Unos suaves maullidos consiguen despertarme. Abro los ojos con lentitud y pesadez mientras apoyo los codos en el colchón, en un intento de incorporarme. Diviso mi teléfono móvil sobre la mesilla de noche. Estiro uno de mis brazos entre quejidos de dolor hasta que mis dedos consiguen cogerlo. En el momento que lo desbloqueo y veo que son las nueve de la mañana, mi barbilla cae al suelo. Ya no solo por el hecho de que llego un pelín tarde al trabajo, sino que por culpa de las constantes pesadillas que me vienen a golpear ahora cada noche, no he dormido ni tres horas.
Me mato.
Vuelvo a dejar el teléfono en su sitio y dirijo la vista al suelo, lugar en el cual se encuentra Bagheera sentado mirándome fijamente. Otro maullido sale del interior de su boca.
—¿Qué ocurre, bicho? —inquiero con voz somnolienta mientras deslizo mis piernas por el borde de la cama, hasta que mis pies dan con el frío suelo, cosa que hace que me estremezca—. ¿Dónde has dejado al alien?
Bagheera vuelve a maullar. Debe de dolerle la herida.
Cojo entre mis manos su cuerpo, lo más delicadamente posible, y lo pongo sobre mis piernas. Observo la cicatriz de la operación, y no es que tenga mala pinta, al contrario, creo que se está curando bien. Aunque bueno, supongo que el dolor que él siente no tiene mucho que ver con el estado de la herida. Le va a molestar hasta que se le cure del todo.
Le vuelvo a dejar en el suelo, con cuidado de no hacerle daño. Una vez que sus patitas estás sobre este, comienza a caminar a paso muy lento hacia la salida de mi habitación; me da mucha lástima verle así.
Me levanto de la cama como si de una anciana me tratase, parece que me voy a romper en cualquier momento. Arrastro los pies hasta llegar a la salida de mi cuarto y, cuando llego, empujo la puerta entreabierta del mismo. Al salir al salón y posar la vista en el centro del lugar, no puedo evitar sonreír de ternura.
Phillip se encuentra tumbado en el sofá, durmiendo boca abajo y agarrando con fuerza la mano de su hermano. Axel duerme en el suelo, está tumbado sobre su lado izquierdo bajo un par de mantas a los pies del sofá. Ambos están en calma, como si de dos angelitos se trataran. Anoche, cuando íbamos a volver a nuestras casas, Phillip insistió en dormir conmigo. Y bueno, Axel no quiso irse sin su hermanito. Así que aquí están los dos.
Al notar que el cuerpo de Lipy se encuentra desarropado, me acerco a él con cuidado de no pisar y despertar a su hermano mayor y vuelvo a taparle con las mantas que han acabado en el suelo. Hecho esto, me dispongo a ir a la cocina para preparar el desayuno y dar de comer a los gatos. En lo que dura el trayecto, no puedo evitar pensar en Marshall. Ni siquiera me ha llamado para echarme la bronca por no estar en comisaría a mi hora. Supongo que sigue sin querer que trabaje en el estado en el que estoy.
Cuando llego, Andrea aparece en mi campo de visión mirando a su respectivo comedero con fijeza. La pobre me está esperando para que se lo llene. Sin hacer esperar más a los gatos, les echo su comida en ellos; por suerte, el saco es más pequeño que el de los perros y no tengo que hacer mucho esfuerzo a la hora de cogerlo y hacer lo propio. Hecho esto, me acerco a la nevera para poder sacar la leche y empezar a preparar nuestro desayuno, sin embargo, un repentino grito me lo impide.
—¡Mierda, Lipy! —La voz de Axel resuena por el lugar.
Frunzo el ceño sin entender muy bien lo que pasa. Hace nada estaban durmiendo tan tranquilos y ahora parece no ser así; ni siquiera ha pasado un minuto desde que he salido del salón. Me doy la vuelta y me dirijo con pasos apresurados a dicho lugar. En el instante en el que llego, no puedo evitar abrir los ojos de par en par y reírme a carcajadas.
Jé.
Phillip se ha caído del sofá y ha ido a parar encima de su hermano, a quien no parece haberle hecho mucha gracia eso. Lipy no se ha dado cuenta todavía de lo que acaba de ocurrir, ya que sus ojos se abren dificultosamente debido a que tenía un sueño profundo.
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Liberación | EN FÍSICO |
ActionDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...