04|Owen Jones.

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Camila Cabello - Never Be The Same.

No todas las personas tenemos la valentía suficiente para enfrentar nuestros miedos, no todos somos valientes; algunos solo nos escondemos

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No todas las personas tenemos la valentía suficiente para enfrentar nuestros miedos, no todos somos valientes; algunos solo nos escondemos.

—Cealena Larsson.


Observo el techo blanco, sin pensar nada en concreto.

¿Cuándo fue la última vez que estuve acostada en este sillón gris? ¿Cuándo fue la última vez que vine a este lugar y observe el techo blanco con grietas? Desde que comencé a trabajar en la empresa, o sea unos diez u once meses atrás, ahora mi tiempo es limitado y venir ya no es una opción. Estaba bien, ya estaba bien o eso creí hasta hace unas semanas atrás, cuando todo comenzó a irse por el caño.

La primera vez que vine a psicoterapia fue cuando tenía ocho, desde entonces ha sido como una montaña rusa, estoy subiendo, avanzando y después caigo en picado hacia el abismo.

—¿Qué piensas?

Parpadeo varias veces, mirando el techo y sin moverme de donde estoy digo:

—Nada.

Un suspiro llega hasta mis oídos. Nada ¿Cuántas veces he respondido eso? ¿Cuántas veces he mentido? Creo que han sido muchas veces, mentir en fácil, la palabra solo sale de mis labios sin ningún esfuerzo, sin necesidad de pensarlo dos veces.

¿Cómo estás?

Bien.

¿Qué tienes?

Nada

Mentira, mentira y más mentira, todos mentimos.

—¿Lo has vuelto a hacer? —pregunta con delicadeza.

Cierro los ojos con fuerza al escucharla formular aquella pregunta, sé a lo que se refiere, y también sé que ella ya sabe la respuesta, la sabe desde que la llamé para hacer una cita, lo sabe desde que entré en su consultorio, ella lo sabe. Abro los ojos y me siento, para poder observar a la mujer que está sentada en un mueble; a unos cuantos pasos de distancia. Sus ojos son como los del ochenta por ciento de la población, marrones. No son claros y tampoco muy oscuros para llegar al negro, solo son marrones.

—Lo hice —susurro y bajo la mirada hasta mis manos con vergüenza. Detesto admitir en voz alta que aún no he podido salir del agujero, que siempre vuelvo a el.

—¿Cuándo? —inquiere con cautela.

Muerdo el interior de mi mejilla, levanto la mirada y digo:

—Hace unas semanas, cuando estaba en la oficina. —Vuelvo a bajar la mirada hacia mis manos—. Almorcé y...no me pude controlar. —Sonrío con tristeza, observando cómo mis dedos juegan con la tela del pantalón color crema—. Solo duré tres años sin hacerlo.

Déjame amarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora