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-Yoongi.- Sonreí de forma incómoda.

El chico apenas elevó su cabeza para mirarme, estaba demasiado concentrado deshaciendo su maleta y dejando todas sus cosas tiradas por el suelo de la habitación. Me apoyé en el marco de la puerta, observando cómo con lentitud doblaba y guardaba sus camisetas en uno de los cajones del armario.

-Odio las putas mudanzas.- Refunfuñaba en voz baja sin parar de trabajar. 

-Tampoco es para tanto, no seas dramático.- Sonreí mientras me acercaba a él con paso ligero y le sorprendía con un abrazo por la espalda.

Él se quedó quieto y en silencio. Completamente tenso y sin encontrar las suficientes palabras para explicar cómo se sentía en aquellos momentos. Pero desde luego, entre todos aquellas emociones mezcladas, destacaba la felicidad.

-Mira cómo me has dejado la casa, parece una habitación de muñecas.- Hizo un pequeño puchero sarcástico y se sentó en la cama. -No se te puede dejar sola, eres cómo los perros. Te vas y te destrozan todo. -Empezó a fingir que lloraba de desesperación, mientras me repetía lo decepcionado que estaba por mí gusto en la decoración. 

Continuo con sus largas quejas por unos casi infinitos minutos.  Se levantó de la cama, me apartó con ambas manos y caminó directo a la puerta de salida. Yo le seguí, un poco más lenta que él. Estaba intrigada, porque estaba buscando la sala del piano. Cómo si tuviese miedo a que la hubiese borrado del mapa. 

Se paró en seco, manteniendo la mano bien firme sobre el pomo y la mirada fija. Y de un segundo a otro, abrió la puerta y se adentró en la habitación. Dejó caer un suspiro de tranquilidad y me sonrió al ver que no había tocado nada desde que él se había ido la última vez.

-Deberías confiar más en mí.- Volví a acercarme a él una vez más. -Sé que esto es importante para ti.

Él se sentó en la banqueta del piano, cómo si este lo llamara. Parecía echar de menos más que a nada en el mundo aquel piano marrón cubierto de polvo. Lo acarició con sus dedos primero, desde la primera nota a la última. Pero sin emitir sonido alguno. Simplemente, parecía estar sumido en un montón de recuerdos hermosos.

-Gracias.- Musitó de forma qué pretendía no ser escuchada por mí. Y acto seguido, comenzó a ensalzar notas de forma casi aleatoria. Creando una preciosa y diferente melodía a todas aquellas que había escuchado antes.

Me senté a su lado. Tratando de no interrumpir su pequeño concierto y de no molestarle en absoluto. La forma en la que Yoongi se fusionaba con el piano y se convertía en uno mismo, me maravillaba. Dejaba de ser el chico malo con contestaciones de mierda, a convertirse en alguien elegante que amaba la música y la disfrutaba. A veces llegaba a envidiarle, llegaba a envidiar la forma en que tocaba y la forma que tenía para transmitir todos sus sentimientos con simplemente sus dedos y un instrumento. Deseaba por encima de todas las cosas, llegar a meterme en sus pensamientos y saber qué pasaba por su mente, cuando tocaba.
Le observé de reojo, viendo cómo sus ojos cerrados parecían estar imaginando miles de universos distintos, cómo los suaves gestos con su cabeza acompañaban las notas más fuertes de la canción y viendo cómo sus labios murmuraban palabras ilegibles.
Le quería demasiado, pensé. Porque en momentos cómo estos, cuando estábamos ambos solos y sin interrupción ninguna, me daba cuenta de la hermosa persona que era Min Yoongi.

En aquellos instantes la melodía empezó a acercarse a un tono mucho más nostálgico. Las notas ya no eran tranquilas y fluían cómo gotas de lluvia en una ventana. Si no que parecían alfileres clavándose directamente en el corazón, en mí corazón. Pero el chico no paraba en absoluto y ni si quiera se daba cuenta de lo mucho que me dolía aquella simple canción. 
Pero qué estaría pensando, para transformar la más bonita melodía a una dura balada. Empecé a sentir en mí interior unas terribles ganas de marcharme de aquel lugar. No porque no quisiese escucharle, si no porque aquella música me traía horribles recuerdos.
Y cuando lo volví a ver, algo en mí explotó por completo. Yoongi no parecía estar disfrutando tampoco de la canción, con su ceño fruncido y sus ojos temblorosos, me pedía ayuda.

-Yoongi, para.- Pero no respondía a mí voz.

Las notas se volvían cada vez más fuertes y bruscas. Sus manos recorrían con más velocidad y brutalidad las finas teclas blancas. Y de vez en cuando, golpeaba con rabia una de estas.
Mi corazón se aceleraba, tenía miedo. Miedo porque por mucho que gritase su nombre, no parecía escucharme. Su cuerpo podía estar presente, pero en aquellos instantes no parecía ser nada más que un simple recipiente vacío. Yoongi, la persona que debía ocuparlo, no estaba. 
Era cómo si su alma se hubiese escapado por su boca y hubiese desaparecido. Dejando un cuerpo sin vida con la obligación de tocar las más tristes melodías existentes.  Pero a mí me parecía otra cosa. Estaba segura de que él estaba atrapado en sus recuerdos, y que cada nota ensalzada en aquel piano, era una de las etapas de su vida. Una que no le había dejado avanzar y que le estaba nuevamente corrompiendo por dentro.

-Yoongi, joder.- Empecé a zarandearle de lado a lado, sus manos no se movían en absoluto por mis empujones. Simplemente seguían el curso que habían estado repitiendo todo este tiempo. El de tocar aquella maldita melodía. -Por favor, Yoongi, respóndeme. 

Escuché el sonido ensordecedor de el piano siendo golpeado por su tapa. Mientras Yoongi, con los ojos abiertos cómo platos y la respiración entrecortada, trataba de volver en sí.
Tras unos segundos de silencio, nuestras miradas se cruzaron de forma intermitente. Yo trataba de buscar sus ojos con los míos, pero él apartaba la cara avergonzado. Agachó la cabeza y la apoyó encima del piano, cerrado de una vez por todas. Notaba cómo su respiración aumentaba de nuevo, volviendo a su ritmo normal. Pero sus manos y piernas estaban temblando y no parecía que se fuesen a detener.

-Lo siento.- Preocupada, pasé uno de mis brazos por sus hombros y lo acerqué a mí.-No quería asustarte.

Él respondió tan sólo poniendo una de sus manos encima de la mía y la otra en mí muslo. Pero no levantó la cabeza en ningún momento.

-¿Necesitas agua? Un poco de azúcar? Whisky?.- Pregunté yo tratando de llamar su atención y poder ayudarle en cualquier cosa que necesitara.

Levantó su mirada con cierta desgana. Soltó mi mano, la cuál cayó acariciando toda su espalda hasta quedarse apoyada en la banqueta.

-Estoy bien.- Me levanté para ayudarle, porque por mucho que me dijera que se encontraba perfectamente, no era capaz de hacer un movimiento sin balancearse.

Cuándo finalmente se puso de pie, pude ver su rostro mojado y sus ojos perdidos en el suelo. Inconscientemente, le abracé de nuevo. Apreté mi pecho contra el suyo y aparté aquellos mechones algo sudados de su frente. Empecé a acariciar su espalda de arriba a abajo, susurrándole que todo iba a estar bien y por supuesto, haciéndole entender que el llorar no le hacía más débil y que no tenía porque ocultar sus lágrimas.

-Se suponía que yo era la llorona de la relación.- Sonreí mientras secaba con mi pulgar una de sus últimas lágrimas.

Él me sonrió también de forma cansada, aunque dejó ver sus preciosas encías rosadas con aquella sonrisa. Cómo si estuviese tan agotado mentalmente, que no pudiese ni seguir fingiendo estar vivo. Me miró directamente a los ojos, esta vez sin apartar la vista ni por un segundo. Yo hice lo mismo, hasta encontrar mi reflejo en sus pupilas oscuras. Normalmente solía incomodarme o ponerme nerviosa el hecho de tenerle de esa forma. Tan cerca de mí y mirándome de una forma, que no podía entender en mi cabeza. Y no podía negar tampoco que estaba deseando saber que pensaba cuando me miraba así.

𝑂𝑛𝑙𝑦 𝐹𝑜𝑜𝑙𝑠 𝐹𝑎𝑙𝑙 𝐹𝑜𝑟 𝑌𝑜𝑢 ──𝐌𝐢𝐧 𝐘𝐨𝐨𝐧𝐠𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora