Infantes

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Salía todas las noches y nadie podía decirle nada, era un alma libre y nadie podia encadenarlo; así era Dabi, el Omega que rompía con todos los estereotipos de ser un pasivo o cualquier otra etiqueta que dicho género significara. Sentado en un bar bebiendo cerveza mientras fijaba la mirada en su próximo objetivo; un Omega de buena apariencia bastante parecido a cierto heterocromatico. Sonrió con el hallazgo y elevó su copa para llevar el líquido amarillo a sus provocativos labios.

Si, lo sabía, no era por ser egocéntrico pero sabía lo apuesto que era, y de seguro, ese pequeño Omega pensaba los mimos, solo debia guiñar pícaramente su ojo y el chico estaría caminando a su lado para pasar una casual noche entre las sábanas de un motel… y eso estaba bien porque era la única forma en la que podía sentir el calor humano.

No quería admitirlo, pero estaba herido en varios sentido; el rechazó de Izuku después de tantos años, la despedida de Yagi para dirigirse a la muerte, y el hecho de que su hogar, el único lugar donde podía estar a solas con su peculiar familia, ahora se hallaba invadido por las feromonas de ese alfa que de vez en cuando venía y se quedaba, ese alfa que poco a poco usurpaba el único lugar donde se sentía aceptado.

Era la realidad, él y sus sentimientos estaban de más en esa casa, Izuku le había rechazado y en sus lejanos pensamientos, sabía que Shoto le odiaba ¿Shoto?… Si, Shoto, porque cuando se trata de soledad, aferrarse a cualquier persona es un gramo de esperanza y no de desesperación.

Realmente miserable.

Abandono la casa y se mudó a un departamento muy cerca de  Shiro, aunque todos lo dejasen de lado, sabía que esa pequeña niña aún lo necesitaba, esa pequeña niña que se había vuelto su única razón de subsistir y el único ser que ese alfa no podía robarle ¿Porque? Porque el siempre sería su tío Dabi, el cariñoso, divertido y sincero tío Dabi.

Dio el último sorbo a su cerveza y tal cual como había predicho, el pequeño Omega fue hasta el. Coquetearon y hablaron por varios minutos, hubieron algunos besos robados y una que otra mano traviesa deslizándose por intimidades.

La noche de lujuria estaba más que asegurada al concordar salir del lugar, todo de acuerdo a su plan de no ser por la peculiar cabellera bicolor frente a la entrada del bar. Sonrió con arrogancia y paso su brazo alrededor de la cintura del Omega demostrando lo insignificante que era su presencia para el; hasta ahora había vivido sin su destinado y seguramente podría seguir haciéndolo.

Continuó su camino sintiendo una pequeña incomodidad en su pecho que simplemente decidió ignorar, ahora toda su atención debía ser puesta en ese lindo Omega que devoraría toda la noche, o esa era su intención principal hasta que sintió las fuertes feromonas de ese alfa heterocromatico, feromonas que le encendían de una manera salvaje, y que además, eran muy difíciles de ignorar; incluso su acompañante había sido azotado por tan provocativo aroma.

No, definitivamente nadie iba a dañar su noche de sexo intenso. Dio media vuelta y camino hacia el bicolor con enojo y un pequeño sonrojo en sus mejillas demostrando la eficacia de tan provocativas feromonas con olor a sandía, lo tomo del cuello y conectaron miradas llenas de desafío, alfa queriendolo atraer y Omega queriendo alejarse… aunque muy en el fondo, sabía que no podía negarse.

Tranquilamente, Shoto tomo la mano en su cuello y se dirigió al oído del azabache —Vamos a otro lugar —susurro creyendo que de alguna forma u otra tenía controlado a su destinado.

Ante tal proposición, Dabi sonrió con picardía —¿Tanto quieres que te joda, Shoto? —dijo mientras provocativamente acariciaba el labio inferior del alfa con su pulgar.

Más fue su sorpresa al sentir la succión y humedad en la punta de su dedo provocada por los labios y lengua del muchacho heterocromatico.

La tentación había aumentado y la noche era demasiado joven.

DESGARRADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora