👑🌹 Capítulo 4

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Pestañeo un par de veces y, en el momento en el que mi cuerpo comienza a reaccionar de nuevo, miro la hora que es en mi reloj de muñeca: son tan solo las once de la mañana. Divago por mis recuerdos hasta que doy con el que me dice que, efectivamente, acordé con Marshall que a Phillip me lo traerían por la tarde. El chico debería de estar en el colegio ahora mismo. ¿Qué hace aquí?

—Creía que me lo ibais a traer esta tarde —le digo a mi compañero.

—Es que el muchacho se encontraba mal y me llamaron de la escuela para que lo fuera a recoger. Al parecer tiene fiebre —explica apartando las manos de las asas de las maletas—. Así que por eso estamos aquí.

Anton deja caer con suavidad una de sus manos sobre la cabeza del hermanito de Axel con aire cariñoso. En cambio, él ni siquiera se inmuta ante el acto del hombre uniformado que hay a su lado, solamente se mantiene observando el interior de mi piso con una expresión neutra fija en su angelical rostro y abrazando al cachorro cada vez más.

Luego de asentir ante sus palabras, le hago un gesto para que me entregue las maletas. Mi compañero, sin perder ni un segundo, hace lo que le pido.

—Voy un momento abajo a por la comida del perro —comenta haciendo el ademán de irse—. Me la he dejado en el coche.

—Vale, gracias.

Él, luego de alborotar el cabello del muchacho, se dirige hacia las escaleras a la carrera para regresar en el menor tiempo posible. Cuando desaparece de mi vista, pongo la mirada sobre Phillip, el cual mueve la cabeza en un intento de volver a colocarse los mechones de pelo en sus sitios correspondientes, ya que sus brazos están ocupados sosteniendo a su mascota. Carraspeo con la garganta para llamar su atención.

—Pasa, cielo. No seas tímido. —Le muestro una cálida sonrisa.

El pequeño Williams me echa un rápido vistazo y, después, entra en casa con pasos lentos, mirándolo todo a su alrededor con un detenimiento analizador. Yo me dirijo hacia el salón arrastrando sus pertenencias a ambos lados de mi cuerpo y, al llegar al lugar, las dejo a los pies del sillón, en el que se encuentra Bagheera durmiendo tranquilamente. Espero que no se despierte porque, cuando vea al perro, comenzará la Tercera Guerra Mundial.

Dejo el abrigo sobre el respaldo del sillón, con cuidado de que ninguna parte de la prenda dé contra el pequeño cuerpo de mi bicho y, más tarde, me doy la vuelta para dirigirme a la entrada, lugar en el que se ha quedado Phillip completamente quieto. Es como si le diera miedo adentrarse más.

—¿Te duele la tripa o algo? —pregunto en un intento de entablar una conversación con él y averiguar lo que le sucede.

Él, simplemente, niega con la cabeza.

—¿Entonces qué te ocurre? —Me acuclillo para estar a una altura cercana a la suya.

Este se encoge de hombros. Eh...

—Kelsey. —La voz de Anton se hace presente en el lugar.

Phillip y yo desviamos la mirada hacia la puerta, viendo así a mi compañero de trabajo dejar un saco de tamaño mediano de comida de perro en una esquina. Acto seguido me hace una seña con una de sus manos para hacerme saber que me lo deja justo en ese sitio. Después de mostrarle una sonrisa para agradecérselo, él se marcha y cierra la puerta a su espalda.

Regreso la vista al niño, queriendo continuar con nuestra charla, en cambio, el agudo ladrido de su perrito, hace que el corazón me pegue un pequeño bote. Miro al chucho y achino un poco los ojos; más le vale no haber despertado al gato.

—Perro, calla —ordeno en un susurro.

—Se llama Sparkie —me corrige su dueño en un tono de voz suave y bajo.

Liberación | EN FÍSICO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora