En cuanto salgo del ascensor de comisaría, justo en la primera planta, me dirijo con pasos firmes hacia el despacho de Dean. Sin embargo, antes de que pueda avanzar algo más de un par de pasos, unos dedos se enroscan en mi brazo, haciendo que me gire para ver de quien se trata. Mis ojos se abren tanto por la sorpresa, que se me llegan a secar un poco.
—Marshall... —susurro sin creerme que lo tenga frente a mí—. ¿Qué haces aquí?
Arrugo la nariz, mostrándole una leve sonrisa en mis labios que lucha por ensancharse debido a la ilusión que me provoca verle de nuevo por estos lares.
—He vuelto, niña —me hace saber, alegre.
La sonrisa en mi cara termina de agrandarse y mis ganas de abrazarle aumentan considerablemente. Habremos tenido nuestras diferencias, nuestras discusiones e injusticias, pero, he de admitir, que he echado muchísimo de menos a este gruñón sin causa.
—¿Eso quiere decir que Dean...? —Señalo con el pulgar su despacho.
—Así es. —Asiente y deshace el agarre de mi brazo—. El señor Collins se marcha.
En el momento en el que esas palabras salen de su boca, una alegría enorme me inunda el cuerpo al completo, de pies a cabeza. Tengo hasta ganas de saltar de la alegría, eso es una gran noticia. Por fin voy a tener vía libre para poder investigar a mi antojo y ayudar a Axel como es debido.
—Está recogiendo sus cosas —añade—. Ve con él. Quiere hablar contigo.
Muevo la cabeza en respuesta afirmativa y, luego, me doy la vuelta y pongo rumbo hacia el despacho de Dean. Cuando llego a mi destino, me relamo los labios y me armo de valor antes de acceder al lugar sin molestarme en llamar. El señor Collins aparece ante mí, recogiendo sus cosas y metiéndolas en una caja de cartón. No puedo evitar sonreír llena de satisfacción.
—¿Querías verme? —pregunto.
Él posa sus ojos en mí.
—Así es, señorita —afirma, metiendo su última pertenencia en la caja.
—Pues tú dirás. —Me encojo de hombros.
Dean se ríe levemente por algo que no llego a comprender, al mismo tiempo que coge la pequeña caja de cartón entre sus brazos para, después, acercarse a mí con pasos lentos.
—¿Qué ha pasado con el "usted"?
—Ya no eres mi jefe, no tengo por qué tratarte de usted —contesto sin más.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y le muestro una sonrisa de medio lado en mis labios. Él me devuelve el gesto, escondiendo una carcajada en las profundidades de su garganta.
—¿De qué querías hablar conmigo?
—Quería decirle que todavía está a tiempo de renunciar al caso. —Endurece su expresión facial.
Mi cara adquiere una seriedad casi tan dura como la suya e, involuntariamente, trago saliva. Es como si esa simple frase hubiese causado temor en mi ser. No quiero tenerle miedo, no quiero dejar que me convenza de abandonar todo por lo que he peleado por conseguir. Es peor que un grano en el culo.
—No voy a dejarlo —sentencio.
—Se está ganando un sitio en el cementerio, señorita —asegura.
—Si ese es el precio por hacer justicia, moriré encantada.
Las palabras me salen con una firmeza que me llega a sorprender, pero no me arrepiento de haberlas pronunciado. Dean no dice nada, solamente se me queda mirando directo a los ojos, a modo de desafío y como si estuviese queriendo descifrar lo que está pasando por mi mente en ese preciso instante.
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Liberación | EN FÍSICO |
ActionDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...