Tres años y cinco meses después.
La respiración se me atropella en la tráquea y mi corazón pega un vuelco tan brusco que hace que me incorpore de la cama en menos de un segundo. Ahogo un grito en lo más profundo de mi garganta y jadeo al comprobar que solo se trata de un mal sueño. Sollozo y respiro hondo mientras echo un rápido vistazo a mi alrededor. Me encuentro en mi casa y, al no tener las persianas bajadas del todo, la poca luz que hay en la calle se cuela en mi habitación permitiéndome ver con algo más de claridad.
Me llevo la mano al pecho e intento regular el aire que entra y sale de mis pulmones. Me repito a mí misma que solo ha sido una pesadilla como las demás veces, que ya ha pasado todo y que es hora de que recobre la tranquilidad.
Tras unos segundos, cuando me aseguro de que ya estoy lo suficientemente relajada, tomo mi dispositivo móvil de la mesita de noche que hay al lado del cabecero y lo tomo entre mis manos. Lo desbloqueo y miro la hora que es. Las tres y media de la madrugada.
Dejo el teléfono donde estaba y suelto un suspiro mientras abrazo mis rodillas y escondo la cabeza entre estas y mis brazos. Está claro que nunca dejaré de soñar con el día en el que mataron a Axel. Aún duele como la primera vez, y más aún cuando me pongo a pensar en la reacción que tuvo su hermanito. Durante estos años él se ha comportado de una manera cortante y fría con las personas que lo rodean; conmigo, sobre todo. El mes pasado cumplió quince años y todavía no he conseguido mantener una conversación de más de cinco minutos con él. Me habla, por supuesto. A pesar de todo no puede estar más de dos horas sin dirigirme la palabra.
Cambio mi posición actual y miro el tatuaje que me hice hace un año en la muñeca izquierda. Me tatué la corana con la rosa roja, igual que el que Axel tenía en su cuello en representación de nosotros dos. Y debajo, está escrita la corta frase de "Siempre y nunca". No pude evitar dejar un recuerdo imborrable en mi piel la temporada que estuve con mi padre y Phillip en España. Dante había insistido en que nos fuésemos con él para cambiar de aires y así despejarnos un poco. Encontré un estudio de tatuajes en Madrid y no dudé en entrar y pedirle al chico que me hiciera un boceto para, más tarde, tatuármelo.
El chirriar de la puerta de mi cuarto hace que alce la cabeza y pose la mirada en esa dirección. Phillip aparece ante mí, rígido, con el rostro entristecido y al mismo tiempo tenso. Está apretando tanto su mandíbula que me hace ver que hay algo que le está haciendo sentir mucha rabia. Él no dice nada, solamente, camina con lentitud hacia mí.
No puedo evitar quedarme embobada admirándole. Ha crecido mucho. Ya pronto me superará en altura y, a cada año que pasa, se parece más a Axel. Más físicamente que de personalidad, aunque hay algunos aspectos en ese ámbito en los que ambos se parecen completamente. Su cabezonería, por ejemplo.
Lleva todo este tiempo durmiendo en el sofá porque se le ha puesto en las pelotas. No he podido hacerle cambiar de opinión.
—Te he escuchado gritar —comenta—. ¿Otra pesadilla?
Su voz se ha vuelto más grave.
Asiento con la cabeza como respuesta. Lipy se sienta en el borde del colchón, cerca de mis piernas. Sus manos se entrelazan entre sí con ímpetu, como si estuviera nervioso. Esto acaba de confirmarse cuando veo cómo se relame el labio inferior y luego lo muerde con fuerza. Es un gesto que también hacía su hermano cuando algo le inquietaba.
—Oye, Kelsey... Quiero pedirte perdón —habla al fin—. Sé que me he comportado muy mal contigo durante todo este tiempo, lo siento. No tienes la culpa de lo que le ocurrió a Axel, aunque te haya dicho lo contrario innumerables veces.
—Está bien, no pasa nada. Tranquilo. —Tomo una de sus manos y se la aprieto levemente.
—También quiero decirte que, aunque ya no te lo demuestre, te quiero —confiesa en un susurro—. Nunca he dejado de hacerlo.
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Liberación | EN FÍSICO |
ActionDespués de haber conseguido dejar el café atrás, Kelsey Davenport tendrá que lidiar con los nuevos problemas que se le han presentado. Ya nada es lo que parece. Nadie es quién dice ser. Y en nada ni nadie podrá confiar como antes. Ella tendrá que lu...