora, estaba otra vez sola. Cuidando a una niña de un año y medio que pronto podría empezar a preguntar sobre su padre y yo no sabría que contestarle cuando lo hiciese. Tenía miedo, por ella. Por si se metían en el colegio con ella debido a su inestable vida privada; por si crecía con carencias y no era competente como madre; por si llegaba a odiarme por todo lo que nos pasó. Tenía miedo de no estar capacitada para cuidarla y hacerla feliz, hasta el punto de casi decidir que debía darla en adopción. Resultaba irónico en momentos como aquellos, había llegado al punto de comprender a Yoongi.
Siempre solitario aborrecía a la gente, pero no más que a sí mismo. Se escondía entre sus sábanas esperando a que el mundo terminase, o al menos que su vida lo hiciese. Guardaba sus lágrimas y alimentaba sus penas a base de vicios. Siempre tan triste y reprimido, que parecía una persona muy interesante. Y yo, fui la estúpida que pretendió conocerle desde un principio.
Sin pensar en lo roto que estaba por dentro o en el daño que le hacía recordar todo aquello. Y así me sentía en aquel tiempo, exactamente igual a cómo él podía llegar a sentirse.
Si tan sólo hubiese estado antes, hubiese madurado más rápido o, le hubiese detenido. Sólo se me ocurrían formas de retroceder en el tiempo y recuperar al chico de cabellos mentolados. 

Aquella Navidad empezó como un triste día normal y aburrido. La fiesta en casa de Claudia, no sólo para celebrar aquel día supuestamente especial, si no, el cumpleaños de Minah, llevaba preparada semanas. Tenían una noticia especial, al parecer habían decidido adoptar un niño después de años pensándolo. Eran tan felices, que les envidiaba. Si no hubiese sido por nuestra hija, hubiese pasado las Navidades en casa. Pero estando ella y con una fecha tan importante atada a su espalda, quería que compartiese pequeños momentos de felicidad con toda su familia. Aunque ni su padre, ni su madre (en su plenitud), estuviesen ahí con ella.

La noche se hizo fresca, una de las primeras en las que la nieve empezó a caer con rabia sobre Seúl. Las carreteras estaban blancas, cubiertas por una espesa capa y además, vacías. Los árboles ya habían perdido todas sus hojas y las ramas parecían rayos que enfocaban al cielo. No era el paisaje más alegre de todos, pero en cierto modo, me hacía sentir cálida. Todos estaban dentro, preparando la cena, la mesa y cuidando a Minah. Y yo no podía moverme del jardín, por muy helado que estuviese el ambiente. 
Me abracé a mi misma, dejé escapar un pequeño suspiro de esos que sueltan hasta el alma y le regalé una mirada de ternura a la mismísima luna. Cuando era pequeña, solían decirme que las personas importantes para mí y que después morían, se encontraban en la luna. Eran historias para niños, esa era toda la verdad. Pero me reconfortaba la idea de pensar que a millones de kilómetros, Yoongi podía celebrar junto a mí el tercer cumpleaños de nuestra hija. 

-Vas a coger frío.- Musitó mi hermano mientras dejaba caer su mano sobre mi hombro. -La cena está lista, deberías entrar. 

Yo asentí con la cabeza y seguí sus pasos, alejándome de aquel escenario con pasividad y dejando pequeñas huellas sobre la nieve. Todos los huecos estaban llenos, todos, menos el mío. Yo me senté, sin a penas cruzar mirada con nadie, pero haciendo un mínimo de acto de presencia. Apoyé mi cabeza sobre mis manos y miré por la ventana. Los copos empezaron a caer con más lentitud, delicadamente, como pétalos de flor arrastrados por una brisa primaveral. Las luces de la ciudad se iban apagando conforme pasaba el tiempo, Seúl poco a poco se iba durmiendo. Vi una pequeña sombra, algo pequeña, como un gato negro que se había detenido justo en frente de la ventana. Poco a poco aquella sombra se iba transformando en una más grande y por muy extraño que fuese, yo era la única que parecía verla. 

-¿Yoongi?- Susurré casi entre lágrimas mientras me acercaba a la ventana. -¿A qué estás jugando?.

Todos se quedaron en silencio, se pensaron que me había vuelto loca. Jaebum fue el primero en reaccionar, cogiéndome de las manos y alejándome de las vistas.

-Noelle, no hay nadie.

Parpadeé rápidamente un par de veces, y perdí a aquella sombra. Tenían razón después de todo, no había nadie. Di unos pasos hacia atrás, mientras Minah trataba de llamar mi atención y los demás continuaban algo incrédulos. Tragué saliva, avergonzada por lo que estaba pasando, solté las manos de Jaebum y salí corriendo a la calle. Quería huir, desaparecer, llorar, gritar. Quería hacer todo aquello que había estado reprimiendo por tanto tiempo, me estaba volviendo loca y todos lo sabían. Ya ni si quiera podía salir a cenar sin imaginarme cosas.
Sentí como mi corazón salía de mi pecho, mi respiración entrecortada y ahogada congelaba las paredes de mi garganta por cada intento de coger aire y sentí como poco a poco, mi consciencia se desvanecía en aquel frío suelo y me hundía en la nieve después de desmayarme.

Pude sentir como las manos frías de Jaebum, me levantaban del suelo y me llevaban de nuevo a casa. Ojalá no despertar nunca, pensaba. Ojalá el frío haya congelado mi corazón y se detenga para siempre. Pero poco después de pensar mil formas de morirme, me quedé completamente inconsciente abrazada al chico. Quizás no era lo mismo que tener a Yoongi, y, me iba a costar dejar de quererlo. Pero debía aceptar que aunque fuese de aquella forma, los abrazos de Jaebum conseguían llenar algo de vacío que me quedaba. 
Ahora tan sólo me quedaba desear que estuviese dónde estuviese, se sintiese orgulloso de todo el bien que llegó a hacer a nuestra familia. Y que, por otra parte, estuviese feliz de haber cumplido su sueño.

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𝑂𝑛𝑙𝑦 𝐹𝑜𝑜𝑙𝑠 𝐹𝑎𝑙𝑙 𝐹𝑜𝑟 𝑌𝑜𝑢 ──𝐌𝐢𝐧 𝐘𝐨𝐨𝐧𝐠𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora