Unos pequeños golpecitos sobre la punta de mi nariz hacen que mis ojos se abran lentamente con pesadez. Cuando estos consiguen abrirse del todo y comienzan a volver la imagen que hay a centímetros de mí mucho más nítida, el hocico húmedo de la gata sin pelo es lo único que puedo alcanzar a ver. Sus bigotes se mueven por mi rostro haciéndome cosquillas y olfateándolo al completo.
—Buenos días, alien —saludo a Andrea con voz somnolienta.
Agarro su cuerpo y lo levanto de encima de mi pecho para poder incorporarme sin problemas del sofá. Al tener mi espalda totalmente despegada del lugar en el que he dormido esta noche, dejo a la gata sobre mis muslos; ayer no quise despertar a Phillip, he preferido dejarle en mi habitación para que estuviera más cómodo.
—¿Dónde has dejado al bicho de Bagheera? —inquiero acariciando la piel arrugadita de su pequeña cabeza.
En ese preciso momento, un ladrido hace que dirija la mirada hacia mi derecha, lugar del salón en el que se encuentra la televisión y los dos muebles que hay ambos lados de la misma. Bagheera está en lo alto del último estante del mueble izquierdo, observando con los ojos muy abiertos al pequeño Sparkie ladrándole e intentando alcanzarle mediante pequeños saltos. Ya están armando guerra desde bien temprano, como me tiren las cosas de los estantes, me los cargo.
Desvío la vista hacia el pequeño reloj que hay sobre uno de ellos, dándome cuenta de que en realidad no es tan pronto; son las diez de la mañana, camino de las once, lo que también me hace acordarme de que Phillip tenía que haber ido al colegio hace cosa de una hora y yo haber empezado a trabajar. De inmediato miro mi teléfono móvil, el cual descansa sobre la mesita de centro. Ni siquiera ha sonado la alarma.
Tras apartar nuevamente a Andrea de mi cuerpo, me pongo en pie. A continuación, corro lo más rápido que me permiten las piernas, todavía dormidas, hacia mi dormitorio. Una vez que he entrado, llevo las manos hacia el hermano de Axel, moviéndole con lentitud de un lado a otro para que se despierte.
—¿Qué pasa, Kelsey? Déjame dormir —se queja entre gruñidos perezosos.
—Pero ya llegamos tarde al colegio, cielo. —Le aparto las sábanas de encima—. Vamos, levanta.
Phillip levanta su espalda del colchón lentamente, para después restregarse los ojos con los puños de sus manos, adormilado.
—Pero Kelsey...
—¿Te sigue doliendo la tripa? —indago, interrumpiéndole.
—No, ya me encuentro mejor —admite y bosteza—. Y tengo mucha hambre.
No me extraña.
—Oye. ¿Por qué no me dijiste que la leche estaba mala? —le regaño.
Pongo las manos sobre mis caderas y el niño se me queda mirando con incredulidad, luego se encoje de hombros. Tras ver su acción, las piezas comienzan e encajar en mi cabeza, provocando que mi ceño se frunza.
—No dijiste nada porque querías ponerte malo para no ir a clase, ¿verdad?
El enfado se hace notable en mi rostro con cada palabra que pronuncio. Él me sonríe de forma leve, admitiendo lo que acabo de decir.
—Yo te mataba —confieso, cabreada.
—No puedes, eres policía. —Ensancha su sonrisa, lo que logra que el enfado vaya desapareciendo de mí poco a poco—. Además, sé que me has cogido el suficiente cariño como para no hacerlo.
¿Cómo enfadarse con este crío?
—No puedo enfadarme contigo —admito mi derrota—. Ahora levanta, venga.
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Liberación | EN FÍSICO |
ActionDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...