Capítulo VI: Un Cupido hace un trato

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Yuuri no sabía qué hacer con la situación que tenía ante él. Vicchan ya se había despertado y ahora estaba junto a Yuuri observando también con inquietud a Viktor, quien parecía querer hacerse más pequeño en el suelo.

—¿Viktor? ¿Qué sucede, Viktor? —preguntó, aunque no recibió respuesta.

Viktor lo que hizo fue resollar más rápido, el pecho sacudiéndose con vigor. Yuuri, sin poder tener las manos quietas, lo que hizo fue alzar la cabeza de Viktor hasta apoyarlo en la pared del ascensor. Las luces se habían ido, aunque aún podía ver las gotas de sudor que se deslizaban por el rostro del peli plata.

—V-viktor, no te preocupes, pronto saldremos —murmuró también comenzando a sudar. No estaba asustado por el encierro, ya que estaba acostumbrado a lugares angostos—. Oye, Viktor.

Le sacudió los hombros, Viktor comenzaba a cerrar los ojos mientras jadeaba.

—Aire... —murmuró. Sus manos, débiles como estaban, sujetaron las de Yuuri—. Necesito aire.

—Ah, claro, aire. Aire, aire —masculló, mirando hacia los lados, perdiendo la concentración. ¡¿De dónde diablos sacaba el aire?!

—Aire, aire. Por favor, no apagues las luces —dijo Viktor, metiendo la cabeza entre el espacio que había en sus rodillas, respirando más rápido—. Enciende las luces, por favor.

¿Las luces?

No comprendía lo que había sucedido ni sabía cuándo el ascensor volvería a moverse, pero no podía tener a Viktor en ese estado. Sin embargo, entre las reglas de los Cupido estaba el no mostrar sus poderes a los humanos. Si pudiera, manejaría la energía del edificio hasta encender todas las malditas luces.

Miró a Vicchan con urgencia, intentando expresarle con la mirada qué debería hacer. Pero el perrito simplemente negó con la cabeza. Tampoco sabía cómo actuar.

Yuuri observó a Viktor con preocupación. Empezaba a respirar con más lentitud, tenía los ojos cerrados con fuerza, aún en la misma posición. Al parecer él mismo sabía cómo proceder ante esas situaciones, mas aun así se sintió como un estúpido por el no poder hacer nada.

—Viktor, ¿estás bien? —preguntó, posando una mano en su hombro para que no cayera a un lado.

—Creo que sí —susurró con la voz ronca. Viktor alzó la mirada y se encontró con la de Yuuri—. ¿Podrías hablarme de algo?

—¿Hablarte? —preguntó.

Viktor asintió. Bajó nuevamente la vista, resoplando otra vez como si le faltara el aire.

—Si... me hablas, podré ignorar en dónde estoy. Por favor, háblame —suplicó en tono bajo, derrumbándose hacia un lado sin poder soportar más el peso de su propio cuerpo.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora