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—¿Sigues entrenando? —su voz me arrancó de mis pensamientos—

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—¿Sigues entrenando? —su voz me arrancó de mis pensamientos—. ¿Corres? ¿Levantas pesas?

¿De verdad preguntaba? Si Mirlo hubiera estado ahí se habría burlado de que era más que evidente que no levantaba ni mi autoestima.

—Ya no, lo hacía con mi hermano, pero ya no, llegó un momento en que no pude seguirle el paso, ahora él sale a correr por las mañanas y levanta peso por... —Me detuve, él no tenía por qué saber aquello.

No tenía que enterarse que mi hermano quería llegar a presidente algún día y para eso se necesitaba una gran fortaleza y resistencia, además de diplomacia y tener una certificación universitaria en leyes o ser juez. Era un sueño imposible porque no podíamos entrar a la universidad, pero los dos nos esforzáramos en que ocurriera. Cet metía de su parte ejercitándose y yo siempre lo ayudaba a estudiar leyes en la biblioteca comunitaria. Al menos algún día podría llegar a retar al gobernador de la ciudad y ganar su puesto a la fuerza, más tarde nos ocuparíamos de la diplomacia.

—Que sea débil no significa que no...

—Tienes la fuerza de un niño —concluyó abriendo sus manos en el apoyabrazos de su silla giratoria.

Suspiré buscando mi remanso de paz, pero al no encontrarlo golpeé su estúpido escritorio con los puños.

—Yo no... —gruñí.

—Leí que tienes novia, de seguro ella tiene más fuerza que tú.

—Ella es mejor que yo en todo sentido —admití— y me alegra que sea así, no tengo por qué ser mejor que ella o tener más fuerza que una chica...

—Biológicamente deberías tener más fuerza que una chica.

—Biológicamente no podía extinguirse la especie más fuerte del planeta y mira qué paso.

—No se extinguieron, estás aquí, eres el último —Él arqueó la ceja ante mi expresión de disgusto —. Afrontas la etapa de negación.

—¡No existen los humanos, ya no, no puedo serlo! —Negué poniéndome de pie y caminando por su habitación como un animal acorralado—. Debe estar equivocado.

—No tienes reflejos ni la capacidad de reaccionar con rapidez ante un improvisto, tienes la velocidad de alguien ebrio y enfermo de mi especie...

—Nuestra...

—No eres de mi especie —soltó una risilla—. ¿Qué no hablo claro? Tu capacidad sensorial se encuentra limitada. No puedes oler, como yo, lo que cocinan en la cafetería, ni puedes escuchar que tus amigos están del otro lado de la puerta, queriendo entrar.

Me volteé hacia la puerta con el ceño fruncido, lo sabía, no tenía que tener una capacidad sensorial de cinco estrellas para deducirlo.

—Si te lastimara ahora —prosiguió— tardarías semanas en sanar. La beta de tu manada, Rudy, te llevo semanas enteras al hospital, estaba preocupada por la infección que te dio, luego de tu Ceremonia de Nacimiento, cuando la cicatriz en tu mejilla tardó meses en sanar y dejó una especie de raíz blanca.

La ciudad de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora