Capítulo XXXV: Un humano se despide para siempre

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La mejilla comenzó a arderme luego del golpe que me dio Inna

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La mejilla comenzó a arderme luego del golpe que me dio Inna. Por un instante el tiempo se detuvo, los segundos se hicieron horas y pude ver a cámara lenta cómo Yuuri abría la boca de la impresión y sus bellos ojos color chocolate empezaban a lagrimear por la escena. También pude ver cómo mi hermana exclamaba con terror por lo sucedido y se lanzaba a detenernos, sin lograr su cometido.

No obstante, lo que me dejó más impactado fue el momento en el que mi padre sostuvo la mano de Inna antes de que pudiera darme una cachetada más.

Luego el tiempo siguió su transcurso, pero esta vez todas las miradas se enfocaron en nosotros. Los murmullos aumentaron, la música de piano que alguien estaba tocando en el centro de la sala se detuvo y de repente nos convertimos en el centro de atención.

Y yo detestaba ser el centro de atención de esa forma. No cuando estaba involucrado con mi familia.

—¿Qué crees que haces? —taladró mi padre, observando con furia a su esposa.

Inna reaccionó, soltándose de su agarre y dando unos pasos hacia atrás. Su expresión era de puro terror y, aunque yo aún estaba un poco aturdido por el golpe, comprendí que se debía a la intensidad de la mirada de mi padre.

—Y-yo... él estaba diciendo esas cosas y pensé... —murmuró, viéndola por primera vez en mi vida en un estado de completo pánico. Incluso se había puesto pálida.

—¿Qué pretendes al golpear a mi hijo? Si yo nunca lo he golpeado, ¿por qué crees que tú tienes el derecho de hacerlo?

Arrugué el entrecejo, preguntándome seriamente si hablaba de verdad. ¿Acaso no recordaba la paliza que me dio aquella vez que descubrió mi orientación sexual?

Inna tartamudeó, sin decir nada coherente. Yo, por mi parte, alcé la cabeza sin pudor alguno, quizás mostrándole a todos los presentes la marca roja de una mano. Sentí que Yuuri a mi lado me sujetaba de la esquina de mi chaqueta y me dolió que él tuviera que ver algo así. No quería mostrarle lo peor de mí, pero lastimosamente así era mi familia y no podía cambiarlo.

—Hablaremos en mi despacho luego que salude a los invitados. Ustedes, espérenme allá —nos ordenó mi progenitor a Yuuri, Tonya y a mí, concentrando la vista en el pelinegro. No me agradaba la forma en que lo miraba—. Tú, acompáñame por un momento —le dijo a Inna, quien solo afirmó con la cabeza y se colgó de su brazo a medida que él avanzaba entre la multitud que se dispersaba.

Sin poder soportar más la curiosidad de todas las personas que nos rodeaban, agarré de la mano a Yuuri, jalándolo escaleras arriba. No conocía muy bien la mansión porque nunca viví aquí cuando vine a Canadá, pero suponía que en los pisos superiores estaban las alcobas.

Mi hermana, quien no había dicho ni una palabra, nos siguió detrás.

—Esto es muy diferente a lo que tenía planeado —murmuró ella como para sí misma.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora