Capítulo XLIII: Un Cupido y un humano se reencuentran

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El silencio no tuvo la oportunidad de hacer acto de presencia en la sala

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El silencio no tuvo la oportunidad de hacer acto de presencia en la sala. Los murmullos no tardaron en aparecer junto a jadeos de asombro. Todas las miradas se dirigieron de inmediato a aquel Hermes que había hablado, quien lo único que hacía era contemplar con seriedad a Afrodita.

Yuuri, por su parte, empezó a sentir cómo en su pecho un nudo era formado.

Después de unos agonizantes segundos de espera, Afrodita finalmente habló con un tono duro.

-Esto no es un juego, Hermes. Le pido que se abstenga de hacer tales comentarios que no aportan a nada.

Vicchan, no obstante, apretó las manos a sus costados y frunció el ceño.

-No estoy jugando, su Majestad. Soy serio al hablar -respondió Vicchan, alzando el mentón.

Las manos de Yuuri temblaron y sintió que debía decir algo, aunque no era lo más adecuado entrometerse en una conversación de Afrodita, pero tenía que hablar. Mas su garganta estaba cerrada, no tenía las fuerzas necesarias para pronunciar palabra alguna.

Vicchan... No, no. Esto no es necesario. Te meterás en problemas, Vicchan.

-No le he dado la palabra, Hermes. Por favor, siéntese ahora mismo -declaró Afrodita, girando el rostro hacia Yuuri como si diera por terminado la charla con Vicchan.

-Como parte del juzgado, tengo el derecho de intervenir en el juicio cuando lo considere necesario, su Majestad.

-Siéntese, Hermes -murmuró Afrodita, y Yuuri tembló ante el tono de voz de la diosa. Todo había dado un giro repentino y no sabía qué hacer para arreglarlo.

-Soy consciente de que un sacrificio de este estilo es difícil, pero... ¡lo haré! ¡Daré mi vida por Yuuri! Lo haré, su Majestad.

Yuuri negó con la cabeza lentamente, mirando a Vicchan con terror, queriendo gritar para que volteara hacia él.

No, no, no. ¡No hagas eso, Vicchan!

-Hermes, esta es mi última advertencia... -farfulló Afrodita. El público estaba en silencio, los Erotes solo observaban la escena anonadados y sin reaccionar. Yuuri se hallaba en completo shock; los únicos que parecían estar fuera de aquel hechizo eran Afrodita y Vicchan.

-¡Pero yo...!

-¡Silencio!

Lo que siguió a aquel grito atronador sucedió a los ojos de Yuuri a cámara lenta. Vio cómo muchos ahogaban jadeos de sorpresa y se cubrían la cabeza, como si temieran que el cielo les cayera encima. Notó que las lanzas que los Erotes que custodiaban las puertas les eran arrebatadas por manos invisibles y se dirigían con rapidez a Vicchan. Después observó cómo las grandes alas de Afrodita se alzaban y se ampliaban a los lados, creando así una imagen aterradora pero majestuosa de la diosa.

Eros enamorado |AU Viktuuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora