Capítulo XVI: Un humano se pinta de arcoíris

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En el mundo existía una amplia gama de colores y tonalidades

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En el mundo existía una amplia gama de colores y tonalidades. Colores que se podían apreciar hasta en las cosas más mínimas, como el pétalo de una flor o el plumaje de un ave. Se sabía que el cielo era azul porque así nos lo enseñaron desde pequeños, pero ¿qué pasaba si una persona no lo creía así? Tal vez lo veía rosado cuando el atardecer caía, púrpura cuando la noche llegaba y blanco cuando las nubes lo cubrían como si de un manto se tratase.

El cielo podría ser de miles de colores dependiendo del punto de vista en el que se percibiera. O de la persona que lo contemplara.

Hubo un momento de mi vida en el que llegué a pensar que el cielo no poseía ningún color. Que la creencia de que era azul fue impuesta por aquellas personas que querían darle una definición a todo.

Para mí no era azul, era gris. Al igual que los árboles, los autos, los animales y las personas.

Intentaba con todas mis fuerzas darle un color a las cosas a mí alrededor, pero la labor fue más difícil de lo que pensaba.

Al final, me acostumbré a ver todo gris. Incluso mi dividida y deshonesta familia era gris. Sin color, sin vida, triste.

Por tal motivo, en cuanto pude hacerme cargo de mis propios gastos, ahorrando todo lo necesario con trabajos de medio tiempo que encontraba con la ayuda de amigos, decidí dejar atrás aquella opaca existencia e ir en busca de otros colores.

Rusia era mi hogar, pero mientras más pasaba el tiempo, menos se sentía así.

Me marché en busca del color de mi vida, mas parecía que el gris me perseguía. Constantes llamadas no me dejaban en paz, pesadillas interminables no me permitían conciliar el sueño.

Era como si estuviera caminando en un pasillo oscuro en busca de luz. Con cada paso que daba, más me adentraba a las fauces de la penumbra, siendo tragado sin piedad por sensaciones terroríficas que hacían estremecer mi piel.

Por un instante llegué a pensar que no tendría final. Que el pasillo me llevaba una y otra vez al principio para luego recorrer el mismo trecho sin parar.

Pero entonces, ¿por qué el cielo de aquella vez se vio tan hermoso? ¿Por qué parecía que las mismas alturas estuvieran haciendo un show de luces y sombras solo para nosotros?

Después de mucho tiempo, pude ver el cielo tal y como era. Una maravilla de la naturaleza grácil y casi celestial.

Tal vez Yuuri no lo notó en aquel instante, pero mientras él observaba embelesado el atardecer, mi vista se había dirigido a su perfil. La punta de su nariz estaba roja por el viento frío que nos golpeaba y un tenue sonrojo se había manifestado en sus mejillas. Los ojos le brillaban como si fuera la primera vez que observaba el cielo y un mechón de cabello rebelde se movía de un lado a otro sobre su cabeza mientras el aire lo empujaba.

Y lo que hacía del paisaje algo más mágico era cómo las luces del día escondiéndose y de la noche saliendo bañaban a Yuuri por completo, de pies a cabeza. Estaba seguro de que por solo un segundo había dejado el mundo humano y ahora estaba en los cielos, contemplando a un ángel.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora