—Buenos días, señor Meadows —le saludo en cuanto entro en su despacho.
Este levanta la mirada de entre unos papeles que estaba mirando y la fija en mí, sonriente. Parece estar bastante contento en el día de hoy, ya se le pasaron los malos humos del comienzo. No sé si me siento mejor por ello o lo echo de menos.
—Buenos días, niña. —Ensancha más la sonrisa—. Pensé que vendrías antes.
—Es que tenía que llevar a Phillip al colegio —explico mientras me acerco a su mesa con lentitud—. Oiga... debo pedirle una cosa para seguir con mi trabajo.
Bajo la mirada hasta las hojas del informe del caso de Axel que sujeto entre mis manos. Ya no puedo tenerlo por casa porque Phillip vive conmigo ahora. No sería muy agradable que él viese alguna de las fotografías de los cadáveres, por lo que, ya que tengo mi propio despacho, he decidido traerlo aquí.
—Tú dirás. —Entrelaza los dedos de sus manos sobre la mesa, esperando a que continúe hablando.
—Me gustaría entrar en el escenario del crimen para situarme en los hechos que ocurrieron allí y buscar algo que pueda ayudarme con el caso, por lo que necesito un permiso —comento.
Subo la mirada hasta la suya. Marshall, sin decir ni una sola palabra, abre uno de los cajones de su escritorio para luego sacar una hoja de papel escrita a máquina y sellado en una esquina con tinta azul. Arrugo el entrecejo.
—Me he adelantado. —Deja el impreso sobre la mesa—. Te conseguí el permiso ayer.
Mis ojos se abren de par en par ante la noticia que acaba de darme, dejándome en un estado de estupefacción que no me permite pensar las palabras que quiero decir, correctamente. Sinceramente no me lo esperaba.
Sabía que, si yo misma se lo pedía, él me lo conseguiría sin problema, pero el hecho de que se haya adelantado para facilitarme las cosas... vaya. La evolución que ha pegado este hombre conmigo no la creía posible. Sí, este Marshall me gusta más que el anterior.
—Muchas gracias —agradezco en un hilo de voz apenas audible.
—Toma la orden de registro. —La coge de la mesa y me la tiende—. Hay algo que debes saber. Han pasado seis años desde que se cerró el caso, por lo que la casa está ocupada por una familia. Para entrar debes enseñarle el permiso —dice con seriedad en su voz.
Asiento con la cabeza para hacerle saber que he entendido todo lo que me ha dicho y luego cojo el permiso de entre sus dedos. Pues lo de buscar nuevas pistas ya no va a ser posible. No creo que se hayan quedado con las cosas de la familia de Axel, aunque bueno, nunca se sabe.
—Te aconsejo que intentes averiguar más cosas sobre la persona culpable preguntándole a Axel o al otro testigo —me aconseja y cruza los brazos sobre su pecho.
Eso no hacía falta que me lo dijera, está claro que lo voy a hacer de todas formas. Y la primera persona en la que había pensado, es Axel, aunque posiblemente me mande a la mierda otra vez. Pero por intentar no pierdo nada.
—Sí, señor. —Asiento—. Voy a dejar esto en mi despacho y ahora me pongo a trabajar. —Le muestro el informe en una de mis manos.
—De acuerdo.
Una vez que escucho su aprobación, me doy la vuelta y salgo de su oficina. Saco las llaves que abren la puerta de mi nueva sala de trabajo de uno de los bolsillos de mi abrigo, para luego acercarme lentamente a la entrada de la misma. Una vez que estoy a tan solo unos pasos de ella acerco la llave a la cerradura, pero antes de que pueda hacer lo propio, la puerta se abre de golpe.
Una mujer de unos treinta años de edad, de pelo corto, a la altura de sus hombros y marrón oscuro, aparece en mi campo de visión. Sus ojos azules suben hasta los míos en cuanto se da cuenta de la situación, haciendo que una cálida sonrisa aparezca en sus labios pintados de un rosa claro. Y debo decir, que en el tiempo que llevo trabajando en esta comisaría, no la había visto nunca. Hasta ahora.
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Liberación | EN FÍSICO |
ActionDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...