Soixante

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Benjamín:

A los dos días después de salir de la clínica, me fui a un internado para poder tratar la ansiedad y la abstinencia. El tratamiento consistía en dos horas de terapia psicológica, talleres electivos y auto-ayuda. Todo era muy limpio y amplio, era un edificio alto y blanco. Me inspiraba mucha confianza y nostalgia. Eso sí, estaba lejos de la ciudad y no podía hablar con nadie, hasta que estuviera estable y se notara.

Tomé el electivo de lenguaje y escritura, sentía que si escribía, tenía más cerca a la Ignacia. El primer día, solo escribí cosas que me dolían, pude jurar que tenía a la Ignacia a mi lado, el ambiente se volvía tan ella cuando yo escribía.

—Benjamín, descansa. Desde que llegaste, solo te has dedicado a escribir.— me dijo la terapeuta sentándose a mi lado. Tenía una voz tan relajante, que inmediatamente, como si fuera magia, dejé el lápiz en la mesa.

—No puedo dejar de escribir. Siento que si escribo, ella vendrá.— suspiré frustrado. Sabía que me estaba convenciendo de algo que no era real.

—Mira, sé que no nos dejan utilizar medios para comunicarnos con las personas que están afuera, pero, ¿y si le mandas una carta?— la miré a los ojos y se me formó un nudo en la garganta. Sentí emoción en ese momento, simplemente quería que supiera que estaba bien o eso creía.

—¿Quién me asegura que la carta le va a llegar?— cerré el cuaderno y la quedé preguntando. Su uniforme morado me mareaba a veces si la quedaba mirando por mucho tiempo.

—Yo, yo puedo entregarlo por tí, solo hazlo. Se ve que quieres mucho a la niña que le escribes.— se paró y su mano se apoyó en mi espalda, como si me estuviera consolando.

—Yo la amo.— miré a otra parte para que no se notara que quería llorar.—Le encanta escribir y expresarse por un papel, aunque suene muy ahueonao lo que digo.— la terapeuta me miró mal.

—Ese vocabulario no, pero está bien que se exprese así. ¿Le cuesta decir las cosas?—preguntó.

—Piensa que si dice lo que piensa, la va a cagar.— miré asustao a la terapeuta.—Perdón, piensa que si dice algo, podría  arruinar algo.— me encogí de hombros.

—Bueno, en media hora empieza mi descanso, escribe para que le vaya a dejar la carta.— se fue de mi lado y me dejó solito en la pieza que me dieron, que la compartía con un cabro del sur que también tenía problemas de drogadicción y otros problemas psicológicos.

Estuve diez minutos pensando que podía escribir, hasta que pasó.

[...]

Alguien tocó la puerta de mi pieza a la media hora, la abrí y entregué el papel. Lo único bueno que tenía en esa pieza, era un reloj. Sentía que si no tenía uno, me perdía y me habían quitado el mío y estaba en custodia. Si realmente me recuperaba, de a poco me iban a dar mis beneficios.

Ignacia:

Había recién llegado del liceo y estaba comiendo una plato de papas fritas, para pasar las penas, ah.

Escuché que alguien tocaba la puerta y sabía que no era mi mamá, por la forma en que tocó la puerta.

¿What hueá?

Fui abrir y era una señorita, de unos veinte años más o menos.

—¿Sí?— pregunté media confundida. No la conocía, no tenía parentesco alguno con ella.

—¿Tu eres Ignacia?— sacó de su bolso un papel.

—Eh...sí.— dudé en decirle, pero le contesté.

—Toma.— me extendió un papel.—Es de él.— se me aceleró caleta el corazón apenas escuché que pronunció esas palabras.

—¿Estás segura?— temblando tomé el papel.

—Sí, ahí está su firma.— apuntó el sobre.

—Ya, gracias.— me sentía muy asustada. Entré a mi casa y me senté en el sillón a leer.

"Gracias por todo, Ignacia.

Por las sonrisas, por los besos, por los abrazos, por tus cartas.

Gracias por el sexo, que más bien, yo sentía que era hacer el amor (ah que cursi)

Gracias por el amor, por el descontrol y el alcohol.

Gracias por la pasión, por la ira y el dolor.

Por saber manejar mi mal humor y por abrazar mis mañas.

Por besar mis ojeras y por tratar de ayudarme a dormir.

Gracias por ser tú, por entenderme, por protegerme.

Gracias por repararme, destruirme y repararme, otra vez.

Por los buenos, malos y peores momentos.

Gracias por las risas y por alegrarme más de un día.

Por el café y el cigarro (cigarro que no me dejabas fumar)

Gracias por vivir y morir conmigo.

Gracias por todos los amaneceres a tu lado, por dormirte en mi pecho y dejarme abrazarte.

Gracias por dejarme amarte y por tratar de que te aceptaras como eres.

Gracias por sufrir por mi y conmigo (aunque odie que sufras por mi)

Por sonreír y hacerme reír.

Gracias por correr conmigo y tras de mí.

Gracias por tí, por mí y por nosotros.

Gracias por ese final que ya estaba anunciado desde el comienzo y que no quisimos aceptar, porque simplemente aceptamos las condiciones y reglas desde que supimos que esto iba para algo serio".

-Benjamín Castro.

Me quedé mirando a un punto fijo después de leer.

Sentía que se estaba despidiendo de mí.

¿Y si no vuelve...?

-WeaOriginal🌚✌

MANUAL: Cómo Superar A Un Ahueonao [CHILENSIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora