El sonido del teléfono móvil provoca que abra los ojos de golpe. Mantengo la cabeza sobre la almohada, con mis brazos bajo esta sin intención alguna de sacarlos para agarrar el dispositivo. Dirijo la mirada hacia el cacharro que no deja de emitir ese tono de llamada tan irritante; ni siquiera me he molestado en cambiarlo por una canción que me guste. Soy de esas personas que dejan el tono predeterminado que viene de fábrica; ya me estoy arrepintiendo.
Entre gruñidos, me dispongo a sacar la mano de debajo de la almohada, para luego coger el móvil de la mesilla de noche. Tras descolgar la llamada, me lo llevo al oído.
—¿Diga? —pregunto con voz somnolienta.
—Hola, Kelsey. Te estoy esperando abajo. —La voz de Ann se adentra en mis oídos—. Sé que es pronto, pero Jayden nos ha dicho que debemos estar en el local temprano.
Me doy la vuelta en la cama con lentitud, hasta quedar boca arriba.
—Me visto y bajo —informo.
—De acuerdo. Ah, Jayden también me pidió que te dijera que llevases tu pistola cargada.
—De acuerdo. —Asiento—. Dame unos minutos.
Dicho esto, cuelgo la llamada y miro la hora en la pantalla: son las seis de la mañana.
Dejo el teléfono a un lado del colchón. Acto seguido, me incorporo de la cama, deslizando las piernas por el borde. Cuando me pongo en pie, enciendo la luz de la habitación y abro el armario en busca de algo que ponerme encima. Después de unos segundos repasando el interior con la mirada, cojo unos pantalones vaqueros azules oscuros, unos calcetines y una sudadera gris que pueda resguardarme del frío.
Una vez en mis manos, me quito el pijama y me pongo las prendas escogidas. Luego, procedo a buscar mis zapatillas por el suelo de mi cuarto. En cuanto doy con ellas, me las pongo y abrocho lo mejor que puedo para que no se deshagan los nudos de los cordones al paso de las horas. No sería la primera vez que me ocurre y debo pararme a atarlas de nuevo.
A continuación, cojo mi móvil y lo guardo en el bolsillo trasero de mis pantalones. Me acerco al cajón de la mesilla y saco la pistola, después la guardo en los bolsillos de la sudadera. Salgo de la habitación y me dirijo al cuarto de baño para asearme y hacer mis necesidades. Tras lavarme la cara y los dientes, camino hacia el salón. Allí me encuentro a mis dos felinos durmiendo sobre el sofá los dos juntos, acurrucados el uno con el otro.
No puedo evitar sonreír ante la escena que estoy presenciando. Sin embargo, al acordarme de que la pelirroja me está esperando abajo, meneo la cabeza para salir de mi embobamiento y me encamino hacia la cocina para llenar los comederos y los bebederos de ambos gatos. Cuando he hecho esto, rebusco por las puertas de los armarios algo que pueda desayunar por el camino; me decanto por un paquete de galletas sin más. Decido coger dos para que Ann también tenga algo que llevarse a la boca, en el caso de que no haya comido nada antes de salir, y me las guardo en los bolsillos de la sudadera, hasta que estos ya suplican ser vaciados.
Al asegurarme de que ya estoy lista del todo, vuelvo hacia el salón y tomo las llaves del piso de encima de la mesita de centro. Una vez en mi poder, salgo de casa y cierro la puerta. Bajo las escaleras con rapidez, mirando los escalones para evitar caerme o tropezarme con mis propios pies. En cuanto estoy en la planta baja, empujo la puerta del portal y salgo a la calle. El aire fresco de la madrugada me golpea el cuerpo, y es entonces cuando me arrepiento de no haberme puesto un abrigo encima. El sol ni siquiera ha salido aún.
El coche de Ann aparece en mi campo de visión al ras del borde de la acera, a pocos pasos de mí. Me acerco hasta a él y entro en el asiento del copiloto. La calefacción del mismo me abraza, cosa que agradezco. Me apresuro a cerrar la puerta para que no entre más frío.
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Liberación | EN FÍSICO |
AksiyonDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...