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Del otro lado había un corredor muy similar al que nos encontrábamos, pero la diferencia era que estaba atestado de gente en formación

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Del otro lado había un corredor muy similar al que nos encontrábamos, pero la diferencia era que estaba atestado de gente en formación.

Todos portaban armas de diferentes calibres, pero las llevaban enfundadas, no tuve que poder agudizar el olfato para saber que tenían más miedo que cerdo en un matadero. Estaban parados con las piernas separadas, en posición de alerta. Sus hombros estaban tensos, la mirada endurecida por una determinación kamikaze y las venas de sus brazos se marcaban como rutas en un mapa.

Se encontraban vestidos igual que la chica, con harapos de plata, brazaletes que anudaban cosas y tantos artículos que parecían cargar en su cuerpo todo lo que hubiera cabido en una mochila. Uno llevaba bajo una faja de tela metálica un cuaderno, comprimido contra su piel, la cintura de una mujer era rodeada por un cinturón del que pendían muchas llaves. Su piel la tenían pintada con metal líquido, líneas debajo de sus ojos, puntos en su frente o vértices en sus brazos, como cuando los habitantes Mine se trazaban runas en la piel para la Ceremonia de Nacimiento.

Tenían el torso descubierto y pantalones o taparrabos, muchas plumas, huesos y otras cosas extravagantes. Todos allí ostentaban piel lívida, incluso los que deberían tener una pigmentación café, estaban como descoloridos.

Había unas veinte personas paradas y en el medio un hombre abierto de brazos, trazando su mejor sonrisa. La chica se unió rápidamente al grupo, el hombre vio que tenía desenfundada la navaja, cerró su puño alrededor de la muñeca y se la quitó. Arrojó el arma al suelo.

Comprobó que la chica se encontraba intacta escudriñándola con atención, agarrándole la cara con ambas manos, había un deje de cariño en ese gesto. El hombre tenía un semblante serio, ella colocó una mano sobre las de él.

He had to come alone —comentó pacientemente el hombre.

He didn't want to separate from his friends —respondió desesperada la chica, lanzándonos una mirada rápida—. I told him. They could get hurt.

And?

He doesn't care —negó con la cabeza.

They are wolves?

Yes, sorry, dad.

It's okey —respondió él, dándole un breve abrazo y besándole la coronilla en un gesto paternal.

Supe que le estaban preguntando por los invitados que había traído, o sea, mi familia.

No entendía mucho de la lengua muerta inglés, todos los de Olimpo la hablaban al igual que el latín, pero al irme cuando era un niño no había aprendido demasiado. Sólo conocía unas pocas palabras. Milla se había preocupado más que aprendiéramos a sobrevivir por nuestra cuenta en los ambientes hostiles de la naturaleza, que enseñarnos idiomas extintos.

La ciudad de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora