Capítulo XXIX: Un Cupido se encuentra con el hielo

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Viktor siempre sorprendía a Yuuri

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Viktor siempre sorprendía a Yuuri. No había día en el que lo viera y no aprendiera algo nuevo sobre él y la humanidad como tal.

Incluso en aspectos tan simples como una sonrisa, una mirada y un roce, Yuuri se instruía acerca de lo que era el mundo de los seres humanos. Para el Cupido, los sentimientos aún eran algo confuso e intrigante, pero poco a poco se fue dando cuenta de la importancia de estos y por qué a las personas les gustaba tanto, sobre todo aquel sentimiento particular llamado amor.

Si a Yuuri le hubieran preguntado antes qué era el amor para él, tomaría primero que todo una definición técnica sobre lo que era el amor según el concepto de Cupid. No obstante, si le hicieran ahora esa misma pregunta lo pensaría bien antes de contestar porque desde su estadía en la Tierra algo en su interior fue restaurado.

Para el Yuuri actual, el amor era todo lo que lo rodeaba. Podía estar plasmado en una acción pequeña, una frase susurrada, un abrazo fraternal, miradas secretas y en un chocolate como regalo. Podía estar en una sonrisa amable y mejillas sonrojadas.

El amor estaba en todos lados y no fue hasta hace poco que se percató de ello. No era necesario definir una palabra tan compleja con términos que ni siquiera llegaban a la magnitud del sentimiento.

Yuuri, siendo un Cupido, lo percibía con más intensidad. Lo que él creyó alguna vez que era amor, no lo era del todo. Solo era una parte de esa enorme definición.

Y lo sabía ahora con más seguridad mientras observaba a Viktor deslizándose por el hielo de la pista de patinaje.

El rasgar de los patines contra el hielo lo estremecía, a pesar de que se encontraba en la entrada a la pista. El sonido era potente.

El lugar que Viktor le quería enseñar era la pista de patinaje a la que frecuentaba en ocasiones. Como ya casi era la hora para cerrar, no había mucha gente en el lugar, solo algunos encargados del lugar a los que Viktor conocía y le dieron el pase libre a la pista.

En todo el trayecto desde el edificio Viktor no le soltó en ningún momento la mano. Solo lo hizo cuando llegaron y fue a ponerse los patines y se arreglaba para entrar a la pista. No sabía que el peliplata tenía conocimientos acerca del patinaje en hielo, pero ahora lo comprobaba con la manera en la que patinaba.

—¡Yuuri! —llamó Viktor desde el centro de la pista. No era muy grande, así que podía escuchar su voz con claridad, además de que solo se encontraban ellos dos. El ruso le sonrió desde su posición, alargando una mano hacia él—. Estás lejos de mí.

Yuuri frunció el ceño, hundiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Estoy aquí —respondió con simpleza.

Viktor volvió a deslizarse en el hielo, casi como si fuera suyo. No, era más bien como si el hielo y Viktor fueran uno solo. Era la primera vez que Yuuri lo veía patinar, pero eso de alguna manera le había dejado una gran impresión.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora