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Una llamada bastó para arruinarlo todo.
Al día siguiente todos estábamos en casa, ninguno quería quedarse solo. Dos pérdidas en un mismo mes parecía algo imposible, pero por desgracia, lo era. Recuerdo aquella mañana como si hubiese sido ayer mismo, tan duro, tan inesperado y tan cruel. Que aún sigo sintiendo en mi interior el dolor de aquella desgarradora noticia.
Fue Clàudia la primera en enterarse de aquella noticia. La llamaron al teléfono mientras todos estábamos desayunando. No nos había dado tiempo a acostarnos, aún seguíamos asimilando que Yoongi se había marchado. Puede observar como sus facciones pasaban de ser cansadas a volverse algo amargas. Me miró, bajó la mirada y colgó el teléfono. No quería escuchar más palabras.

Todos nos giramos al unísono, sorprendidos ante su reacción tan inesperada. Y ella, con un hilo de voz y el corazón en un puño sólo pudo responder: "Han tenido un accidente". Todos hicieron el mismo sonido de sorpresa. Todos se quedaron en shock. Todos estaban tristes.
Pero yo, yo ya no sabía que sentir. Al principio no entendía la situación, hasta que Clàudia volvió a pronunciar unas últimas palabras: "Yoongi está muerto". Aquellos cientos de ojos se giraron hacia mi dirección. Me observaban como si esperasen algo de mi, como si quisiesen que rompiese a llorar ahí mismo.
Yo no podía pensar con claridad, no me quería creer aquello, no podía asumirlo. Hacía menos de dos horas que había estado en mis brazos, y pensaba que aquello iba  a ser un adiós definitivo. Pero no, esto si que lo era.
Traté de apoyarme como pude a los bordes de la encimera, tratando de acercarme a la puerta de entrada. Me tambaleaba sin fuerzas, pero aunque tratasen de ayudarme a caminar, no quería que nadie me tocase. Quería estar sola, quería huir, yo tan sólo quería morir e ir con él donde estuviese.

Pensaba que era fuerte, pero no. Podía tratar de creer que cuando se fuera, iba a poder con todo, porque en cierto modo, él seguiría allí. En otra parte, pero estaría. Y ahora, que era imposible tener una mínima oportunidad de reencontrarme con él, no encontraba ninguna razón para seguir de pie en este mundo.
Lancé un pequeño grito interior de impotencia, abrí la puerta sin mirar a nadie y salí de mi casa lo más rápido que pude. Tratando de alejarme de todo lo que me hiciese daño, aunque realmente no existiese nada que me salvase de ese sentimiento. Corrí durante horas, sin un rumbo en concreto y sin ningún otro pensamiento en la cabeza que el de mi propia muerte.

Se sentía como si me estrangularan, abriesen mi pecho con las uñas, echasen sal en las heridas y después me dejasen tirada. Me sentía como si fuese más pedazos de dolor que de persona, como si la propia aflicción estuviese creando raíces en mi piel. Yo ya no era nadie, yo no podía seguir siendo alguien de esta forma. Si tan sólo le hubiese pedido que se quedase conmigo, no le hubiese perdido para siempre. Si hubiese aprovechado cada momento, hubiese dejado atrás cada discusión... Si tan sólo le hubiese tratado de comprender un poco más, nunca hubiésemos llegado a este punto. Todo era mi culpa, porque jamás quise abrir los ojos y le culpé por todo.
Mientras continuaba corriendo con los ojos cerrados y mis lágrimas se esparcían y dejaban huella por todas las calles, vi lo único que podía asemejarse a mi salvación. Era el puente Banpo.

Tragué saliva con miedo, le pedí perdón a todos por lo que iba a hacer, aunque nadie me escuchase. Me acerqué con pasó seguro pero asustada, no veía otra salida, no había otra salida.
Me quité los zapatos con cuidado y los dejé en un lado apartados. Miré a mi alrededor, no pasaba ningún coche que pudiese detenerme, no había absolutamente nadie. Tan sólo estábamos yo y mi tristeza. Empecé a subir una barandilla, apoyando mi rodilla derecha en ella, para después con un impulso, apoyar el otro pie. Temblaba tanto, que pensaba que no hacía falta que me tirase, en cualquier momento me podía resbalar yo sola. 
Me agarré con tan sólo una mano, con la otra necesitaba acariciar mi abdomen. Miré al horizonte, desde aquel punto Seúl parecía una obra de arte. El sol comenzaba a salir de forma vergonzosa y a penas un par de nubes lo tapaban. Era un perfecto día para morir.
Observé con delicadeza y con tranquilidad, cada calle, cada distrito, cada edificio. Quería que aquella fuese la última imagen, la menos cruel y la más hermosa que hubiese visto. Una imagen que borrase de mis recuerdos todo aquello vivido.

Cogí aire y cerré los ojos. Dejé que el viento acariciase con suavidad mi cuerpo. Mi cabello empezó a balancearse como si imitara a las olas del mar, mi ropa acariciaba mi piel con ternura y se iban borrando las lágrimas que no dejaban de caer.
Recordé el momento en el que nos conocimos. Lo mucho que llamó mi atención, su apariencia, su forma de actuar y sus gestos. Como cambió durante el tiempo que estuvo conmigo. Cuando empezó siendo sarcástico y tratando de alejarme, cuando me confesó que me quería en aquel viejo portal, cuando me besó por primera vez después de sacarlo de comisaría. Recordé cada bello momento y cada horrible sentimiento. Todo. T-o-d-o. 
Cuando se pasaba días sin hablarme, cuando me ocultó por tanto tiempo lo que realmente sentía, sus miedos, sus problemas y el amor que sentía por su hermano Minho. Sentí que me había engañado por mucho tiempo.

Realmente nunca fue el malo del cuento, tan sólo quería actuar como tal para protegerme. Porque siempre prefirió culparse a él mismo, que hacerme sentir culpable. Y hasta en los últimos momentos de su vida, continuó preocupándose por mi felicidad y mi seguridad.
Y yo, sólo había sido capaz de tratarle como una persona horrible por su actitud. Sin tener en cuenta como se sentía realmente y todo el daño que le ocasionaban mis palabras. 
Por eso tantas veces volvió a recurrir a las drogas, porque ni si quiera yo era capaz de darle la paz que necesitaba. Al contrario, actuaba como todo el mundo actuó con él. Repitiendole una y otra vez, lo mal que hacía las cosas y lo decepcionada que estaba.
No podía ver su dolor, su tristeza, su odio... No podía ver nada más que mis propios sentimientos.

E incluso estando ahí, en el borde del puente a punto de lanzarme. Continuaba pensando en lo que YO sentía. Porque, solo podía preguntarme, ¿alguna vez fui capaz de hacerle tan feliz como se merecía?.

Ya no quería seguir pensando en ello, tan sólo dar ese paso final. Aquel que me llevaría a mi destino.

𝑂𝑛𝑙𝑦 𝐹𝑜𝑜𝑙𝑠 𝐹𝑎𝑙𝑙 𝐹𝑜𝑟 𝑌𝑜𝑢 ──𝐌𝐢𝐧 𝐘𝐨𝐨𝐧𝐠𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora