Deslizo la punta del bolígrafo por el fino papel de la libreta que uso para anotar los pedidos de los clientes tras escuchar lo que la mujer quiere tomar. Son las cuatro de la tarde, apenas hemos terminado nuestro descanso para comer y esto se ha llenado en menos de cinco minutos. ¿Lo malo? Que la mayoría de la gente que viene a estas horas quiere un café. ¡Por favor! ¿Es que no puede llegar alguien que quiera una cervecita o qué sé yo? Llevo tan solo dos días trabajando y ya estoy recordando el odio que le tenía a las cafeteras y al olor de los granos de café. Pero será mejor que no me queje. Mis quejas son lo que me han traído de cabeza aquí.
Sonrío a la mujer y le hago saber que en unos minutos tendrá su café con leche listo. Arranco la hoja escrita y guardo el boli y la libreta en la cinturilla de la falda. Camino con cuidado hacia la barra para preparar todo lo que me han pedido. Cuando paso detrás de dicha barra, dejo el papel sobre la encimera y me dispongo a preparar la primera cosa de la lista: un café con leche. Pongo una taza bajo la cafetera y, tras configurarla, presiono el botón. Me mantengo unos instantes a la espera de que el proceso termine, totalmente tranquila.
—¡Bu! —dice alguien a mi espalda y agarrándome de la cintura, lo que provoca que yo pegue un salto debido al susto.
Me giro para ver de quien se trata al mismo tiempo que me llevo una mano al pecho para calmar los latidos de mi corazón desenfrenado. Bea es quien aparece junto a mí, con una sonrisa de oreja a oreja y riéndose a carcajada suelta. ¡Joder, no me lo esperaba!
—Me has dado un susto de muerte —le hago saber casi sin respiración—. ¿Y se supone que tú estás aquí para mantenerme con vida? —susurro con los ojos muy abiertos, a lo que ella sonríe.
—¡Tampoco es para tanto, glóbulo rojo!
Niego con la cabeza y suspiro. Después de que logro relajar mi pulso, prosigo con mi labor. Luego de ver que la taza tiene la mitad de café, la aparto de la cafetera y procedo a echarle leche caliente para acabar de llenarla. Bea sigue todos y cada uno de mis movimientos con la mirada, cosa que consigue ponerme un poco nerviosa. Una vez que he finalizado, dejo la taza sobre la bandeja que tengo a un lado de la encimera.
Me muevo hacia el mostrador y cojo un par de pastelitos de uno de los escaparates. Acto seguido, lo añado a la bandeja junto con un azucarillo y una cuchara pequeña. Antes de que pueda llevárselo a la mesa correspondiente, Beatrice se pone enfrente de mí, impidiéndome así el paso. Frunzo el ceño un poco confundida, sin embargo, aguardo a que ella me diga algo.
—Fui tras Jayden y estuve hablando con él sobre lo que había pasado. Él no estaba por la labor de revelarme todo en lo que andaba metido junto con sus amigos —relata sin más, continuando la historia que empezó ayer en la noche—. Le dije que no tenía por qué contarme nada que pudiese comprometerle, pero después de unos minutos charlando y discutiendo sobre mi presencia en aquel lugar, ya que no era bienvenida allí, se puso a llorar y ya no dudó en desahogarse conmigo.
Hace una pausa, demasiado larga para un momento como este. Tengo que llevar la bandeja a la mujer que me lo ha pedido y Bea se pone a contarme la anécdota justo ahora. ¿Por qué ahora? ¿No había otro momento? Esta mañana le pedí que por favor la siguiese y se negó rotundamente a hacerlo. Dijo que me lo contaría cuando menos me lo esperase solo para tenerme con los nervios de punta durante todo el día.
Está claro que no esperaba que se pusiera a narrármelo en este instante, pero estoy de trabajo hasta los topes. Ni Masie ni Joss han venido hoy; ella porque está enferma y él, supuestamente, porque tiene que cuidar de su hermana pequeña. Tanto Bea como yo sabemos que es mentira, que está cuidando de la pelirroja. Al parecer se gustan, pero ninguno de los dos se da cuenta.
Así que solo estamos nosotras dos para atender a toda la gente que hay hoy por aquí. Tengo otros tres pedidos esperando y estoy segura que ella es consciente de ello; se me acabarán acumulando muchos más... ¡La madre que la parió! ¡Lo ha hecho a propósito!
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Liberación | EN FÍSICO |
ActionDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...