¿Juntos?

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Sintió el abrumador sonido de la puerta siendo golpeada fuertemente mientras trataba de conciliar un poco de sueño en la cama. Para ser sincero, no tenía ni la más mínima intención de hablar con alguien, estaba completamente demacrado después de haber visto a su pareja marcharse con otra alfa, un alfa que posiblemente lo tuvo en brazos más de una vez.

Jodidamente frustrante y más cuando el rostro del omega no marcaba nada más que terror.

Chasqueo su lengua y se puso de pie dispuesto a terminar con el molesto golpear de su puerta, camino furioso a la entrada y detuvo su andar antes de poner su mano en el picaporte; sintió el aroma de aquel alfa revuelto con otras feromonas, feromonas de un omega que conocía muy bien. Trago saliva y retrocedió cuatro pasos para cubrir su nariz y boca con una de sus manos. Intentaba con todas su fuerzas contener las lágrimas e ira que empezaban a surgir desde lo más profundo de su pecho.

— Por favor Mirio, ábreme. —escucho su lastimosa voz al otro lado de la madera. —Por favor, por favor. —sus suplicas se iban transformando en un llanto que mostraba claramente la desesperación del omega por estar al lado de su verdadero alfa.

¿Qué podía hacer ante tales suplicas? nada... simplemente escuchar el doloroso lamento de su amado era suficiente para desgarrar su corazón.

Abrió la puerta y un Tamaki envuelto en lágrimas se encontraba de rodillas en el suelo, un Tamaki que mostraba claros signos de haber hecho lo innombrable con aquel alfa, un Tamaki completamente lastimado.

Su corazón no podía doler más.

Una vez vio los pies del rubio salir de la habitación no dudo en ir a sus brazos. Lo abrazo, se acurruco en su amplio pecho como cual niño lastimado, se aferró a su camisa y humedeció la misma con lágrimas y balbuceos.

Aunque aún apestoso a aquellas feromonas ajenas, Togata, gentilmente lo tomo en brazos y lo llevo hasta su baño con intenciones de deshacerse de tan horrendo olor a cloro en el cuerpo de su amado. Intento liberar su feromonas pero el miedo a que estas no funcionaran en Amajiki se lo impedía ¿Qué tan cobarde podía llegar a ser? Simplemente lo sentó en un borde de la bañera y empezó a secar sus lágrimas con tiernos besos mientras intentaba que dejara de gimotear con leves caricias. Cuando al fin logró su cometido, recupero un poco de su confianza como alfa.

Cuidadosamente deslizo sus manos por debajo de la camisa del omega pero este se negaba rotundamente a ser despojado de su prenda. Tomo las muñecas de Mirio y suplico para que lo dejara encargarse, pero la persistencia del rubio era mayor y más cuando notaba cierto temor en el rostro del azabache. Con un pequeño impulso de fuerza consiguió sustraer la delgada camiseta del dorso del omega... la ira le consumió en segundos y la frustración de ser alguien incapaz de proteger a su omega le llenaron por completo.

El pecho de Amajiki estaba repleto de marcas y moretones notablemente frescos, sus muñecas y cuello mostraban claros signos de haber sido atado con suma fuerza y ni hablar de su destrozada espalda repleta de latigazos. Una completa obra de arte hacia el sado masoquismo... algo que de seguro, Tamaki no consentía.

Sus lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas al sentir la triste mirada de Mirio sobre su desnudo cuerpo... y a decir verdad, su parte inferior estaba peor.

Mirio deseaba voltear la mirada y escapar del destino que se le habían dado, deseaba salir de ese cuarto de hotel y dejar al omega en su propio sufrimiento, deseaba culminar con el dolor que estaba sintiendo en ese momento... pero no haría, ya no sería un cobarde; ese débil chico de ojos negros lo necesitaba más que nadie. No lo dejaría solo.

—Vamos Tamaki, debes tomar un baño. —los gimoteos se detuvieron y la enorme sonrisa del rubio volvió con grandeza ignorando todos los golpes que la vida le estaba dando. —Está bien, está bien; no llores. Voy a quedarme a tu lado, así que... por favor, ya no llores. —acaricio sus mejillas y deposito un suave beso en los lastimados labios del azabache.

DESGARRADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora