Capítulo II: Un Cupido confundido

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Con temor, Yuuri se incorporó

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Con temor, Yuuri se incorporó. No revisó el extraño cuarto en el que estaba, simplemente se limitó a tocar el suelo que pisaba con concentración y a mover los dedos de las manos. Era extraño, sentía un particular cosquilleo por todo el cuerpo y sobre todo en la zona donde debían estar sus alas. Era raro estar sin ellas.

De repente, un ruido resonó por el recinto, haciendo sobresaltar a Yuuri. Contempló asustado la puerta, que era de donde parecía provenir el sonsonete. La habitación era pequeña, no tanto como su cubículo en el Departamento de Romance, pero sí lo suficiente como para dar unos cuantos pasos y ya estar en frente de la puerta.

Eso hizo. Celestino le había dicho que le enviaría unos papeles y, aunque podía ser una persona burlona y estresante la mayoría del tiempo, era en lo único que confiaba ahora que estaba solo. Así que alargó la mano para agarrar el picaporte de la puerta, tragó saliva y lo giró.

Sorprendido, miró el espacio vacío frente a él. No había nadie allí. ¿Entonces qué había sido ese ruido?

—Oye, aquí —dijo de repente una voz. Yuuri, asustado, miró hacia los lados, mas no encontró a nadie—. No, idiota. Aquí, aquí abajo.

Yuuri bajó la mirada y se encontró a un perro con una pila de documentos encima del lomo. Sabía la raza del animal, era un caniche. Mientras investigaba a Viktor Nikiforov, había descubierto que tenía una mascota llamada Makkachin, era un caniche grande, muy parecido al que tenía en frente, aunque la diferencia en tamaños era obvia.

Se preguntó si alguien había instalado una grabación o algo así en el animal. La voz de hace unos segundos no pudo haber provenido del perro.

Se agachó y acarició al caniche en la cabeza.

—¿Qué pasó, amiguito? ¿Te perdiste? —dijo, sintiendo la suavidad del pelaje del perro.

—¿Qué estás haciendo, Yuuri? Quítame estos papeles de encima que me comienza a doler la espalda.

Yuuri abrió los ojos de par en par y observó entre asustado y anonadado al perro.

—¿Ah? Espera, ¿tú...?

No fue capaz de terminar la frase.

—¿Por qué me miras así? Más bien, déjame pasar para descansar —dijo el caniche, pasando a un lado de Yuuri y entrando en el apartamento como si fuera su casa.

Una vez un compañero le había comentado que los humanos usaban la extraña frase de "Entró como perro por su casa" cuando alguien era muy entrometido. Yuuri no lo había entendido en aquel instante, pero ahora sí. Literalmente.

Yuuri, aún impactado, siguió con la vista al caniche hasta verlo caminando hacia la cama y saltando sobre ella para acomodarse.

—Yuuri, cierra la boca que en este planeta hay unos seres extraños llamados moscas y se te pueden meter.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora