Inseguridades

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El joven Omega se hallaba frente a esa puerta de roble caoba que tanto odiaba, la detestaba. La había visto una y otra vez, tanto como para memorizar los perfectos acabados en ella. Los mismos sonidos lujuriosos, el mismo escenario, la misma sensación de miedo, el mismo putrefacto olor de durazno mezclado con el aroma a cerveza de mala calidad. Volvería a repetir el mismo error una y otra vez; abriría la puerta y encontraría a su alfa jodiendo a una Omega que no era él. La misma mierda de siempre, pero... Esta vez algo era diferente, fuertes golpes en la puerta se empezaron a escuchar, golpes que llegaban a la molestia auditiva, golpes que no le dejaron continuar con aquella molesta pesadilla. Le tomó unos segundos para entender que aquel ruido de la madera siendo golpeada por un puño, era de la realidad y no de su repetitiva pesadilla a la que se sometía cada cierto tiempo.

"Debe ser Dabi" creyó ciegamente puesto el azabache no dormía en casa desde lo ocurrido en el cumpleaños de su hija. Era un completo dolor de cabeza que el ojeroso solo regresará para buscar algún cambio de ropa u objeto. Miró el reloj, veintitrés y quince marcaba, definitivamente sería Dabi. Con tono molesto recibiría al invitado que no dejaba de violentar la puerta, frunció el ceño y abrió la puerta a la par de su boca para dejar salir un reclamo, pero se detuvo ante la sorpresa de ver al verdadero visitante.

— ¿Tamaki?... ¿Sucedió algo? — pregunto preocupado al ver las horas en las que se presenta a su hogar además de la expresión de completa tristeza marcada en su rostro.

—Yo... ¿No puedo ser feliz? — el chico seguía parado a las afuera del recinto mirando el suelo mientras apretaba sus prendas fuertemente con los puños.

Izuku lo supo de inmediato, sabía todos los secretos de sus empleados a excepción de Dabi, él era un caso aparte. Sin pensarlo dos veces, se lanzó abrazarlo fuertemente. —Un chico como tú, merece ser feliz más que nadie, Tamaki. —le acarició la parte posterior de su cabeza mientras sentía como los brazos del contrario le iban aprisionando gentilmente en un desesperado abrazo por sentir el tacto de un ser amado al mismo tiempo empezó a escuchar los débiles gimoteos en su oreja izquierda.

Yagi, igualmente había despertado con los fuertes golpes, cuando quiso ver el causante de estos se encontró con la escena del peliverde abrazando y consolando al joven azabache en la entrada de la casa.

Pasaron a la sala e Izuku le sirvió una taza con té a cada uno, se sentó en el sofá al lado de Tamaki y acarició la espalda de este tratando de detener el lagrimeo. Amajiki solo dejaba caer sus gruesas lágrimas mientras apretaba su boca para no dejar salir el ruido de un desastroso llanto. Era como ver a un niño haciendo pucheros mientras cascadas caían de sus ojos. Era tierno y a la vez triste.

Sin decir nada, ambos omegas, rubio y peliverde, guardaron silencio hasta que el azabache se sintiera cómodo para hablar.

—No dijo nada. —hablo el tímido apretando la tela sobre sus rodillas. —Me acompañó hasta la casa pero no dijo ni una palabra en todo el camino. —su voz empezaba a quebrarse, se notaba a la perfección el esfuerzo que hacía para no descontrolarse. —El posiblemente no regrese nunca más al café... Debe odiarme —finalizo con una sonrisa quebradiza decorada con las gotas que caían de sus ojos.

Era extraño, Tamaki había sido rechazo una y otra vez, el simple hecho de mostrar su marca era suficiente para hacer huir a cualquier alfa, estaba acostumbrado, era más, ni le importaba que estos le abandonaran en medio de la cita, le parecía una reacción normal, pero, Mirio no le abandonó, aunque le mostrará el desastre detrás de cuello, este no corrió, ni le insultos, ni le miró feo. Simplemente le mostró una desgarradora y lamentable sonrisa al borde de las lágrimas. Una expresión que nunca olvidaría. "Ya veo" fueron las únicas palabras que salieron de los labios de Togata mientras emprendía trayectoria a Shiro. Mirio le acompañó hasta el café asegurándose de que estuviera bien, era todo un caballero. Estuvieron avanzando en silencio todo el camino, Tamaki caminaba observabando la enorme espalda del alfa a su frente mientras le carcomían pensamientos negativos, tenía un sentimiento extraño, algo entre el amor y el odio, aunque por su enorme inseguridad el odió ganaba ante la batalla.

DESGARRADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora