Capítulo XLVI: Un Cupido finalmente obtiene respuestas

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Cuando Yuuri volvió a abrir sus ojos, esperaba encontrarse con la imagen de Viktor durmiendo a su lado

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Cuando Yuuri volvió a abrir sus ojos, esperaba encontrarse con la imagen de Viktor durmiendo a su lado. Ya podía recrear en su mente el escenario: Viktor con su belleza inigualable, el cabello despeinado y sobre sus ojos cerrados, los labios rosados entre abiertos y con los leves rayos de sol acariciando la piel desnuda de sus hombros, haciéndole ver como si se tratara de escarcha.

No obstante, cuando se levantó y se encontró con una pared blanca e impoluta, se dio cuenta que su fantasía había terminado.

Había regresado a Cupid.

—Diablos —masculló, restregándose los ojos con una mano. Fijándose bien, se hallaba acostado en uno de los sofás blancos que solían decorar los cuartos de Cupid. Mullidos y blandos como una nube, pero un poco más firmes que como parecían ser. Sintió un leve dolor en su cuello y lo movió de un lado a otro para relajarse.

—Estar tanto tiempo en la Tierra te ha afectado, ya incluso dices malas palabras —mencionó una voz repentina, sobresaltándolo. Yuuri miró entonces al suelo y vio allí sentado con las piernas cruzadas a Vicchan. El Hermes alzó una ceja cuando sus ojos se encontraron—. No te quedes callado como un idiota, di algo.

Yuuri tragó saliva, sacando los pies hasta apoyarlos en el suelo. Notó que había regresado a su uniforme antiguo. Como Cupido no lo sabría nunca en realidad, pero cada vez que viajaba entre los mundos él sentía como si unas manos invisibles jalaran su ropa hasta vestirlo de nuevo con la vestimenta de Cupid. Las manos eran suaves y tiernas, aunque nunca podría saberlo porque abrir los ojos en medio del viaje de la Tierra a Cupid sería letal para él. Podría causar un desastre en la brecha espacio-tiempo y terminar en otro universo.

Sus alas también estaban de vuelta, aunque por algún motivo las sentía más pesadas que antes. Como si fueran una extensión de su cuerpo que era mucho más de lo que podía soportar, a pesar de que siempre las había llevado. Nunca se había sentido así.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Yuuri, todavía un poco confundido con su alrededor.

Vicchan rodó los ojos y sus alas se agitaron hasta elevarlo, todavía en una posición india. Los ojos oscuros del Hermes conectaron con los de Yuuri.

—Por si no te has dado cuenta, estás en mi cuarto. Y estoy aquí porque Afrodita me encomendó supervisarte mientras despertabas —respondió Vicchan, encogiéndose de hombros.

Yuuri, mirando a los lados, se percató en efecto que aquel se trataba del cuarto del Hermes. Pequeño, con solo un escritorio en el centro repleto de papeles y carpetas rosadas y el sofá en el que Yuuri se hallaba.

Sus recuerdos de haberse dormido en los brazos de Viktor seguían vivos, repitiéndose en su memoria una y otra vez. Recordaba haber caído en los brazos de Viktor y sonreír al sentir cómo este lo rodeaba y abrazaba contra sí, mezclando su calor y aroma con el de Yuuri. Y también recordaba haberle dicho unas últimas palabras antes de cerrar sus ojos y dejarse llevar por el vaivén del sueño.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora